Amigo periodista, ¡desmovilízate!

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Amigo periodista: «Hoy, es más fácil encontrar un sextante en un almacén de cadena que el equilibrio informativo en los medios hegemónicos…»


Por: Wilmar Vera Z.

Los que padecimos la guerra (sucia) del Estado contra las guerrillas, hace 30 años, recordamos la publicidad que en Prime Time mostraban los canales de TV en el que le decían a los alzados en armas que dejaran la violencia, el dolor de no saber de sus familias, la amenaza de morir bombardeados y se desmovilizaran. Que su familia y la sociedad lo esperaban.

Ahora que miles se desmovilizaron, los matan. Ya van 3.589…

Pero además de estos colombianos equivocados en su actuar, hoy podríamos señalar a otro grupo poblacional que le están haciendo un daño enorme al país y que actúa, impunemente, bajo la mirada cómplice de los líderes de la oposición y el estupor de una ciudadanía que poco a poco ha dejado de tragar entero y no les cree. Amigo periodista, ¡desmovilícese!

Claro que es difícil. Los que somos empleados de alguien sabemos que tarde o temprano los intereses de la empresa coincidirán con los propios, máxime si me gusta conservar el puesto. Y eso lo saben los “cargaladrillos”, periodistas de base, que deben hacer 20 notas diarias y correr tras los políticos de turno para registrar sus impresiones de la realidad nacional o local. Y están las estrellas, rutilantes, inaccesibles, que repiten la opinión del dueño como propia, bien sea por conveniencia o por real simpatía, convencidos que son la verdad revelada y la perspectiva correcta de la realidad.

Otro de los grandes daños sociales que causó el líder la secta de la tercera y cuarta letra, tiene que ver con que reunió a su alrededor lo peor de la sociedad, así ésta se mueva en carro de $300 millones, vacacione en Londres o vista el último grito de la moda parisina. Y en los medios pasa lo mismo.

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Esos “profesionales” de la información (¿?) se alinean con los intereses de sus patrones y creen que porque están casados con una heredera de un clan de Char-latanes o porque defienden sus privilegios particulares están haciendo periodismo para el bien de la sociedad (de su sociedad tal vez). Hasta la llegada nefasta de la supuesta Seguridad Democrática los medios guardaban las apariencias y aunque defendían a sus promotores políticos a veces mostraban equilibrio informativo.

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Hoy, es más fácil encontrar un sextante en un almacén de cadena que el equilibrio informativo en los medios hegemónicos.

Y la diana de esa fusilería verbal está bien clara: todo lo que huela a gobierno progresista y que no sea a favor de los “dueños” reales del país. Uribe y su caterva de áulicos son solo los sirvientes bien remunerados de unos amos implacables, que manejan los hilos desde sus haciendas, empresas o propiedades en el extranjero.

Los dueños del país (y de los políticos y de los medios de comunicación) recurren a sus palangristas para replicar un relato de que todo está mal, que vamos al garete y que atacar a sus intereses es amenazar los prístinos valores sociales. Sólo desde el 7 de agosto de 2022 los medios se dieron cuenta de cómo es vivir en la miseria, de que las carreteras son trochas con peajes para Sarmiento Angulo, que la plata de las pensiones y cesantías sólo es útil para los hijos del expresi (dente, diario) y que esta finca llamada Polombia es para unos poco bendecidos y afortunados…

¿Que una negra, pobre y de pueblo miserable use los helicópteros del Estado para movilizarse? ¡Horror! ¡Ella, y las de su clase, deberían estar en la plantación cortando caña o preparando las viandas para el patrón!

¿Que una india sea en la ONU la embajadora de Colombia? ¡Anatema! Van a creer que aquí no hay sino nativos flacos, feos y mal vestidos, que solo hablan arhuaco y español, cuando su lugar natural es mambeando, vendiendo chucherías o bailando por monedas en el centro de las ciudades.

¿Que la plata del presupuesto nacional no se la lleve la gente de bien, esas personas que son de rancio abolengo, apellido de clase y cuna de oro, cuyo destino manifiesto es gobernar a esa manada de pobres y cobrizos? Los recursos son para los colombianos (de bien) y el que no le guste que espere su turno en la próxima vida.

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¿Que una mujer tenga derecho sobre su cuerpo y decida con quién, con cuántos, cómo y por dónde? ¡Caray! Es el fin de las buenas costumbres y de los valores que nos hicieron sociedad cristiana y civilizada. El cuerpo es templo de Dios y los únicos que lo pueden profanar son las castas elegidas, curas y gente divina que cuida la vida del feto pero sabe masacrarlo cuando se vuelven máquinas de guerra o los que caen en tentación porque ese monaguillo “lo incitó” a pecar.

¿Qué su hijo salió torcido porque nunca lo crio por estar en la guerrilla haciendo maldades y daños? ¡Desgraciado! Con lo vitalógic-o, educativo y formador que es el ejemplo de padres responsables y decentes como el ingeniero Hernández o el amoroso aporte pedagógico que es hacerle tragar el vómito a los hijos…

Los medios (sus periodistas) están construyendo un relato de país a su conveniencia y por eso nadie les cree, porque lo hacen a espaldas de la otra Colombia, la que está más allá del parque de la 93, de Llanogrande o de las haciendas caucanas. Ver: https://voxpopuli.digital/el-50-percibe-vientos-de-cambios-y-el-74-no-cree-en-la-gran-prensa/

Y aunque en las encuestas no se debe nadie fiar, ni a favor o en contra, es hora de que la ciudadanía, las audiencias o los consumidores le exijan a la gran prensa hegemónica responsabilidad social y equilibrio. Que no confundan opinión con información y que digan a cuáles intereses defienden, porque a la comunidad y a la construcción del tejido social no lo hacen. Tocará, como en los cigarrillos o el alcohol, que antes de cada emisión o en las portadas de los impresos venga la siguiente advertencia:

“El consumo de este medio, y creerle, puede ser perjudicial para la salud”.

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