Esta publicación hace parte de la tercera edición de la Revista 360, la cual puede encontrar en el siguiente enlace: https://issuu.com/revista_360/docs/revista_360_edicion_3-2
Por: Steven Jones Chaljub – Consultor e investigador en estrategia organizacional,seguridad y defensa
La Hidra es un ser mitológico de tradición greco-romana que se caracteriza por tener múltiples cabezas de serpiente con la habilidad de regenerarse. Cuentan las sagas que cuando Hércules/Heracles luchó contra la Hidra vio cómo tras cortar una de sus cabezas aparecían dos más donde quedaba la herida. ¿A qué les suena? Si ustedes lo piensan un poco, la historia de la Hidra se asemeja mucho a los problemas de seguridad que Colombia viene enfrentando desde principios de los años 90.
Colombia, al igual que muchos otros países, emplea como táctica en su Fuerza Pública la búsqueda, captura, judicialización y/o neutralización de individuos claves de las organizaciones criminales. Prueba de ello son las recompensas y operaciones que para dar con los cabecillas,como fueron anteriormente el Secretariado de las Farc y ahora personajes como ‘Guacho’. Esta táctica se conoce vulgarmente como ‘decapitación estructural’ y tiene como objetivo causar el colapso de un grupo por ausencia de liderazgo y cohesión.
El problema con la ‘decapitación estructural’ es que es sumamente costosa y, al igual que le sucedió a Hércules/Heracles, no le está funcionando a Colombia. Por ejemplo, antes hablábamos de las AUC, luego del Clan Úsuga y Urabeños, y ahora del Clan del Golfo; misma gente diferente nombre. Lo mismo ocurre con la anterior FARC y los diferentes combos que asolan las ciudades del país. La pregunta es, entonces, ¿por qué sedan estos cambios?
Una de las grandes razones por que el país sigue lidiando con amenazas esencialmente similares, es que se mantienen las fuentes económicas que sirven tanto de incentivo y gasolina para los miembros de estas organizaciones. Tomen como referencia el comercio de drogas ilegales que mueven millones de dólares en efectivo y armas a nivel internacional. Es poco probable que con tanta plata de por medio todos los miembros de una organización que mueve drogas regresen a sus casas a vivir del trabajo o estudiar luego de la desaparición del ‘jefe’ o ‘patrón’. Muy por el contrario, muchos ven una oportunidad de crear su propio negocio, lo cual lleva a la aparición de nuevas estructuras.
Como sociedad hemos sido llevados a pensar que la desigualdad es la fuente de todos los problemas, pero eso no es verdad. Si bien es cierto que algunos crímenes son causados por física necesidad, también es cierto que la pobreza no justifica atentar contra la vida de otros. Es más,la experiencia demuestra que los sistemas que intentan instaurar igualdad por la fuerza fallan terriblemente, algo completamente diferente es que el Estado garantice las necesidades básicas en la población. En cualquier caso, vale la pena replantearse si ese comportamiento de Hidra en las organizaciones criminales colombianas es necesariamente un asunto de falta de oportunidades o consecuencia de la cultura del todo vale,ambición y mínimo esfuerzo posible. De esto último tenemos que darle las gracias a los famosos capos de la droga de los años 90 y al morboso comportamiento de los medios que persisten en seguir idolatrándolos.
Existe otra razón más, aparte del dinero, que vale la pena mencionar, y es el tema de la autoestima. La autoestima es,de forma general, el sentirse valioso; sentimiento que se construye desde la opinión que uno tiene de sí y desde los estímulos dados por el entorno. Este asunto no puede ignorarse, pues hay quienes encuentran en la violencia la forma de sentirse valiosos y apreciados por su comunidad. Y es que el poder que generan los medios de violencia brinda prerrogativas sociales que vuelven al individuo una clase de celebridad envidiada. Esto es sumamente adictivo, y no todos están dispuestos a dejarlo ir para regresar a ser ‘nadie’. Es más, la gran mayoría de los miembros de las organizaciones desean el desvanecimiento de la cabeza para probar los beneficios del poder.
La respuesta frente a qué puede hacer Colombia ante este panorama es replantearse la ‘decapitación estructural’, y abrir el debate frente a posturas alternativas para combatir las fuentes que permiten alas organizaciones criminales mantenerse en el tiempo. Países como China, Singapur,Malasia, Indonesia y Rusia han demostrado ser exitosos endureciendo completamente los castigos, empleando pena de muerte y cadena perpetua para ciertos crímenes o actividades. Otros países, por el contrario, han preferido la regulación estatal y el mercado como caminos para responder a temas que les resultaron ser punitivamente inmanejables, como fue Estados Unidos con el licor.
Sea cual sea la decisión que tome Colombia, el país debe tener presente que el sistema de justicia va de la mano con los esfuerzos de la Fuerza Pública, y que actualmente este está causando una sensación completa de impunidad y alcahuetería. Si no fuera así, no habría tanto reincidente en las calles, las cárceles no serían universidades del crimen, y la ciudadanía no seguiría saldando cuentas por mano propia.
La lección a aprender de la historia dela Hidra es que el país no puede seguir cortando cabezas indefinidamente, primero porque tarde o temprano terminará exhausto y quebrado, y segundo porque no está llegando a ningún lado. El héroe terminó con la criatura mítica cauterizando las heridas que hacía su espada, es momento que nosotros los colombianos seamos así de inteligentes.