La algarabía del gobierno Petro

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Ya no pasa un día sin escándalos o malas noticias, que a veces son cortinas de humo lanzadas por el mismo gobierno para desviar la atención de cosas verdaderamente graves


Por: Saúl Hernández Bolívar-@SaulHernandezB

Otra peligrosa reforma del narcogobierno Petro se acerca: la reforma pensional. Por ahora señalemos solamente que en ella hay un grave incumplimiento de sus promesas de campaña, pues ofreció que 3,5 millones de ancianos sin pensión recibirían una subvención de 500.000 pesos mensuales, pero la reforma contempla que en realidad serán 2,5 millones de adultos mayores los que reciban tan solo 223.000 pesos mensuales. Ni siquiera la mitad de lo que se había prometido. Y así es todo lo de este gobierno que llegó a improvisar y a destrozar.

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Ya no pasa un día sin escándalos o malas noticias, que a veces son cortinas de humo lanzadas por el mismo gobierno para desviar la atención de cosas verdaderamente graves. O, acaso, ¿alguien recuerda aún que el hijo de Petro recibió dineros calientes para financiar la campaña presidencial de su padre? Bastaron los pequeños altercados de todos los días para que estas bellaquerías quedaran tapadas de tierra.

El mismo Petro fue el primero en levantar la polvareda con el cuento de que él no crio a su hijo, que el mal ejemplo no lo tomó de él. Pero no fue capaz de contar que fue demandado por alimentos y que él contrademandó para no cumplir con sus obligaciones de padre ausente. Es decir, le salió mal argumentar que no tiene culpas en las indelicadezas de su hijo díscolo por no haberlo criado, pues emergió su faceta de hombre irresponsable que jamás dio buen ejemplo. Pero, además, en los «petrovideos» de la campaña se demuestra que Nicolás tenía la misión de conseguir billete. No fue casual que lo comisionaran a él.

Días después, Petro quiso orquestar otro escándalo. Se fue contra el portal La Silla Vacía por ilustrar un informe con una foto de su hija menor Antonella, que había sido distribuida oficialmente por la oficina de prensa de la Presidencia. De hecho, el mismo Petro ha exhibido a su hija en actos políticos (como el del balcón del Palacio) y entrevistas desde mucho antes de ser presidente. Ahora se vale de su minoría de edad para atacar y amedrentar a la prensa y que no se hable mal del circo que dirige.

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Luego, para sorpresa de algunos, fue el canciller Álvaro Leyva el que tiró una granada de aturdimiento. Así, sin ton ni son, en una cumbre de embajadores en Bélgica sin objeto alguno, dijo que si él fuera un indio ya habría quemado el país. Aun cuando de este individuo se conoce su cercanía con las Farc desde sus inicios, nadie entiende a cuento de qué vino ahora a hacer semejante llamado a la violencia y a justificar el comportamiento antisocial de los indios con sus mingas, sus cortes de vía, sus invasiones a predios ajenos, etc. Es como si hubiera una estrategia de hacer mucho ruido para que nadie entienda nada.

También, la incompetente Francia Márquez puso de su cosecha en una pavorosa entrevista. Aseguró que tenía derecho a que la lleven a su casa de Cali en helicópteros oficiales cuántas veces sea necesario porque ella es la vicepresidenta, no importa el costo que ello tenga para el bolsillo de los colombianos. Se siguió escudando en su color de piel para sugerir que es víctima de un racismo inaceptable, pero nunca ha explicado por qué no vive en Bogotá, en la lujosa residencia asignada a la vicepresidencia, la que se inauguró en 1999 y han ocupado Gustavo Bell, Pacho Santos, Angelino Garzón y Marta Lucía Ramírez. No sé si lo hicieron Vargas Lleras y Óscar Naranjo, pero no había que movilizarlos en Black Hawk.

Francia Márquez cree que a los colombianos nos importa su color de piel y que la trataríamos diferente si fuera rubia, blanca y ojiazul. El problema no es que sea negra, mujer o de extracción pobre. El problema es su comportamiento arribista, su impreparación para el cargo y su activismo desaforado. Si solo fuera por el color de piel, nadie criticaría a la MinMinas Irene Vélez; blanca, titulada, de buen origen social y hasta bonita, pero de un ciego activismo cerril y una ignorancia que hace dudar de los estudios que dice haber hecho. Y si hubiera que transportarla a menudo en helicóptero, a 40 millones por hora de vuelo, el país estaría igual o más indignado. Señora Márquez, ¿no decía usted que le daba pena andar en camionetas oficiales mientras había comunidades que aguantaban hambre?

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Y venir a ajustar con la historieta de que Cuba es una democracia y Colombia no, y que la medicina cubana es una maravilla. Que mientras muchos países les mandan armas a otros, Cuba manda médicos. Y lo dice como si desconociera que eso es un negocio de la dictadura cubana, que hasta la ONU considera que es un caso de esclavitud moderna, que esas misiones hacen tareas de adoctrinamiento y espionaje, y que son médicos mal preparados en apenas cuatro semestres, entre otras bellezas. «¡De malas!, ¡pueden llorar!», dice la negra; sí, de malas nosotros porque van a terminar metiéndonoslos aquí por la crisis de salud que se avecina.

Una crisis fabricada, claro. El director del Invima días atrás aseguró que la MinSalud Corcho rechazó contenedores enteros precisamente de los medicamentos que están escasos en el país, cosa que la ministra desmintió. Una acusación delicadísima. Pero ¿no fue ella misma la que dijo hace unos meses que había que crear una crisis en la salud para poder cambiar el sistema?

Este es un gobierno bullanguero, tumultuoso y alborotador; una pandilla. ¿Alguien recuerda todavía qué hizo Nicolás Petro?

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