Armando Benedetti, nacido en Villanueva, ha recorrido cada rincón de la política colombiana. Conocedor de los pasillos y vericuetos del poder, es quizá uno de los políticos más hábiles de los últimos años. Aunque oriundo de Barranquilla, ha dividido su vida entre la capital del Atlántico y Bogotá, donde ha construido una sólida red de relaciones.
Benedetti no solo entiende la política; también conoce a fondo los medios de comunicación, las relaciones públicas y las élites del país, que, pese a la incredulidad de algunos, sí existen y tienen un peso determinante en la toma de decisiones. Comunicador de profesión, su experiencia en los medios le ha permitido dominar la narrativa, ajustar escenarios y medir la temperatura política con precisión. Su mayor habilidad ha sido su olfato político: sabe dónde estar, con quién y en qué momento.
El reto es claro: consensuar reformas sin tocar los nervios más sensibles del país. Petro, con elecciones en el horizonte y un desgaste político evidente, deberá ceder en algunos frentes para lograr un cierre de gobierno que no termine en crisis. Benedetti, por su parte, tiene en sus manos la misión de recomponer el ala política del gobierno, exigir eficiencia en la administración y preparar el terreno para 2026, buscando que el proyecto político del petrismo no herede un desgaste insostenible.
El desafío político que enfrenta Benedetti es tan grande como su ambición. Con un tarro de galletas en una mano y una planilla en la otra, sabrá moverse con la destreza que lo ha caracterizado en un Congreso que siempre se quejó de la falta de un interlocutor efectivo. Su llegada, incluso entre sectores de la oposición, ha generado mayor aceptación que la de sus predecesores, lo que se traducirá en diálogos más fluidos, ya sea en despachos oficiales, en conversaciones informales o en brindis discretos.
Su tarea será abrir espacios de consenso para lograr la aprobación de tres o, con suerte, cuatro reformas, evitando aquellas que despierten profundas resistencias. Petro, consciente de que el tiempo juega en su contra, tendrá que asumir concesiones para cerrar su gobierno con ciertos logros legislativos que equilibren la percepción de su gestión.
Benedetti, por su parte, tendrá la misión de reactivar la maquinaria política, garantizar la eficiencia de los ministros y funcionarios, y ordenar las fichas con miras al 2026, evitando que su sector político herede el desgaste acumulado de un gobierno que ha atravesado múltiples dificultades.
Así, Petro queda en manos de Benedetti, y Benedetti enfrenta el reto más complejo de su carrera: ser el artífice del cierre de un gobierno de izquierda en medio de turbulencias políticas, con la presión de cumplir su anhelo de ser ministro mientras lidia con una exposición pública que pondrá a prueba su capacidad de maniobra y su resistencia personal.
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