Buenaventura se fue a pique

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Por: Ángela Ospina de Nicholls

El atentado terrorista de las Farc contra la infraestructura de energía que deja sin suministro a Buenaventura, la muerte de niños por desnutrición en La Guajira, Chocó y otras regiones, el asesinato sistemático de mujeres, las continuas denuncias sobre corrupción en la administración pública, el inservible sistema de salud, las calles de las ciudades llenas de informales o desempleados, el pesimismo de los colombianos frente al porvenir y los preparativos para las próximas elecciones me dicen que no hay nada nuevo y que esto es un déjà vu.

¿Cuántos años cumple Buenaventura, en el Valle del Cauca, sumida en la más terrible crisis social y humanitaria por cuenta de los violentos? Me niego a creer que el Estado no se imponga y proteja a casi medio millón de personas. Hace unas horas, en Twitter, el presidente Juan Manuel Santos, trinó: “Una sociedad que privilegia y cuida a los más débiles está destinada al progreso y la felicidad”, pues mala noticia para los bonaverenses porque ni progreso ni felicidad, nadie los protege: los violentos los destrozan en las casas de pique, los guerrilleros los dejan sin energía, los reclutan y extorsionan; los políticos los engañan siempre y el país (me incluyo) con frecuencia se olvida de que existe.

No puede ser tanta crueldad, tanta desidia. ¿Qué habrán hecho esos compatriotas para merecerse esa suerte? ¿Cómo es posible que los gobiernos departamentales de manera sucesiva permitan el entierro en vida del puerto principal del Pacífico? Bueno, el gobierno nacional también pateó a Buenaventura cuando celebró la cumbre del Pacífico en Cartagena de Indias, frente al Atlántico.

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Buenaventura, Distrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico con 475 años de fundada. Sin duda, es una gran presentación, sin embargo sus habitantes saben que es un nombre muy pomposo y delirante porque la realidad es una tragedia de violencia, miseria, abandono y muerte.

Buenaventura tiene presencia de todos los grupos ilegales, pero suena como un dato más. La Cámara de Comercio del puerto le reveló al país que el 24.42% de las familias viven con menos de un salario mínimo y que el 43.92% supervive con ingresos entre uno y dos salarios mínimos. Únicamente, el 2.58% gana más de ocho SMLV. ¿Se imaginan cómo viven las mujeres, que según la misma fuente, en promedio tienen cinco hijos? Pero eso no es nada, el desempleo es del 63.7%.Y es Buenaventura, la esperanza de los TLC y del desarrollo con países de Asia.  El 38% de los habitantes declara tener necesidades insatisfechas. Me amarga que en el Valle del Cauca nadie se sonroje con tanta miseria.

Las cosas se salieron de madre, las familias del pueblo wayuu de La Guajira entierran a sus niños en cajas de madera que pesan más que esos pequeños cuerpos de los que sobresalen sus huesos porque no hubo alimentación, claro que esto no es nuevo. Estas comunidades han visto a lo largo de las décadas el desfile diario de los camiones del contrabando de whisky, cigarrillos, gasolina y armas que enriquecen a unos cientos. Embriagados de mezquindad los políticos y los gobernantes, también han pasado en época electoral.

En todo el país la desnutrición esta rampante. Las cifras dan escalofríos: en cinco años han muerto, al menos, 4700 niños. El DANE afirma que en el año 2012, de mil niños, fallecieron 389, todos menores de cinco años.

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Buenaventura no sale de su agonía con un Consejo de Seguridad y todos los ministros reunidos un fin de semana allá, las comunidades indígenas de La Guajira no dejarán de enterrar a sus niños con abrir unos pozos, ¡claro que no! Solo será posible enfrentar tanta mezquindad cuando el país en pleno mire de frente a esos compatriotas y en lugar de compadecerse de ellos les abra espacios. Y cuando el alto gobierno invierta de verdad en la pedagogía por la paz con acciones concretas y contundentes y no en marchas centralistas o más diagnósticos.

Este déjà vu es permanente, se repite cada día, desde hace muchos años. Me cuestiono la parsimonia de todos nosotros para mirar a esas comunidades y el descaro de los políticos que prometen soluciones y luego se apoltronan en su propia mediocridad.

El significado en el diccionario de la palabra buenaventura es “adivinación supersticiosa de la suerte de las personas”, pues estamos ante ese déjà vu. Una gitana que lee la palma de la mano: sabe que nada cambia, porque nada quieren cambiar y, entonces, así adivina.

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