Amarrarse los pantalones

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La crisis no es por la situación socioeconómica, aunque se alimenta de ella por la manipulación que hace la izquierda que la usa como excusa y justificación.


Por: Rafael Nieto

De hecho, la izquierda busca un deterioro aún mayor de la economía porque cree que entre más desempleados y pobres haya, se agudizarán las contradicciones “de clase” y su candidato populista tendrá mejores posibilidades.

En todo caso no habrá manera de recuperar la confianza y la inversión y reemprender la ruta del crecimiento y, por tanto, de la generación de empleo y la disminución de la pobreza si el Gobierno no garantiza orden y seguridad.

Es preocupante e inaudita la pasividad del Gobierno, su confusión, su reacción tardía e insuficiente. El vergonzoso documento firmado por dos viceministros en Buenaventura es sintomático. Lo más grave, sin embargo, es la inoperancia policial. El problema no es normativo. No creo que haya necesidad de decretar la conmoción interior. Con las reglas jurídicas vigentes es posible conjurar la crisis. Pero se necesitan liderazgo y decisión clara de Presidencia, el apoyo político expreso y claro a la Policía y, sobre todo, seguridad jurídica, certeza sobre la interpretación que harán Fiscalía y Procuraduría sobre las reglas para el uso de la fuerza.

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Más que normas jurídicas excepcionales, se necesita carácter y valor, amarrarse los pantalones y entender que las decisiones de usar la fuerza legítima del Estado serán siempre criticadas desde la izquierda y examinadas con sesgo por unas oeneges y organismos internacionales que las más de las veces solo ven por el ojo izquierdo. Hay que gobernar pensando en el bien de Colombia y no en lo que puedan decir en el exterior.

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El paro, las protestas y los bloqueos no son de mayorías ni reflejan un sentimiento generalizado. Son de unos pocos miles. Pero esos pocos están organizados y altamente ideologizados y han ratificado, una vez más, que los políticos del “establecimiento” que querían derrocar están generosamente dispuestos a premiar, una y otra vez, a quienes tienen por único mérito usar la violencia, el matoneo y las vías de hecho como mecanismo extorsivo.

El camino no puede ser otro que el de hacer respetar la Constitución y la ley, el de combatir a los violentos y perseguir a los criminales, y el de asegurar que todos podamos trabajar sin poner en riesgo nuestras vidas, integridad y bienes. Si no empezamos por ahí, por ese mínimo, no seremos jamás una sociedad civilizada.

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