EDITORIAL
Si el presidente Duque quiere una verdadera y rápida activación en la economía, tendrá que radicar esa reforma la primera semana luego de su posesión.
En todo país del primer mundo está claro que no se puede destruir la gallina de los huevos de oro, como diríamos en Colombia, sino que por el contrario, las empresas hay que cuidarlas y darles todas las garantías y herramientas para que puedan crear los mejores ambientes laborales que contribuyan al desarrollo del país.
En Colombia, lastimosamente, ha permeado el debate económico la disputa de ideología entre izquierda y derecha, y lo pudimos ver en la última campaña presidencial, en la cual Gustavo Petro decía que antes había que aumentarle el impuesto a las empresas y que había que subir salarios, mientras que el ahora presidente Duque defendía el postulado de bajar impuestos, subir salarios y claramente hacer ajustes.
Y es que en el fondo de toda esta trama, de este debate tan complejo que tiene de largo y ancho para cortar durante meses, hay una realidad: el Gobierno es como una empresa que cuenta con ingresos, salidas, capacidades y facilidades de préstamo, y obviamente tiene unas posiciones privilegiadas de explotar recursos naturales y de trabajar a nivel internacional, en aperturas de mercado para que venga inversión a nuestro país.
Colombia, aunque sigue siendo un país no muy atractivo para el mundo a nivel de inversión, pues ha gozado de una muy buena suerte y se ha consolidado como uno de los países más atractivos para la inversión, y si bien no estamos cayendo en contradicción por lo que acabamos de decir, aclaramos que no es lo suficientemente atractivo por su déficit de infraestructura, como puertos, aeropuertos, líneas férreas, transporte fluvial y autopistas de cuarta y quinta generación, por lo cual hacer comercio o transitar al interior del país se vuelve costoso, inseguro y lento, ineficiente.
Adicional a lo anterior, si uno revisa los sectores que más recibieron inversión fueron transporte, almacenamiento y comunicaciones, con más de 3.460 millones de dólares; luego siguió el petróleo con 3.450 millones de dólares, y luego los servicios financieros y empresariales con 1.662 millones de dólares. En este caso, podemos relacionar la multa que se le formuló a las empresas Claro en Colombia y Movistar de 4.7 billones de pesos, y que según el ministro de Hacienda, se iba a invertir en telecomunicaciones pero que se haría también en otros sectores. Fue el fallo más grande en términos económicos a favor de un Estado en la historia de América Latina.
Lo anterior es negativo, y no estamos apoyando que se desconozcan las reglamentaciones y leyes de un país y que todas las tengan que cumplir, sino que esta clase de medidas de inestabilidad jurídica ahuyentan la inversión, hacen que crezca la inseguridad en todas las mesas y fondos a nivel internacional que buscan países para llegar con sus capitales, pues ven que no hay en definitiva una solidez, como también ha afectado el asunto político en nuestro país esas mismas ganas de empresas y fondos de inversión de llegar a Colombia, pues la disputa entre izquierda y derecha tornan el ambiente político en Colombia enrarecido, y eso realmente no le gusta a los mercados.
Lo que Duque debería hacer si quiere empezar con el pie derecho, es emular lo que hizo Donald Trump, quien fue electo Presidente y de inmediato radicó la reforma tributaria para que Estados Unidos se reactivara y tuviera los números que tiene hoy, no solamente bajar la tasa para las empresas casi 15 puntos, sino que lo que se conoce hasta el día de hoy es que esa reforma fiscal ha impulsado la economía de Estados Unidos de una manera sobresaliente. Ha crecido 4.1% en este año, y la renegociación de tratados a nivel internacional ha ayudado a que Estados Unidos goce de un mejor equilibrio, que en consecuencia y según lo anunció Duque, pues también se puede revisar en Colombia; también anunció que no firmaría más tratados de libre comercio.
En Estados Unidos se eliminaron los impuestos a las herencias, de más de 22 billones de dólares; se simplificaron los trámites de impuestos, que es algo que en Colombia nos sigue matando, pues hay que pagar entre seis y diez impuestos, algo que es desgastante y que incluso hace más difícil cumplirle al Estado con las obligaciones que se tienen. Aunque en la última reforma tributaria se redujeron algunas líneas de impuesto, siguen siendo demasiado amplias. Por ejemplo, para una empresa pagar Industria y Comercio, la renovación de la Cámara de Comercio, el impuesto de renta, el IVA, la retención en la fuente, el ICA, el gravamen a los movimientos financieros, el impuesto al patrimonio, entre otros que se van sumando de a poco, más lo que se pagan a trabajadores, pues vuelve más complejo el sistema tributario.
México es uno de los países pertenecientes a la Ocde, en donde los trabajadores y las empresas pagan menos impuestos, mientras que la tributación promedio en los países de esta organización es de 25.5% del salario bruto, en México es del 10.8%; en Bélgica se pagan 40.7% de impuestos sobre la renta más las contribuciones de seguridad social de los empleados con un porcentaje de salario promedio bruto, seguido de Italia con 31.1%, Francia con 29.1% y Estados Unidos 26%; la Ocde está en 25.5%, Reino Unido en 23.3%.
Colombia, sigue pagando impuestos al consumo incluso más altos que Suiza y Estado Unidos. Las tasas, aunque no son las más altas a nivel mundial, son bastante injustas teniendo en cuenta el panorama que hemos plasmado hasta acá. Por ejemplo, es llamativo que el trabajo sea la principal fuente de ingresos por impuestos para el Gobierno, eso sucedía hasta el 2015; han pasado tres años y no se ha establecido una política que busque cambiar ese sentido, porque siempre ocurre que cuando el Gobierno no tiene dinero, sale a buscarlo en los bolsillos de los contribuyentes, y pasa lo que sucedió en 2017: el consumo se frenó, se desaceleró la economía, aumentó la inflación, la incertidumbre creció y los mercados de capital se congelaron. En esa situación, es necesario que el presidente Duque adelante de inmediato un recorte sustancial y profundo del Estado, que es sumamente grande, es oneroso para el tamaño de Colombia; debe eliminar tantos puestos que hoy no se necesitan, tantas entidades que hoy no tienen ninguna función clara, y que tenga una política de eficiencia.
Esto demuestra que los recortes de presupuesto que le heredó Santos al presidente Iván Duque, y es suficiente con mirar el recorte del presupuesto de la Presidencia. La oficina del nuevo mandatario tendrá 46% menos de recursos en 2019, que con los que contó Santos en 2018; se recortan los presupuestos al Dane, al sector de deporte y recreación, a minas, a ciencia y tecnología, entre otros.
Iván Duque también se verá en la obligación de ampliar la base gravable, que es una recomendación de la Ocde pero también es una realidad que todo país necesita. El país recibe 19.8% del Pib, menos del promedio de Latinoamérica, y de la Ocde 34.3%, así que más colombianos paguen impuestos sin que esto signifique que van a pagar millonadas, no es así, es adoptar una cultura de responsabilidad y que cada colombiano aporte un grano a la construcción de su país desde impuestos mínimos; anualidades desde 100 mil pesos, por lo menos. Que todos paguen impuestos aportando al país y así alimentar un sistema más justo y equilibrado.
Ojalá Duque tenga esto como prioridad, reactive la economía, recorte el tamaño del Estado y del gasto innecesario en burocracia y clientelismo, aumente la base gravable, le dé exención de impuestos a ciertas empresas que están creciendo, que por lo menos tengan dos o tres años de respiro, sobre todo si están creando empleo formalizado; que por primera vez en Colombia felicite, premie e incentive a la empresa legal y no que la castigue con altos impuestos y sanciones.