El Banco de la República decidió este viernes 27 de junio mantener inalterada su tasa de interés de política monetaria, ubicándola en 9,25%. La decisión, tomada en medio de un entorno económico complejo, se alineó en gran medida con las expectativas del mercado y de los principales centros de análisis económico del país.
Leonardo Villar, gerente del Banco de La República, explicó que «Entre abril y mayo la inflación anual mostró un descenso marginal al pasar de 5,2% a 5,1%. La inflación básica sin alimentos ni regulados se redujo de 4,9% a 4,8%. La rigidez en canastas importantes como las de alimentos y servicios, y cierto repunte en la de bienes, explican este comportamiento».
«El aumento en el déficit fiscal previsto para 2025 y los años venideros constituye un reto para la sostenibilidad de las finanzas públicas y reduce el margen de maniobra para el relajamiento de la política monetaria», dijo.
El minsitro de Hacienda, Germán Ávila, fue contundente y dijo que «El Gobierno no comparte esta decisión».
¿Qué decían los analistas sobre la tasa de interés?
Previo a esta determinación, la Encuesta ANIF de junio de 2025 ya reflejaba un amplio consenso entre los analistas consultados. El 78,9% preveía que la Junta Directiva del Banco mantendría la tasa en 9,25%, mientras que el 21,1% estimaba un recorte de 25 puntos básicos. La mayoría coincidía en que, dadas las condiciones actuales, una postura conservadora era la más prudente.
La inflación, aunque en descenso, no mostraba aún señales contundentes de convergencia hacia la meta del Banco Central. En mayo, el dato anual fue de 5,05%, con una leve baja respecto al mes anterior. La mayoría de los analistas proyectaban un cierre de año por encima del rango meta, con una mediana de 4,5%, y estimaban que solo hasta 2026 se alcanzaría una inflación cercana al 3%.
Por otro lado, la actividad económica ofrecía señales mixtas. Mientras sectores como el comercio y los servicios financieros mantenían un desempeño positivo, otros como la industria y el agro continuaban en contracción. La brecha del producto —que mide la distancia entre el PIB real y el potencial— se mantenía en terreno negativo, con una estimación mediana de -0,5%, reflejando subutilización de la capacidad productiva.
Respecto a la votación al interior de la Junta del Banco, la mayoría de los analistas había anticipado una decisión dividida. Un 78,9% proyectaba que habría tres miembros en disenso, y los nombres más mencionados como posibles disidentes eran Germán Ávila, Laura Moisá y César Giraldo. En contraste, solo una entidad, Lulo Bank, preveía unanimidad en favor de un recorte.
A nivel fiscal, los analistas también habían señalado que el deterioro de las finanzas públicas era un factor crítico para la decisión monetaria. El reciente Marco Fiscal de Mediano Plazo proyectaba un déficit del 7,1% del PIB para 2025, lo que llevó al Gobierno a activar la cláusula de escape de la regla fiscal. Este escenario podría comprometer la credibilidad del país ante los mercados y organismos multilaterales, afectando incluso la renovación de la Línea de Crédito Flexible con el FMI.
A esto se sumaba la incertidumbre internacional. Mientras la Reserva Federal de EE. UU. mantenía su tasa sin cambios, el Banco Central Europeo ya había recortado sus tipos en abril. Sin embargo, los riesgos globales derivados de tensiones geopolíticas y políticas arancelarias complicaban el panorama externo para economías emergentes como la colombiana.
Con todos estos elementos sobre la mesa, el Banco de la República optó finalmente por [acción], en una decisión que confirma [el tono conservador de la entidad / la presión por impulsar la reactivación / el compromiso con el control inflacionario], y que marcará el rumbo de la política monetaria para el segundo semestre de 2025.