En la antesala de las elecciones de 2026, el mapa político colombiano atraviesa un reacomodo silencioso, pero profundo y Uribe juega en papel protagonista. Mientras el Gobierno busca sostener sus mayorías y la izquierda se reorganiza en torno a nuevas figuras. En los salones de poder en Medellín y Bogotá se gesta una operación que apunta a definir el equilibrio del centro y de la derecha.
En el centro de esa estrategia se encuentra Álvaro Uribe Vélez, quien, con el paso del tiempo y pese a los procesos que ha enfrentado en los últimos años, continúa conservando la capacidad de tender puentes, aglutinar liderazgos y, sobre todo mover los hilos de las conversaciones que delinearán la gran próxima coalición.
Lo que hace unos años parecía impensable, ver a Uribe conversando con antiguos adversarios políticos, hoy es un hecho. En las últimas semanas, el expresidente ha sostenido contacto con César Gaviria, dirigentes conservadores, Germán Vargas Lleras, miembros de la familia Galán y figuras del entorno de Ingrid Betancourt. La intención no es menor: construir una gran convergencia opositora que impida la continuidad del actual proyecto de gobierno en 2026.
Por su parte, Juan Manuel Santo, observa el escenario con creciente incomodidad. Tras haber anunciado que se retiraba de la política hace ya varios años, el expresidente volvió a aparecer en sus redes sociales y a conceder entrevistas. En ellas ha insistido en una “tercera vía”, un espacio de centro moderado que sirva de alternativa al actual Gobierno y a la derecha tradicional, pero en la práctica, esa franja política parece haberse estrechado, ocupada ahora por liderazgos que se alinean a los nuevos pactos que se están tejiendo.
La jugada de Álvaro Uribe
Las conversaciones entre los expresidentes Uribe y Gaviria se pueden entender como un punto de inflexión. Aunque ambos representan orillas muy diferentes del espectro político, comparten hoy un diagnóstico, la necesidad de evitar una segunda vuelta dominada por los extremos. El expresidente liberal, que en el 2014 fue clave para la reelección de Santos, ha mostrado apertura para explorar escenarios de coincidencia con otros sectores, incluido los conservadores y los independientes.
En ese contexto, nombres como los de Germán Vargas Lleras, Ingrid Betancourt o algunos dirigentes de Cambio Radical y del Partido Conservador han vuelto al primer plano. Se trata, en su mayoría, de figuras que ya fueron aliadas de Santos en el pasado, pero que ahora parecen más cerca de los acuerdos que promueve Uribe que de las ideas del nobel de paz.
Santos, por su parte, busca mantener viva la idea de un proyecto político propio. Su apuesta pasa por rescatar las banderas del centro progresista, una corriente que se ha visto debilitada después de las últimas elecciones y la dispersión de sus liderazgos. En ese intento, el expresidente ha explorado acercamientos con dirigentes como Luis Gilberto Murillo, Roy Barreras o incluso la alcaldesa Claudia López, figuras con las que comparte afinidades ideológicas y visión de país.
Sin embargo, la tarea es cuesta arriba. El espacio del centro está saturado de nombres, además de una carente estructura; la falta de un liderazgo con arrastre electoral y el avance de coaliciones más definidas a derecha e izquierda ha dejado a santos en un terreno difuso, cada vez más marginal.

La carta empresarial y los nuevos respaldos
En septiembre un grupo de empresarios publicó una carta abierta invitando al exministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón a lanzar su candidatura presidencial. En la lista aparecían nombres como Manuel Santiago Mejía, Darío Montoya y Carlos Raúl Yepes, entre otros. Todos ellos con una trayectoria sólida en el sector privado y, en algunos casos, con vínculos históricos con la dirigencia política antioqueña.
La misiva, más allá de sus firmas, envió una señal clave, el empresariado está buscando un perfil técnico, con experiencia en seguridad y gestión pública, que pueda aglutinar apoyos sin radicalizar el discurso. Pinzón, exministro de Defensa y exembajador ante Estados Unidos, aparece en ese escenario como una figura de consenso entre los sectores que buscan un equilibrio entre la firmeza y la moderación.
Su nombre, además, ha comenzado a resonar en conversaciones de distintas colectividades que ven en él una opción viable para una eventual consulta interpartidista en marzo de 2026. En esa misma línea, el Centro Democrático definirá el próximo 28 de noviembre, mediante una consulta interna, quien será su candidato para las presidenciales de 2026, aunque la discusión para trascender los límites de un solo partido.
En los círculos políticos se habla de una especie de “reconciliación pragmática” entre figuras que hace una década se enfrentaban con dureza. El propio Uribe, en sus mensajes recientes, ha insistido en superar las divisiones del pasado y concentrarse en lo que denomina “la recuperación del rumbo del país”, ese mensaje ha sido leído como una apertura hacia liderazgos que antes eran vistos con distancia.
Uno de los episodios que más han llamado la atención es la sucesión de visitas a la finca del expresidente Uribe, en el Oriente antioqueño, donde una puerta roja se convirtió en símbolo de esas nuevas aproximaciones. Por allí han pasado dirigentes empresariales, exministros y políticos de distintas corrientes. Las fotografías en ese escenario, discretas, pero elocuentes, se han vuelto un sello visual de la nueva etapa de conversaciones que atraviesa la política colombiana.
Este lugar se ha transformado en una metáfora de la política colombiana, un punto de encuentro donde confluyen quienes, más allá de las diferencias ideológicas, buscan un terreno común ante un Gobierno fragmentado y una oposición en reconfiguración.
Santos, entre el repliegue y la incertidumbre
En contraste, Santos parece enfrentarse a un dilema. Si insiste en su idea de una “tercera vía” sin un liderazgo fuerte que la encarne, corre el riesgo de quedar aislado. Pero si decide apoyar a una figura del frente amplio o de la centroizquierda como Murillo, Barreras o López, perdería el margen que lo ha caracterizado como voz del centro liberal.
El escenario más complejo para él, advierten analistas, sería que Sergio Fajardo terminara integrándose a una coalición de centroderecha impulsada por sectores moderados por el Uribismo y dirigentes tradicionales. Ambos comparten una relación fluida y afinidad política, por lo que ese movimiento dejaría a Santos prácticamente sin espacio visible ni influencia directa en el reacomodo nacional.
Por ahora, el expresidente sigue intentando mantener viva la conversación pública desde sus redes sociales y apariciones esporádicas, aunque sin una estructura que traduzca sus ideas en un músculo político real.
Un nuevo orden en construcción
De cara a 2026, lo que se está configurando en Colombia no es una simple competencia de candidaturas, sino un intento de recomposición del poder político. Uribe, con su experiencia y capacidad de interlocución, ha logrado colocarse con o sin intención en el centro de ese proceso, como facilitador entre líderes que hasta hace poco parecían irreconciliables.
Santos por el contrario, se enfrenta al riesgo de quedar por fuera del tablero. la “tercera vía”, que en su momento simbolizó su legado parece hoy absorbida por una coalición más amplia, la cual mezcla viejas estructuras con nuevos consensos. Sí ese bloque logra consolidarse en los próximos meses, el expresidente ganador de un Nobel podría ver como se desvanece su influencia en la política nacional.
Y en ese tablero, donde cada movimiento tiene el peso de una década de historia, lo que está en juego no es solo una elección, sino el relato del país que emergerá en 2026, uno que podría estar definido por la reconciliación estratégica de sus viejos adversarios.
