En nuestro editorial para hoy jueves 23 de junio, quisiera analizar la constante de un llamado a la unidad que hace un presidente cuando es electo.
Si revisamos, en el tiempo nos encontramos con que en cada discurso, desde el de victoria, hasta el de posesión, los mandatarios colombianos han hecho un llamado a la unión, a la reconciliación, a dejar de lado los odios, los egos, el rencor, la venganza, el sectarismo, entre otros males que son naturales en la democracia.
Pero a la hora de la verdad, lo que no encontramos tanto en esos casos como ahora mismo, es que no solamente muchas barras bravas de esos presidentes siguen matoneando en redes sociales, amenazando y atacando de todas las formas posibles. Sino que incluso en el ejercicio de los gobiernos comienzan las formas más gruesas de discriminación que se puedan conocer.
Lo anterior, no solamente ocurre en gobiernos presidenciales, ocurre también en gobiernos municipales y departamentales, en donde en muchas ocasiones quienes llegan al poder creen que este es eterno y que son una especie de emperadores; en donde pueden desde allí despachar todo su veneno y descargar sus baterías de venganza contra quienes fueron sus opositores, cosa que solo aporta a la polarización negativa, no a la positiva que es propia de la democracia; de la discrepancia en el terreno de las ideas y los conceptos que se puedan tener sobre el país.
Acá quisiéramos hacer un alto en el camino y hacer un llamado que ojalá no se lo lleve el viento o sea un canto a la bandera, y es, tanto al nuevo presidente de los colombianos, Gustavo Petro, como a los mandatarios hoy vigentes en todo el país.
Primero, las polarizaciones negativas; esa constante confrontación dañina y tóxica, no trae nada bueno ni para ellos, ni para los opositores, en total no le trae nada bueno al país. En otro plano, la capacidad que tenga un gobernante de unificar para trabajar colectivamente en el desarrollo de una sociedad, será lo que lo define como un verdadero líder, como un estadista o una persona que ha sido capaz de dejar los odios, olvidar el pasado y gobernar para todos, admitiendo y a la vez reconociendo que solamente si todos estamos pedaleando para el mismo destino es que podemos avanzar.
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La gente de Gustavo Petro que plantea un cambio radical, que plantea un desarraigo completo de lo que veníamos viviendo como colombianos en los últimos 22 años, ojalá y esté conectada a los principios de humanidad, del diálogo, del entendimiento, de la sana deliberación y conversación; con espacios de construcción de una agenda pública que esté enfocada en una sola cosa; mejorar la calidad de vida de los colombianos y las colombianas sin discriminación alguna.
Entendiendo que para acabar la pobreza, cosa que para muchos puede ser utópica, no es necesario acabar con la clase media y con la clase alta, porque igualar a todos en pobreza no tendría ningún sentido, lo ideal es que Colombia eleve cada vez más el número de familias que pasan de la clase baja a la clase media; de la clase media a la clase alta, todo a través del trabajo, del esfuerzo diario, de que existan las oportunidades para todos, de que la educación sea un campo realmente funcional, que la salud esté garantizada, que la infraestructura no sea una inversión ostentosa, sino que funcione como un medio para que el país progrese en los sectores de productividad y competitividad y desde luego esto impactará positivamente nuestra economía.
Ahora bien, ojalá Gustavo Petro de los debates necesarios aprovechando la posición en la que se encuentra sobre las drogas, sobre los graves problemas de corrupción que afligen a Colombia, sobre la necesidad de una reforma a la justicia profunda, estructurada e integral, no los paños de agua tibia que se han formulado en los últimos años.
Este gran espacio de cambio sí le permite a Petro tener un llamado real a la unidad y él debe decirle a sus barras bravas y a su lugartenientes que cesen por completo el ataque a quienes no estuvieron con él y que toda discusión que se tenga que hacer sea en el terreno de los argumentos, las ideas, la proposición de tesis discutibles y no bajo el sectarismo político.
Ojalá Gustavo Petro sea el primer presidente que una el país, además porque le demostró a más de diez millones y medio de colombianos que estaban equivocados cuando no confiaron en su proyecto, segundo que las ideas que ha venido cocinando en toda su vida política están encaminadas a mejorar la condición del país en todos los frentes de alta relevancia.
Y por último, que los que estaban en el régimen que él llamaba o dictadura como él llamaba (curiosamente el régimen y dictadura que le permitió ser presidente), eran quienes estaban intoxicando al país con su veneno, con su ponzoña, con sus diferencias, con sus ataques y no que era la contraparte que se encontraba en la oposición