Acero colombiano en riesgo: ANDI advierte por importaciones desleales

La industria siderúrgica nacional enfrenta un escenario adverso por el aumento de importaciones con precios artificiales y una fuerte caída en la demanda local.

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La industria y el presente para el acero colombiano está atravesando uno de sus momentos más complejos de los últimos años. A la presión por la llegada masiva de acero importado a precios poco competitivos —en muchos casos, subsidiados por gobiernos extranjeros— se suma una desaceleración crítica del sector de la construcción, que ha debilitado la demanda interna.

El resultado: caída en la producción, riesgo de empleos y la amenaza latente sobre inversiones estratégicas ya en curso.

Según la Cámara Colombiana de Productores de Acero de la ANDI, la situación pone en jaque a más de 50.000 empleos directos e indirectos en toda la cadena siderúrgica nacional. Y es que los números no dan respiro: la producción nacional de acero cayó un 6% en los primeros meses de 2025, mientras que productos clave como el alambrón sufrieron una contracción aún más severa del 17 %.

A esto se suma que el sector construcción —uno de los mayores consumidores de acero— se contrajo un 3,5 % en el primer trimestre del año, según cifras del DANE. La caída fue más marcada en edificaciones residenciales y no residenciales, con una reducción del 7 %.

Por su parte, la “área iniciada” en proyectos de vivienda se desplomó un 13,2 %, lo que implica no solo menos obras, sino menos demanda de materiales como el acero.

Competencia desleal para el acero colombiano

Mientras los productores colombianos enfrentan un mercado local deprimido, deben lidiar con un aumento sostenido de importaciones desde países con sobrecapacidad industrial, apoyos estatales y subsidios que distorsionan los precios. Esta competencia desleal ha comenzado a morder con fuerza la rentabilidad del sector.

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Acero colombiano

“La presión por prácticas comerciales injustas, sumada a la baja demanda interna, compromete la viabilidad de la industria”, afirmó Daniel Rey, director ejecutivo de la Cámara Colombiana de Productores de Acero. “Defender la producción nacional es clave para sostener el empleo, la inversión y el desarrollo productivo en Colombia”.

La ANDI ha advertido que este entorno adverso pone en peligro un ambicioso plan de inversiones por más de 1,2 billones de pesos, destinado a mejorar la sostenibilidad ambiental de la industria, modernizar su tecnología e incrementar su competitividad. Si estas inversiones no logran su retorno, podrían detenerse, frenando también la innovación y el avance hacia una industria más verde.

Una paradoja para la reindustrialización y la transición energética

El caso del acero es un ejemplo claro de las contradicciones que enfrenta el país en su discurso de reindustrialización y transición energética. Mientras el Gobierno promueve el fortalecimiento del aparato productivo y la incorporación de tecnologías limpias, uno de los sectores clave para estas metas está en riesgo de debilitamiento o retroceso.

La industria siderúrgica es estratégica para el desarrollo nacional, no solo por su peso en la generación de empleo y valor agregado, sino por su rol transversal en otras actividades productivas como la infraestructura, la energía y la construcción de vivienda. Su debilitamiento, por tanto, no solo afecta a los productores directos, sino a toda la economía.

Aunque la Cámara no lo menciona abiertamente en su comunicado, es evidente que el sector del acero colombiano espera alguna forma de respuesta por parte del Gobierno, ya sea a través de mayores controles a las importaciones desleales, medidas antidumping, salvaguardias comerciales o políticas de estímulo a la demanda.

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En un contexto económico que aún no logra estabilizarse tras la pandemia y en medio de debates sobre el rumbo de la economía nacional, la pregunta es si el Estado está dispuesto a intervenir con firmeza para proteger una industria que ha demostrado compromiso con la sostenibilidad, el empleo y el desarrollo del país.

En palabras de los industriales, lo que está en juego no es solo un negocio, sino una apuesta por el futuro productivo de Colombia. Y el reloj corre.

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