Adiós a la cuarentena, pero sigue la pandemia

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Después de cinco meses hay conciencia de que cuidarse es un asunto personal que ya no puede seguir dependiendo del Estado, pues la avidez de libertad ha terminado por eximirlo de toda culpa.


Por: Saúl Hernández Bolívar

Habíamos dado por descontado que el gobierno daría fin a la cuarentena cuando se llegara al pico de contagios y la curva entrara en franco descenso. Sin embargo, la cuarentena se dio por concluida a pesar de que seguimos en una especie de altiplano con alrededor de 10.000 contagios y 300 muertes diarias, por lo que es dable concluir que el covid-19 está en pleno apogeo en Colombia.

Es más, según expertos, el pico se alcanzó en algunos lugares como Leticia, Tumaco, Cartagena y Barranquilla, pero en las principales ciudades, como Bogotá y Cali, apenas llegará hacia el 10 de septiembre, mientras que en Medellín solo se alcanzaría hacia el día 21, sin que ello signifique que a la mañana siguiente se iniciará el esperado declive en el número de casos de muertes y contagios.

Entonces, ¿por qué pasar de una cuarentena declarada a un estado de sálvese el que pueda? A decir verdad, la cuarentena en Colombia fue poco respetada. Si acaso, funcionó bien por unas semanas a finales de marzo y buena parte de abril, pero rápidamente perdió efectividad y se ahogó en medio de la indisciplina social. Miles salieron a las calles con el argumento de tener que hacer compras de primera necesidad, como alimentos y medicinas, pero ha sido más desconcertante ver la profusión de fiestas, paseos y hasta orgías; eventos que, en algunos casos, han terminado en enfrentamientos con las autoridades.

También se rompió el aislamiento por las condiciones sociales del país: un gobierno que ha hecho un enorme esfuerzo fiscal a pesar de lo cual no ha llegado con sus subsidios a todas las gentes que los necesitan ni en la cantidad requerida para sobrellevar el confinamiento. Un alto porcentaje de la población en la informalidad, viviendo en condiciones de hacinamiento, sin medios para teletrabajar (en los casos en que es posible) o para estudiar a través del internet. Un tejido empresarial muy frágil cuya supervivencia depende de la dinámica del día a día.

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Sin duda, la pandemia ha puesto al Gobierno contra la pared. Mientras algunos critican las pocas restricciones del final de la cuarentena —sobre todo los médicos—, otros exigen que los sectores productivos sean reactivados en su totalidad y se vuelva a la vida normal de antes. Incluso, muchas de las más férreas críticas de esta emergencia se originaron en el afán del Gobierno de cuidar a la población mayor, que era la más afectada por el coronavirus. Y si no se hubieran tomado tantas precauciones con los ‘abuelitos’, las críticas habrían sido más ácidas. Es la lógica del ‘palo porque bogas y palo porque no bogas’, frase alusiva a los condenados a galeras en la antigüedad.

No obstante, después de cinco meses hay conciencia de que cuidarse es un asunto personal que ya no puede seguir dependiendo del Estado, pues la avidez de libertad ha terminado por eximirlo de toda culpa y ahora la consigna pareciera ser la de volver a la normalidad a cualquier precio, aun a costa de los que tengan que morirse. Por fortuna, ya hay por lo menos cinco vacunas en fase final de investigación y en etapa anticipada de producción para empezar su comercialización, distribución y aplicación lo antes posible, este mismo año. Probablemente en octubre empecemos a seguir el periplo de las vacunas como si se tratara de la gira de la banda de rock más grande de todos los tiempos, con lo que se quedarán bailando solos los que pretenden que la pandemia se lleve por delante al 2021 también, pues estos sí tienen el evidente interés de moldear una nueva sociedad. Además, la pandemia se está desacelerando en todo el mundo, y los rebrotes no son tan graves como se esperaba, lo cual son buenas noticias.

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Lamentablemente, esos conspiranoicos antivacunas que andan por ahí inventando toda una serie de teorías ridículas, como el que la vacuna tendría un chip para ‘controlarnos’, lo único que van a lograr, al negarse a ponérsela, es que esta pandemia dure más tiempo y afecte a más personas. Ya en Colombia superamos los 600.000 contagiados y los 19.000 muertos en solo seis meses. Y pensar que Medellín era satanizada como la ciudad más violenta del mundo cuando tenía 6.000 homicidios al año. Por eso, seguir negando la peligrosidad del covid-19 es un absurdo; si bien es cierto que su letalidad es relativamente baja, también lo es que las cuarentenas han ayudado a mantener a raya su capacidad de contagio, que es de crecimiento exponencial. ¿Han oído de la ‘Leyenda de Sisa’, sobre el premio que se le ofreció al inventor del ajedrez? Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Leyenda_de_Sisa

Para muchos, el Gobierno hizo la de Pilatos y tomó una decisión apresurada. Ahora nos toca a todos hacer lo mismo: lavarnos las manos con frecuencia, usar tapabocas, no tocarse la cara, evitar las aglomeraciones, no salir si no es necesario, etc. Toca cuidarse hasta que baje la curva: no por mucho madrugar amanece más temprano.

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