Objetividad con el nombramiento de Pedro Sánchez, nuevo ministro de Defensa

Colombia atraviesa una situación crítica en materia de seguridad, y lo que menos necesita ahora es que las disputas políticas se entrometan, generen más inestabilidad, desconfianza y socaven las instituciones.

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Hemos sido claros, diáfanos y contundentes al criticar la política de seguridad de este gobierno desde su posesión, así como lo hicimos con el gobierno de Iván Duque y con el de Juan Manuel Santos. Consideramos que el país ha transitado en una decadencia constante en lo relacionado con sus Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa, lo que ha derivado en la grave situación de inseguridad que enfrenta Colombia.

No entendemos qué ley o norma establece que no pueden haber ministros de Defensa de formación militar. Esa es la primera razón por la que muchos han reaccionado con escepticismo desde ayer. ¿Quién ha dicho que no se puede? ¿Quién dice que no se debe? Esa es la primera pregunta, más aún cuando hemos tenido ministros de Defensa civiles con desempeños deficientes, uno tras otro.

El último gran ministro de Defensa civil que tuvo Colombia, hasta ese momento, fue Juan Carlos Pinzón. Bajo su gestión, se dieron los golpes más duros contra el crimen y se avanzó significativamente en la lucha contra las guerrillas, los grupos paramilitares y los narcotraficantes. Sin embargo, después de él, hemos visto una degradación progresiva en la calidad de quienes han ocupado ese cargo.

Iván Velásquez, el ministro saliente, fue absolutamente incapaz de ejercer autoridad, influir en la tropa o enfrentar la criminalidad. No garantizó la seguridad de los ciudadanos ni de los uniformados. Se retira sin reconocimiento y con múltiples cuestionamientos. Antes de él, en el gobierno de Iván Duque, Diego Molano enfrentó un aumento en las operaciones de la delincuencia, atentados terroristas y el asesinato de cientos de soldados y policías.

Carlos Holmes Trujillo, en paz descanse, fue el más destacado ministro de Defensa de Duque. Aunque tuvo aciertos y devolvió a la tropa un sentido de pertenencia, enfrentó muchas limitaciones desde el Ejecutivo. A pesar de sus esfuerzos por modernizar la Fuerza Aérea con nuevos aviones y helicópteros, no encontró el respaldo necesario. Guillermo Botero, su antecesor, tuvo una gestión impresentable.

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Luis Carlos Villegas, ministro de Defensa en el gobierno de Juan Manuel Santos, tampoco dejó un legado positivo. Su administración debilitó a las Fuerzas Armadas y afectó su operatividad. Rodrigo Rivera y Gabriel Silva Luján también fueron ministros con gestiones deficientes.

Ante este contexto, cabe preguntarse: ¿quién en el círculo de Petro tenía el perfil para ser ministro de Defensa? ¿Preferirían a Irene Vélez, Gustavo Bolívar o Daniel Quintero? La oposición se equivoca al marcar todas las decisiones del presidente con etiquetas negativas. Si bien muchas de sus decisiones han sido erradas, no significa que todas lo sean.

Algunos sectores han lanzado afirmaciones irresponsables sobre un supuesto debilitamiento de las Fuerzas Militares o la preparación de un golpe de Estado. Sin embargo, es innegable que el general Pedro Sánchez tiene una trayectoria destacada en la Fuerza Aérea. No se puede reducir su hoja de vida al rescate de unos niños en la selva, como hizo el presidente Petro.

El general Pedro Sánchez es un hombre con un amplio recorrido y una trayectoria destacada en la Fuerza Aérea. Se ha caracterizado por su compromiso con la institucionalidad. Fue comandante del Conjunto de Operaciones Especiales en Colombia durante más de dos años y director del Centro de Doctrina Aérea y Espacial. Ingresó a la Fuerza Aérea en 1992 y es experto en pensamiento estratégico, prospectiva y estudios estratégicos. Ha sabido combinar la academia con la operatividad y tiene experiencia en combate como piloto de helicóptero. Conoce el país y su realidad.

Por estas razones, dentro del panorama actual, su nombramiento es positivo. Le deseamos la mejor de las suertes al nuevo ministro de Defensa, ya que la necesitará. La inteligencia de las Fuerzas Armadas está completamente desarticulada, el pie de fuerza es reducido, el presupuesto es limitado y las capacidades operativas son mínimas. No hay suficientes aviones ni helicópteros.

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El nuevo ministro, quien pasará al retiro para asumir el cargo —desmontando así el argumento de que su nombramiento implicaría la salida de más de 30 generales—, tiene la oportunidad de hacerle ver al presidente, y ojalá así sea, que es necesario un cambio radical en la estrategia de seguridad. Es fundamental combatir a los criminales que hoy atacan a las Fuerzas Armadas y a la población civil.

Como país, debemos centrarnos en lo realmente importante y llegar a acuerdos sobre estos temas. No todo es política ni se trata de atacar a un presidente por atacarlo. En este caso, se ha nombrado a una persona con experiencia comprobada, íntegra y decente, que no debe ser etiquetada como petrista o no petrista simplemente por haber sido designada por Petro.

Desde esta tribuna, expresamos nuestro apoyo irrestricto y hacemos un llamado a la unidad de las Fuerzas Armadas, a la obediencia a la Constitución, a las leyes y normas colombianas, y al compromiso inquebrantable con la protección de la población colombiana. Ojalá el nuevo ministro logre convencer al presidente de la urgente necesidad de una mayor inversión en las fuerzas militares.

Buena suerte, ministro, y que Dios bendiga a Colombia.

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