Una mala idea

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El confinamiento ocasionó un parón tanto de la oferta como de la demanda, de la producción y del consumo. Según Min Hacienda, este año el producto interno bruto caerá un 7,7%, la peor cifra de nuestra economía desde que tenemos estadísticas.


Por: Rafael Nieto Loaiza

Ello se ha traducido en un crecimiento enorme del desempleo. Para octubre, era todavía un 14,7%, un 40% más que al primero de enero. Mal contados, un millón adicional de desempleados. Y según la Universidad de los Andes, un 15% más de pobreza.

Por eso no creo que haya nada más importante y vital que crear tanto empleo como sea posible. Y solo puedo hacerlo el sector privado.

Según el DANE, para octubre el gobierno generaba solo el 4% de los empleos. Por razones obvias, ese porcentaje es mayor de lo habitual. Los funcionarios públicos fueron los únicos que no han tenido en riesgo sus empleos.

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Por eso no comparto la iniciativa de reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales que se está tramitando en el Congreso. Tiene una buena intención, aliviar la carga de quienes hoy tiene trabajo y darles más tiempo libre. Pero tiene un triple efecto negativo, aún peor en la situación actual, donde la economía está en recesión, el tejido empresarial ha quedado seriamente erosionado por cuenta del confinamiento y desaparecieron miles de micro y pequeñas empresas: por un lado, hace al país menos competitivo; por el otro, aumenta los costos salariales de producción en un 20% (el porcentaje en que se disminuyen las horas de trabajo y que deberían ser reemplazadas) y, finalmente, desestimula la creación de nuevos empleos porque en la práctica los hace más costosos.

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Lo que sí debemos hacer es tomar medidas para crear empleo. Muchos y muy rápido.

Concentrarnos en esos cuatro millones de colombianos desempleados que son, junto con sus familias, los que más están sufriendo. De ser finalmente aprobada, la medida no solo no aliviará el agudo problema del desempleo, sino que lo agravará. Y solo contribuirá a hacer más gravosa la situación de los empresarios, ya agobiados por la crisis, la excesiva carga fiscal, la burocracia y la tramitología, la corrupción y los cuellos de botella de la productividad nacional.

Y si para rematar, como ya han anunciado, el próximo año suben los impuestos.

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