Del populismo en el poder al populismo en campaña

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Este escenario, que puede resultar trascendental para determinar el futuro de los colombianos en los próximos años, presenta una contienda compleja entre outsiders, casas de tradición política, partidos tradicionales y movimientos emergentes que se alinean con ellos. En este tablero de ajedrez político se vislumbran los posibles resultados, más allá de los candidatos ya definidos por el petrismo o de aquellos que se perfilaban con mayor protagonismo de cara a la consulta del 26 de octubre, en la cual el precandidato Iván Cepeda se hizo con la victoria, confirmando la fuerza de las corrientes internas del petrismo y su capacidad de mantenerse cohesionadas frente al debate nacional.

En la derecha, por su parte, aún no existe claridad respecto de quién asumirá la candidatura oficial tras los resultados de las consultas internas del Centro Democrático. Se espera que, conforme a las reglas internas, el presidente del partido y Álvaro Uribe Vélez, líder natural de esta colectividad determinen en última instancia la dirección política y se defina el nombre del candidato o candidata que les representará de cara a las próximas elecciones. Entre tanto, figuras como Abelardo de la Espriella y Vicky Dávila, quienes encarnan el perfil de “outsiders”, han venido ganando notoriedad mediática —especialmente el primero—, con un discurso que mezcla provocación y estrategia comunicativa en un escenario político cada vez más mediático y emocional.

Todos estos acontecimientos y coyunturas comparten un elemento común: la influencia de corrientes internacionales que inciden sobre el panorama político colombiano. América Latina atraviesa transformaciones significativas: Bolivia ha experimentado un cambio presidencial de gran preponderancia; Perú, casi de forma cíclica, ha vuelto a modificar su gobierno; y las dinámicas regionales siguen mostrando signos de inestabilidad. Colombia, naturalmente, no es ajena a estas fuerzas externas, y su proximidad geográfica y política con Venezuela repercute en el comportamiento electoral y en la configuración de los debates sobre seguridad, salud, estabilidad macroeconómica, sanidad fiscal y, por supuesto, sobre los procesos de paz y su administración, temas de enorme sensibilidad para un país con una larga trayectoria en conflictos internos.


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De forma ilustrativa, verán más adelante un gráfico correspondiente al Índice de Populismo Latinoamericano de 2018, que permite dimensionar la magnitud del fenómeno en la región. En dicho índice, Colombia se ubicó como el sexto país más populista, con una puntuación de 14,50 en populismo general, 14,10 en populismo económico, 14,80 en populismo institucional y 0,47 en retórica populista. Los países que superaron a Colombia fueron El Salvador, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Venezuela. Para tener una referencia, el populismo general en El Salvador alcanzó 27,50, en Ecuador 38,40, en Nicaragua 40,30, en Bolivia 45,50 y en Venezuela un abrumador 79,80, el más alto de toda Latinoamérica en aquel año. Estos datos, más allá de su frialdad numérica, reflejan una tendencia ascendente del populismo regional y permiten entender el contexto en el que se mueve Colombia: una nación que, por primera vez en su historia, atraviesa un gobierno de izquierda con un evidente tinte populista y que se enfrenta a la prueba de sostener su discurso en hechos concretos.Del populismo en el poder al populismo en campaña

En este panorama, hay un elemento transversal que no se puede soslayar: el populismo, como fenómeno que se expande con facilidad y se asienta tanto en la izquierda como en la derecha, y que no discrimina entre clases ni estructuras. El petrismo, en particular, enfrenta críticas derivadas de afirmaciones apresuradas y contradicciones entre el discurso y la realidad: la economía no marcha con la solidez esperada, la delincuencia y la inseguridad crecen, y la diplomacia se ve afectada por una retórica que intenta reemplazar la gestión efectiva con justificaciones y personalismos. Estas contradicciones —que incluyen incluso la tendencia a culpar al propio gabinete— reflejan una disonancia entre la narrativa oficial y los hechos concretos de la administración nacional.

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De cara a lo que viene, Colombia enfrenta una encrucijada decisiva. El centro político —si logra cohesionarse— podría tener un papel relevante, con figuras que han intentado sostener un discurso moderado y técnico, como David Luna, Juan Manuel Galán, Mauricio Cárdenas o Sergio Fajardo. El tablero político es diverso, pero también volátil: algunos actores muestran determinación y estructura; otros, una peligrosa improvisación. Sin embargo, lo que parece claro es que los colombianos nos veremos nuevamente ante la disyuntiva de elegir entre distintos rostros del mismo fenómeno: el populismo pendular de izquierda a derecha, que disfrazado de neutralidad, puede terminar reproduciendo los mismos vicios que dice combatir.

Por: Andrés David Rico Salazar- @AndresDRico

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