Los cafés de especialidad que están marcando tendencia en Medellín y Bogotá

En Bogotá y Medellín florecen espacios donde baristas y productores elevan cada taza a una obra de arte que celebra el origen, la técnica y la tradición colombiana.

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En Colombia, hablar de café es hablar de identidad. Es aroma, historia y orgullo nacional. Pero en los últimos años, el país cafetero por excelencia ha dado un salto más allá del simple consumo: ha comenzado a vivir una auténtica revolución en torno al café de especialidad, un movimiento que reivindica la calidad, la trazabilidad y la experiencia sensorial como los nuevos pilares del buen café.

Un café de especialidad no es uno cualquiera. Detrás de cada taza hay un riguroso proceso que comienza en la selección de granos perfectos, sin defectos y con una humedad, tamaño y forma homogéneos y, continúa con prácticas agrícolas cuidadas, una fermentación precisa, un tueste artesanal y una preparación que saca a relucir todas sus notas aromáticas. Esa atención al detalle ha convertido al café colombiano, reconocido por su suavidad, acidez equilibrada y matices florales y frutales, en una bebida de culto. Se estima que más de 500.000 familias, es decir, unos 3,5 millones de colombianos, viven directamente de la caficultura.

Hoy, tanto en Bogotá como en Medellín, capitales del arte y la gastronomía, florecen espacios dedicados a honrar esta tradición con propuestas creativas y sofisticadas.


Bogotá: el laboratorio del café colombiano

Los cafés de especialidad que están marcando tendencia en Medellín y Bogotá

En la capital, el café de especialidad se ha convertido en sinónimo de innovación. Bogotá alberga algunas de las barras más reconocidas del país, donde baristas y tostadores han elevado el ritual del café a una forma de arte.

Café Cultor, en una luminosa casa de Chapinero, ofrece una experiencia completa: tuestan sus granos a la vista de los clientes y elaboran bebidas únicas como cold brew con nitrógeno, infusiones de flor de azahar o kombuchas cafeteras. Su filosofía combina creatividad, sostenibilidad y comercio directo con caficultores de distintas regiones del país.

Otro emblema es Café San Alberto, originario del Quindío y con una barra boutique en Bogotá que deslumbra por su elegancia. Su experiencia insignia, el “bautizo cafetero”, enseña a los visitantes a reconocer las notas y aromas del café, mientras conocen el meticuloso proceso de selección de granos que distingue a esta marca, una de las más premiadas del país.

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En Catación Pública, fundada por el experto cafetero Jaime Duque, se vive el café desde la raíz. Es un espacio educativo donde se puede aprender sobre el proceso completo, desde la semilla hasta la taza, participar en talleres de cata o descubrir métodos de preparación como el V60 o la prensa francesa.

Más reciente, Tropicalia se ha posicionado como una joya contemporánea. Sus fundadores, José Alberto Rosero y Paola Laguna, destacan por trabajar variedades nacionales con procesos postcosecha cuidadosos. Su bebida “Esencial”, con notas de mango, durazno y panela, es un ejemplo del potencial de los cafés colombianos cuando se tratan con técnica y respeto.

Por su parte, Libertario representa el café de finca en su máxima expresión. Gracias a La Palma & El Tucán, en Zipacón, producen microlotes excepcionales, como el sidra con el que ganaron el campeonato mundial de barismo en 2019. Su apuesta por el turismo cafetero y la innovación ha marcado un precedente en la caficultura incluyente.

Y Amor Perfecto, pionero del movimiento de cafés de especialidad en Colombia, ha roto el mito de que el mejor café se exporta. En su centro de experiencias de Usaquén, enseñan a los consumidores que el lujo de un buen café también puede disfrutarse en casa. Su fundador, Luis Fernando Vélez, lo resume así: “Tomarnos el mejor café del mundo es un lujo que todos los colombianos nos podemos dar”.

Café de especialidad en Colombia: la revolución que redefine la cultura cafetera en Bogotá y Medellín

Medellín: tradición, montaña y modernidad en una taza

Si Bogotá ha sido el laboratorio, Medellín es el corazón cálido de la tradición cafetera. Antioquia, con más de 180 años de historia en el cultivo del grano, se distingue por su diversidad de climas y suelos, que permiten una gran variedad de perfiles de sabor.

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En la capital antioqueña, el café de especialidad se disfruta entre montañas, parques y calles vibrantes. Desde Café con Mucho Amor, en el Palacio Nacional, hasta El Laboratorio de Café, en el barrio Prado, la ciudad respira aroma a espresso recién molido.

En Urbania Café, cada taza celebra la relación directa con pequeños productores; Pergamino Café y Café Velvet, ubicados en el Poblado, son referentes de la cultura cafetera moderna, donde la calidad del grano se combina con espacios diseñados para quedarse y conversar.

También destacan lugares como Macanas, en el municipio de Jardín, donde el paisaje cafetero acompaña la experiencia sensorial; El Búho Café, un refugio íntimo en Laureles; y Café Revolución, en la 70, conocido por su ambiente acogedor y su propuesta honesta de café artesanal.

El auge de los cafés de especialidad en Colombia no solo ha transformado la manera en que se toma café: ha creado comunidad. Jóvenes baristas, tostadores, productores y consumidores comparten la misma pasión por descubrir, aprender y valorar cada detalle de una bebida que, más que un producto, es un patrimonio.

Desde los barrios bogotanos hasta las montañas antioqueñas, el país vive un renacer cafetero que combina tradición, ciencia y arte. Una taza a la vez, Colombia se reafirma como el epicentro mundial del mejor café del planeta.

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