Dilemas

Compartir

Por: Rudolf Hommes


La economía no da señales de recuperarse a corto plazo del choque colosal que provocó la caída de los precios del petróleo. Y, a menos que suban los precios de los productos básicos de exportación, todavía no se ve una salida. Parecemos incapaces de ofrecer una canasta de exportación más diversificada, con productos de mayor valor agregado, sofisticación y singularidad. Estamos desperdiciando la oportunidad de reducir el déficit comercial que ofrecen la agricultura y la agroindustria. No avanzamos suficientemente en conocimiento, investigación y desarrollo técnico para generar oferta exportable diferente.

El consumo privado ha caído y apenas en el trimestre pasado dio señales de que puede comenzar a crecer. Este crecimiento ha sido muy exiguo y es muy vulnerable a cambios en la confianza, o en percepción de incertidumbre política. La política fiscal restrictiva, el aumento de los impuestos y el ambiente de temor que han inducido los escándalos de corrupción y la competencia entre las entidades de control y fiscalización no auguran una rápida recuperación de la demanda.

Muchos inversionistas se han desanimado porque no perciben un firme compromiso de aprovechar las oportunidades que brindan el acuerdo con las Farc y la posibilidad de otros acuerdos o medidas complementarias. La campaña de desprestigio del país en el exterior que adelantan segmentos de la oposición ha logrado que se deteriore severamente la confianza inversionista.

Fedesarrollo estima que el déficit fiscal va a permanecer alto en los próximos años y que no va a ser posible disminuir la brecha, que va en aumento, entre ese déficit y el que exige la regla fiscal. Esto podría dejar al Gobierno maniatado y dependiente casi que exclusivamente del banco central para continuar generando estímulos. Lo cual no va a ser sostenible si comienza a aumentar la inflación y si gradualmente se le pone fin al relajamiento monetario en las economías desarrolladas.

Le puede interesar:  “El cambio no es posible en cuatro años”: Gustavo Petro

Es necesario y urgente que el Gobierno recupere flexibilidad fiscal para poder responder a las exigencias del posconflicto, entre las que se destacan la necesidad de hacer crecer la economía, impulsar el campo y obtener cohesión social, como dijo Stiglitz en el foro de Confecámaras.

La regla fiscal no se necesita para contraer el gasto cuando se requiere, pero sí se opone a una expansión cuando esta es indispensable. Enfrentados al dilema de sacrificar crecimiento y paz para preservar la regla fiscal, no cabe duda acerca de qué escoger. Aunque la situación fiscal es apretada, no es necesario pensar en eso ahora, en especial porque, inexplicablemente, no hay todavía suficientes proyectos, pero valdría la pena renunciar a la regla fiscal cuando se pueda cumplir. El país no puede entregarles la autonomía del Gobierno para aplicar sus políticas a las agencias calificadoras de riesgo, que no tienen responsabilidad política; y ellas no se pueden negar a entender las exigencias de una situación como la que experimenta el país.

El gasto adicional anual de medio punto del PIB que exige el plan del posconflicto no altera la situación fiscal significativamente. Pero si la economía no crece vigorosamente, podría aumentar el endeudamiento público a niveles superiores a los que tradicionalmente inducen preocupación. Para financiar los proyectos del posconflicto una vez los preparen, lo indicado es recortar el gasto innecesario y no financiar lo que es nocivo para el buen funcionamiento de la economía. Por ejemplo, suprimir los subsidios que no benefician a los pobres y no programar ni distribuir ‘mermelada’. Esto último podría ser la pieza clave de la reforma política que se necesita, nunca se propone y solamente dos de los actuales candidatos a la presidencia serían capaces de emprender.

Última hora

Le puede interesar

[mc4wp_form id=”74432″]