Lluvias y dolor

Compartir

Por: Cecilia López Montaño.

Las imágenes de Mocoa están vivas en el corazón de los colombianos, y por ello se ha manifestado una solidaridad nacional con esta tragedia que ha sorprendido a muchos. Pero el dolor es irreparable y no habrá nada que impida el sufrimiento de los deudos de más de 300 muertos y la incertidumbre de las familias de los desaparecidos. Los niños nos parten el alma, tanto aquellos que murieron en medio de una angustia y un terror indescriptible, como esas criaturas que perdieron a sus padres, sin saber por qué. ¿Se imaginan además lo que pueden sentir aquellos que perdieron lo poco que habían adquirido? La noticia de que muchos de los afectados por esta avalancha son desplazados ha conmovido aún más a los colombianos.

Este doloroso recuento nace de la noticia de lo que les puede pasar a los 7 departamentos de la Región Caribe con este invierno. Es decir, en vez de ayudar, las lluvias producen dolor. Como lo señala EL HERALDO, el Ideam anota que en esta parte del país “están amenazadas 1,6 millones de personas que habitan en 164 municipios”. Y como si fuera poco, en una región donde las actividades agropecuarias son la base de ingresos de mucha gente, también se reconoce que hay “248.971 hectáreas en riesgo”.

Lo peor es que la historia se repite año tras año, con distintos niveles de gravedad. Es como si lluvias y dolor fueran una especie de sentencia inevitable. Pero no es así. Es el resultado de muchos errores en la planeación de los pueblos y ciudades, del desprecio por los temas ambientales, de los abusos de dueños de tierras que secan humedales, en fin, producto de nuestro desorden. ¿Cuánto hace que escuchamos la situación crítica de la Depresión Momposina y la Mojana?

Le puede interesar:  No hay derecho con Antioquia

Es hora de que la inmensa pobreza que persiste en esta parte del país, superior al promedio nacional; su ubicación en zonas inadecuadas; la concentración del desarrollo en las capitales de departamento y, sobre todo, el desinterés por resolver los dramas humanos de los pobres dejen de tomarse –como de hecho se hace– como parte del paisaje de la Región Caribe. Ya sufrimos las consecuencias de La Niña y parece que poco se ha aprendido.

Antes de que en nuestro suelo tengamos otra Mocoa, es hora de que estas poblaciones en alto riesgo, que con seguridad son pobres o muy pobres, reciban la atención que se merecen. Si hay que reubicarlas, con seguridad será una demanda significativa de recursos nacionales y regionales que debe contar con el apoyo de su dirigencia, que las ha olvidado por décadas. Sí, la solidaridad es positiva, pero lo que realmente se necesita es dejar que estas tragedias evitables se tomen como irremediables. Y estamos a tiempo. Lo más urgente es no dejar que las advertencias de las autoridades se olviden porque “es la ocupación urbanística en las rondas hídricas una de las mayores causas de estas tragedias”. Es un tema, entre otros, de planeación urbana, que muchas veces es atravesada por intereses políticos.

Última hora

Le puede interesar

[mc4wp_form id=»74432″]