El fin del cuento feliz: por qué necesitamos una nueva narrativa de sostenibilidad

Hoy, la mayoría de estrategias de sostenibilidad se basan en una premisa equivocada: “podemos seguir igual si hacemos algunos ajustes”.

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Hay algo que casi nadie se atreve a decir en voz alta: la sostenibilidad, tal como la conocemos, es un relato de ficción. Y no de ciencia ficción. De autoengaño. Una historia reconfortante, diseñada para no incomodar. Un relato donde las empresas pueden seguir creciendo, contaminar un poco menos y aplaudirse entre sí en eventos de “impacto”. Todo mientras el planeta colapsa en tiempo real… y los reportes anuales siguen llenos de buenas noticias.

Esa historia está llegando a su fin. Muchos líderes aún piensan que el clima es una amenaza externa. Que la biodiversidad es un tema ambiental. Que habrá tiempo para adaptarse cuando llegue la regulación. Pero el riesgo no viene de afuera. Está en el corazón del modelo de negocio. Dependemos de una infraestructura natural —clima, agua, suelos, biodiversidad— que ya está alterada, y que ni siquiera aparece en nuestras hojas de cálculo.

Tu negocio no está “expuesto” al cambio climático. Tu negocio está construido sobre una estabilidad climática que ya no existe. ¿Te imaginas una empresa que no sepa cuánto gasta en energía o logística? Eso mismo pasa cuando ignoramos la base ecológica que sostiene cada sistema productivo. No se ve. No se mide. Pero es crítica. Y cuando falla —porque ya está fallando— todo colapsa. No “en 2050”. ahora. En tiempo real.

Hoy, la mayoría de estrategias de sostenibilidad se basan en una premisa equivocada: “podemos seguir igual si hacemos algunos ajustes”. Medimos huellas, firmamos compromisos, lanzamos campañas. Pero no cuestionamos el modelo de negocio, ni la relación tóxica entre rentabilidad rápida y destrucción lenta. Y ese es el verdadero riesgo: no es climático. Es financiero mal entendido. Porque lo que no modelas… igual te golpea.

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No se trata de salvar al planeta. Se trata de no destruir la base que hace posible el valor, el empleo, la inversión. Si tu empresa necesita clima estable, agua limpia y estaciones predecibles, tu rentabilidad depende de algo que estás degradando tú mismo. Eso es riesgo endógeno. Y seguir ignorándolo no es solo irresponsable. Es una mala decisión de negocio.

La pregunta ya no es cómo se ve tu estrategia ESG. La pregunta es: ¿puede tu modelo seguir generando valor en un mundo que ya superó sus límites? Si no puedes responder eso, todo lo demás es decoración sobre un sistema en cuenta regresiva. El cuento feliz se acabó. La sostenibilidad no es un atributo. Es una condición. Y el liderazgo real no se medirá por cuántas veces dijiste “verde”, sino por cuánta disfunción fuiste capaz de rediseñar antes de que fuera tarde.

Porque la narrativa actual no está diseñada para transformar, sino para tranquilizar. Y en un mundo en crisis, contar las cosas bonito ya no basta: necesitamos contar lo que duele para empezar a cambiar lo que importa.

Por: Armando Russi

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