Tanquear en Colombia no es solo una rutina: es una forma de aportar a la transición energética del país. Cada vez que llenamos el tanque, estamos usando un biocombustible renovable, producido en nuestros propios campos, que reduce emisiones, genera empleo formal y fortalece la productividad del agro colombiano.
Pocas veces nos detenemos a pensar en lo que hay detrás de una acción tan cotidiana como tanquear el carro. Pero en Colombia, esa decisión tiene más impacto del que imaginamos. Desde hace más de 20 años, la gasolina que usamos está mezclada con bioetanol: un biocombustible renovable que se produce con caña de azúcar cultivada en departamentos como Valle del Cauca, Meta, Risaralda y Cauca.
Actualmente, la mezcla es del 10% denominadas E10, esta mezcla hace una gran diferencia. En 2024, el uso de bioetanol permitió reducir más de 1.5 millones de toneladas de CO₂, lo que equivale a sacar de circulación cerca de 300.000 vehículos en un año.
Además, el etanol oxigena mejor el combustible, lo que reduce las emisiones de material particulado y mejora la calidad del aire en ciudades como Bogotá, Medellín o Cali.
El aporte del bioetanol va mucho más allá del medio ambiente. Hoy, la cadena agroindustrial de la caña de azúcar, materia prima para la producción de bioetanol, energía y azúcar, genera más de 270 mil empleos, la mayoría en el campo, desde el cultivo hasta la logística.
Esta industria no solo dinamiza las economías regionales, sino que representa una forma concreta de hacer transición energética con reglas claras, estabilidad jurídica y justicia territorial.
Incluso desde lo técnico, el bioetanol tiene ventajas: Aumenta el octanaje, mejora la combustión, limpia inyectores, evita la detonación y contribuye al buen funcionamiento del motor. Por eso, países como Brasil o Estados Unidos han aumentado sus mezclas, a partir del 01 de agosto Brasil tendrá mezclas del 30 %. E30.
Y aun así, muchas personas no lo saben. A veces se piensa que la transición energética es algo lejano, complejo o reservado para tecnologías del futuro. Pero en realidad, ya está ocurriendo. Todos los días. En cada estación de servicio. En cada galón que usamos.
No estamos hablando de algo que podría pasar. Estamos hablando de algo que ya pasa. Con infraestructura existente, con inversión nacional, con productores y trabajadores colombianos. Por eso, este es un llamado a reconocer el valor del bioetanol. A exigir que se proteja y se potencie. Porque cuando hablamos de movilidad limpia, hablamos del presente.
La próxima vez que estés frente a una bomba de gasolina, recuerda: ese tanque no solo mueve tu carro. También mueve al país hacia una transición energética hecha desde el campo, con empleo, con sostenibilidad y con soberanía.
Por: Carolina Rojas Hayes
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