2022, un año «extremo»

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Por: Alberto J. Bernal-León

No recuerdo el día exacto, pero era octubre de 2018, antes de la asunción del presidente López Obrador, quien había ganado las elecciones en Julio de ese año por un amplio margen, pero quien solo sería posesionado en diciembre. Aterricé en el Benito Juárez y me monté en el Uber. En esos días se discutía mucho en México sobre la conveniencia de terminar la construcción del mega aeropuerto de NAIM, una mega obra de infraestructura que iba a dejar a la ciudad de México con el aeropuerto más moderno de toda América. La obra costaba US$13,300 millones. Las obras estaban adelantadas en un 35% en ese momento.

AMLO había propuesto hacer una consulta popular para preguntarle al pueblo si valía la pena terminar la obra del aeropuerto. El argumento de AMLO en ese momento era que el aeropuerto era una obra corrupta que solo le ayudaba a los intereses de Carlos Slim y sus allegados, y que por lo tanto era necesario pararla y en vez de eso construir un nuevo aeropuerto en la base militar de Santa Lucia. También AMLO le dijo al pueblo que el aeropuerto de NAIM era un error hacerlo porque había agua en el subsuelo, y porque podía afectar los patrones de migración de no se cuales aves. Le pregunté al conductor del Uber que cómo iba a votar, y el hombre me dijo que en contra de terminar el aeropuerto de Texcoco (NAIM).

Le dije que si había pensado cuanto le ayudaría a él que se duplicara el tránsito de turistas en la ciudad de México, que si había pensado en lo que significaba para México quitarle el trono a Panamá como el aeropuerto es escalas más importantes de Latinoamérica, que si había pensado en los costos de parar la obra sin terminar, de repagarle los bonos de deuda anticipadamente a los inversionistas y con un premium para evitar que demandaran a la nación por incumplimiento de contrato, etc., etc. La repuesta del conductor: «Señor, claramente usted sabe más que yo, pero ya viene siendo tiempo de que los pobres nos podamos equivocar en vez de que ustedes los ricos nos impongan sus ideas.» No dije nada más durante el resto del recorrido. AMLO ganó la consulta con 70% de los votos.

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Siento algo muy similar hoy en día en Colombia. Sé que la mayoría de los votantes de Petro saben que la idea de prohibir la explotación petrolera es una barbaridad macroeconómica, fiscal, y social. Sé que el votante promedio de Petro entiende que, si se acaba la fuente principal de ingreso de un país, muchos problemas vendrán. Lo sabe, porque el votante de Petro sabe que la cosa no es tan sencilla como decir, «me aburrí de vender seguros, desde mañana me volveré cantante y seré más exitoso que Fonseca». Sé que lo sabe, pero igual se hace el de las gafas porque «quiero un cambio» y punto. Estimo que entre 30 y 40% de la gente en Colombia hoy en día vota de esa forma totalmente irracional, y fomentada por un odio visceral contra «neoliberales» que «nos tienen viviendo en dictadura».

Pero confío en que entre 60 y 70% de la gente de Colombia no piensa así. Gente que, si se le explican las cosas, comienza a entender. Y en esa pedagogía entramos todos. Apreciado lector, en cualquier taxi que se monten, expliquen la cosa. «Señor taxista, la idea de imprimir dinero que tiene Petro, lo único que logra es incrementar la inflación como en Venezuela» …. «Señorita peluquera, decir no más petróleo es como decir que no peluquea más y se va a dedicar a buscar asteroides como profesión». Salvar el país es menester de todos. ¡Pilas pues!

¡Feliz año para todos!

@AlbertoBernalLe

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