Alias ‘Matarife’, de nombre Daniel Mendoza, es un sujeto de la peor calaña que bien representa la hondura del gobierno de Petro, ese asqueroso antro sumido en escándalos inacabables; y sus tosquedades, como la obscena forma de referirse a las mujeres, constituyen un ultraje para los colombianos, un pueblo decente y esforzado que a menudo es abochornado por sus dirigentes.
Nombrar a ‘Matarife’ como embajador en Tailandia —y hasta en el mismísimo infierno— es un insulto y una ofensa grave no solo contra las mujeres de este país sino contra toda la población en general. Ya Petro ha ido demasiado lejos nombrando en embajadas y consulados amiguetes que no tienen ninguna preparación ni cumplen con los requisitos exigidos para esos cargos, como para que ahora pretenda que nos represente un calumniador de oficio y un depravado que tiene por deporte herir y lastimar la dignidad de las mujeres.
Y mentir, porque este ruin individuo nos quiere hacer creer que sus vulgares trinos son producto de la promoción de un libro que escribió hace una década, pero nadie ha encontrado esas sucias ‘citas’ en ellos. Y aunque estuvieren, algo va de su chabacanería a la literatura erótica de un Aguilera Garramuño, a la cruda provocación de un Charles Bukowski o al descarnado atrevimiento de un Henry Miller. Es que cualquier basura no es arte.
Atropella la inteligencia de los colombianos el señor Petro al insinuar que las expresiones prosaicas y mediocres de su amigo ‘Matarife’ son “amor”. “¿Cómo esperan que prohíba el amor?”, se pregunta Petro en sus redes para defender la designación de este sinvergüenza que, al parecer, tuvo más dignidad que su patrón y renunció al nombramiento tras el escándalo. ¿Será que al señor Petro le siguen pareciendo “amor” esas porquerías si se le dedican a su hijita Antonella?
Claro que no fue el único traspiés de la semana. Petro venía regado, bufando oprobios por la caída de su nueva reforma tributaria en el Congreso, tratando de ‘malditos’ a los parlamentarios que no le quisieron caminar a ese despropósito y hablando de cancelar relaciones con las comisiones económicas de Cámara y Senado como si fueran de otro país. Y hasta calificando de “brutos” y descerebrados a los colombianos en un discurso de lunático que dio en San Andrés, en medio de uno de esos ataques de incontinencia verbal que sufren los drogadictos.
Una reforma tributaria peligrosa y malintencionada que iba a provocar un cataclismo en las finanzas de todos los empresarios, desde el más encumbrado hasta el más humilde, con el propósito de financiar un Gobierno ladrón, derrochador y de pobre ejecución que iba tras 12 billones de pesos adicionales a pesar de tener cerca de 100 billones del presupuesto de 2024 guardados en los bancos sin que se pueda hacer ya nada con ellos en estas dos semanas que faltan del año.
No obstante, el Gobierno hace alharaca y anuncia que el año entrante no podrá arreglar los helicópteros militares (que no ha arreglado en dos años), que no podrá solucionar el lío del Icetex, que recortará las transferencias a las regiones y mil cosas más. Patadas de ahogado porque hace rato se descubrió que la estrategia de Petro es crear crisis en todos los frentes para someternos a depender de papá Estado.
Por eso, el gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, persiste en mostrar que la región puede ser independiente del actual Gobierno y ha impulsado una sobretasa al consumo de energía eléctrica para invertir en temas de seguridad. El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, pide que no haya más impuestos y no apoya la iniciativa por ser, según se cree, lesiva para la economía. Sin embargo, ya la Seguridad Democrática demostró en su momento que nada estimula más el crecimiento económico que la seguridad. Mejorar el equipamiento de nuestros policías y soldados es un gasto útil que Petro nunca va a hacer y que es cada vez más necesario.
Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB
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