Por: Abelardo De La Espriella
Ningún otro aliado como el presidente Duque se la ha jugado en Suramérica para intentar restablecer el imperio de la ley y, de paso, ayudarles a los Estados Unidos en varios de los asuntos fundamentales que marcan la agenda del coloso del norte. Desde que era senador; luego, como candidato, y ahora, como presidente en ejercicio, Iván Duque ha jugado el papel protagónico en la lucha contra la delincuencia, incluida la del narcotráfico.
Haber denunciado a Maduro ante la justicia internacional, encabezar la formación del Grupo de Lima para aislarlo, apoyar de manera estoica al gobierno de transición y tantas otras acciones encaminadas a tumbar al régimen son las principales luchas del presidente Duque contra la inseguridad y el narcotráfico, ese flagelo que tantos estragos ha causado en la sociedad “gringa”.
Para nadie es un secreto que Venezuela se convirtió en un templo del tráfico de sustancias ilegales, desde donde se exporta con total libertad la maldita droga, bajo la protección del llamado “cartel de los Soles”. En el vecino país, “anida” toda clase de alimañas: los elenos, las Farc, Hezbolá, las bandas de narcos, etc., que explotan el negocio del narcotráfico, para alimentar el vicio (que crece cual maleza en solar abandonado), en el mercado ilegal más apetecido del mundo occidental: el de los Estados Unidos.
Es, por lo tanto, injusto – y, por qué no decirlo, torpe – que el presidente Trump ponga contra las cuerdas a su más fiel aliado en el continente: Duque está haciendo lo que le corresponde, y no es con reprimendas públicas y absurdas como se trata a los aliados (para no hablar de amigos).
Colombia nada en coca (lo he dicho hasta el hartazgo en esta misma columna), pero nadamos en la mata que mata, porque el tartufo Santos así lo pactó con las Farc, para asegurarse de que esos miserables firmaran la falsa paz, y, de contera, conseguir así su Premio Nobel. Nadamos en coca, ya que Santos decidió que no se debía fumigar con glifosato, porque así lo acordó en La Habana con los bandidos de las Farc. ¿Y por dónde se mueve toda esa bonanza cocalera? Sí, por Venezuela.
De manera que son varios los frentes en los que hay que atacar: el externo, en primer lugar, porque, si el Estado de Derecho retorna a Venezuela, no habrá santuario para que transite y se exporte la coca, y en eso acierta el presidente Duque. Y, en segundo lugar y paralelamente, el interno -cosa que ya intenta el gobierno-, donde hay que volver a como dé lugar a las aspersiones aéreas: todos vimos la intervención del primer mandatario ante la Corte Constitucional, pidiendo que se reconsidere la posición que el gobierno de Santos logró imponer con sus mayorías en ese tribunal respecto del uso del glifosato.
Más que arrinconar a Iván Duque, el gobierno del presidente Trump debe apoyarlo irrestrictamente, a partir de una correcta lectura del berenjenal que le dejó armado el tartufo. Me niego a creer que Trump no entienda lo que ocurre en realidad; pienso que se trata más bien de una estrategia de campaña deliberada, con miras a su reelección.
No hay extradición – por ahora – de Santrich, no porque el presidente no esté dispuesto a concederla, sino porque la JEP de Santos arropó a ese bandido y no lo deja empacar en “DEA Airlines”. No hay fumigaciones de la coca con glifosato porque Santos así lo arregló con las Farc y consiguió esa decisión en las instancias judiciales, que cooptó durante su nefasto mandato.
Concuerdo totalmente con el presidente Duque cuando dijo: “A Colombia nadie le tiene que dictar lo que debe hacer, porque Colombia es un país que sabe cooperar internacionalmente, porque Colombia es un país que sabe construir alianzas», y agregó: “Este es un país que nunca ha tenido una política exterior servil; todo lo contrario, ha tenido siempre una política exterior digna, respetable, y así la seguiremos manteniendo. Esta nación no se amaina ante ninguna adversidad». Y agregaría el suscrito lo siguiente: si el gobierno americano va a pisotear injustamente la dignidad nacional, que se vayan a otra parte con los 300 millones de dólares que le aportarán a Colombia este año.
En fin, no es por causa de Duque que las cosas están como están, y lo que corresponde es que el gobierno norteamericano apoye al colombiano, para desmontar todos los esperpentos que hacen que el país nade en coca. No es maltratando como vamos a lograr un mismo fin común: acabar con el cartel de drogas más grande del mundo, que opera desde Venezuela con la droga que le proveen los bandidos colombianos a partir de un “estado de cosas” que dejaron montado Santos y sus aliados de las Farc.
Así no es, Mr. Trump.
La ñapa I: Ajustada decisión en derecho la que anuló la elección del “impoluto” Antanas Mockus. Lo advertí desde el principio, en carta enviada junto a mis colegas Iván Cancino, Francisco Bernate, Karen Juris y Daniel Peñarredonda, al Consejo Nacional Electoral. Era obvia y de bulto la inhabilidad del denominado “faro moral” de la República. ¿Qué dirán ahora los magistrados prevaricadores y deshonestos del CNE, que, en su momento, no cumplieron con su deber? La Fiscalía debe actuar contra estos cafres.
La ñapa II: “Lógica” mamerta: considerar la panacea ética a un hombre que, como Mockus, fue auxiliador de la guerrilla, es un exhibicionista desvergonzado, dejó tirada la alcaldía de Bogotá para aspirar a la Presidencia, resultó ser un contratista voraz de Santos haciendo pendejadas, y, para acabar de completar, se inscribió como candidato al Senado sabiéndose inhabilitado. ¡No solo es deshonesto quien roba!
La ñapa III: Ángela Robledo está incursa en la doble militancia. En consecuencia, su elección también debe ser anulada.