Paz y reforma tributaria

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«La idea de gravar los dividendos no parece ser tan efectiva como creen los expertos tributarios y puede tener impacto indeseable en los precios de las acciones y la inversión de las corporaciones». 


POR: RUDOLF HOMMES

La macroeconomía y la paz ofrecen retos que se deben enfrentar simultáneamente. Se necesita una reforma tributaria, pero también hay que abrirle campo fiscal adicional a la paz. A la hora de tomar decisiones, después del plebiscito, la macroeconomía va a pesar enormemente, pero la paz tiene mayor jerarquía y prelación en este momento histórico.

Se intuye que la reforma tributaria que se va a llevar al Congreso no va a ser suficiente, ni estructural. Se presiente una cierta inconsistencia pues se necesita elevar el recaudo significativamente, pero se está hablando casi exclusivamente de la necesidad de reducirles impuestos a las empresas y de acabar con el impuesto a la riqueza. No da la impresión de que estos objetivos sean conciliables, a menos que aumente otro impuesto, lo  que hasta ahora no ha resultado oportuno proponer. Entonces hace falta pensar en mecanismos complementarios para cumplir las metas fiscales y las exigencias de la paz. La idea de gravar los dividendos no parece ser tan efectiva como creen los expertos tributarios y puede tener impacto indeseable en los precios de las acciones y la inversión de las corporaciones.

Una posibilidad concreta para reducir el desequilibrio fiscal es combatir la corrupción. Esta debe ser una prioridad de gobierno, sector privado y población, para darle respuesta al clamor popular y a la indignación de quienes advierten que es una de las mayores venas rotas del Estado. Es el camino que propone Humberto De la Calle en su discurso de La Habana: “Este marco es también una oportunidad para profundizar la lucha contra la corrupción. Este es un cáncer que nos devora. Arruina la legitimidad de las instituciones. Golpea duramente las finanzas públicas. Es un estigma que compromete por igual al sector público y al privado. Es verdad que los circuitos de la corrupción comienzan en la política, en particular en la política local. Es allí, en el seno de las formas vigentes de gobernanza donde se gesta la corrupción”. Es urgente hacerle caso y también a la propuesta de Iván Márquez de celebrar un gran acuerdo político nacional.

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Este tendría que tener un complemento económico. Una manera de concebirlo es imaginar cuales serían los componentes económicos que harían falta y que no están previstos en los gastos ya pensados del posconflicto. Se le podría dar prioridad a mayor igualdad o inclusión social organizando un gran salto en educación, destinando una porción significativa de las regalías a financiar, en primer lugar,  un programa nacional de apoyo a la primera infancia, y a la duplicación de cupos en las universidades públicas en un período que hay que determinar. Este es el complemento amplificador que le hace falta al programa “Ser pilo paga”. Sería también una manera de ponerle límite al desperdicio de recursos en los gobiernos territoriales. Esto podría estimularlos a elevar el recaudo del impuesto predial para compensar la pérdida de recursos e inducir responsabilidad fiscal territorial.

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