Bogotá ha atravesado los últimos doce años por un pasaje oscuro y negativo, en donde la ciudad ha quedado rezagada en aspectos como: la seguridad, la movilidad, la calidad de vida y competitividad.
Episodios de corrupción en todas sus facetas han desestabilizado la gobernabilidad y a su vez la confianza de los ciudadanos en las instituciones. El constante debate hace más de 60 años sobre construir o no un metro, la contratación en nuevos estudios cada vez que hay un nuevo alcalde, la falta de voluntad política y el consenso ciudadano; han sido factores principales para desencadenar todo lo anterior.
En el constante debate mencionado, se ha dejado a un lado la construcción de nuevas troncales de Transmilenio, de tranvías, monorrieles, trenes y cables aéreos; hoy la ciudad está sumida en una pelea feroz entre taxistas, conductores de transporte privado, conductores del SIT, patos, ciclistas y vehículos particulares. En definitiva, la medida del pico y placa paso de ser un alinease te a la calidad del aire a ser una medida restrictiva donde no alcanza a compensar el crecimiento desbordado del parque automotor y el nulo crecimiento de la malla víal. En la capital según cifras oficiales se realizan 12.12 viajes diarios; 42% en el SIT, 26% en Transmilenio, 22% caros privado, 12% a pie y 13% en taxi.
Pronto llegará una nueva administración, muy seguramente con Peñalosa que ya a mencionado que modificara las proyecciones del actual metro planeado por Petro en donde la principal diferencia es que, el que él pretende construir sería elevado y no subterráneo, alegando temas económicos y de tiempo.
La gran decisión que tienen los bogotanos el próximo 25 de octubre es histórica, y parece que por fin están pensando seriamente en elegir un buen gobernante, ya que Enrique Peñalosa y Rafael Pardo se encuentran en la punta de todas las mediciones.
Lo bonito de este escenario es que Bogotá se ha puesto por encima de partidos políticos, ideologías e intereses y así lo demuestran las adhesiones que ha recibido Peñalosa; lo que nos demuestra la magnitud del desastre que hoy es Bogotá.
La ciudad no puede elegir alcaldes mediocres, demagogos e ineptos y resentidos por el mundo que, tengan delirios de persecución como el actual Alcalde. Necesitan a alguien que tenga claridad en los proyectos que piensa ejecutar en 4 años, entre los cuales 360 considera importantes; una verdadera y eficiente ampliación del aeropuerto el dorado que colapsó hace años y que le ha restado competitividad ala ciudad.
La construcción de un sistema de transporte que conecte al aeropuerto El Dorado con el futuro metro, con Transmilenio y que permita a los viajeros coger un sistema de transporte limpio.
La construcción de la ALO de nuevas vías y el mantenimiento a las miles que hoy están deterioradas, cables aéreos, y todo un mantenimiento y creación de nuevos espacios verdes.
Un Alcalde que garantice la trasparencia y gerencia que no tenga intereses particulares y que sea una combinación de técnicos con sentido social y que entre todos conformen un equipo de busque recupera la esencia de una Bogotá libre y productiva, y sobre todo, una Bogotá que genere sentido de pertenencia a propios y extraños.