La contaminación se combate con acciones, no con soluciones tibias

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El tema es muy sencillo, o mejoramos la calidad del aire que respiramos, o nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos van a ser los más perjudicados. Se trata de una cruzada para mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos.


Por: Andrés Felipe Gaviria

Honestamente ya se siente cierta molestia y cansancio al abordar año tras año este mismo tema, plantear las mismas propuestas, que sin duda dejan una gran decepción al ver que las respuestas planteadas desde distintos gobiernos han sido soluciones timoratas o paños de agua tibia, que ni siquiera han sido reales para mitigar la contaminación del aire en ciudades como Medellín y Bogotá.

Las universidades, tanto públicas como privadas, algunos gremios, además de centros de pensamiento, han hecho estudios en Colombia y en otros lugares del mundo sobre las principales fuentes de contaminación.

En estos informes han analizado cuáles son los verdaderos vehículos que contaminan, qué porcentaje de contaminación aporta la industria y la ganadería, así como cuáles han sido esos comportamientos de los seres humanos que han ocasionado que seamos despiadados con nuestro entorno, nuestro habitad y nuestro aire.

Lo curioso es que los gobernantes han podido acceder de forma fácil y directa a los resultados de estos estudios, pero lamentablemente en Colombia nuestros líderes nos han acostumbrado toda la vida a tomar decisiones populares, para los aplausos, los likes en redes sociales, los buenos comentarios, pero nunca han adoptado soluciones necesarias para ser responsables o plantear esas medidas que tengan intención de largo aliento y sean eficaces para combatir el problema.

En Colombia todo lo prefieren en un punto medio, no prefieren la verdad de plano, sino que todo lo quieren a cuenta gotas. Por eso, quizás seguimos siendo un país en el que pedaleamos en una bicicleta estática y rodamos sobre los mismos problemas sin solución alguna.

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Hay otras ciudades como Madrid, Barcelona, Roma, Oslo, Londrés o París, que sí han tomado decisiones contundentes y necesarias para mejorar la calidad del aire, porque entendieron que el aire es irrefutablemente un bien superior para todos.

Allá entendieron que no se trata de religión, política, colores o género; solo les importó el aire que los mantiene con vida, el aire que respiraban, pero a diferencia nuestra, parece que acá no nos importa esta situación y nos es indiferente la cantidad de muertos que dejan las enfermedades pulmonares ocasionadas por las partículas cancerígenas PM2.5.

Mientras que en otros lugares sí le dan valor, sentido y respetan a la vida, no les importa quién salga afectado o quién está en la moda del comentario acomodado y les importa preservar un gran recurso a como dé lugar, irónicamente aunque en Colombia hayan distintas corrientes supuestas defensoras de la vida, desde la animal hasta la humana, estas se han centrado en debates sin sentido ideológicos y no verdaderamente por la amenaza latente que todos los días acompaña a los habitantes de las principales ciudades del país.

Además, las medidas también tienen que nacer desde el seno del gobierno central, desde los ministerios de Ambiente y Transporte, hasta desde el presidente de la República y el legislativo, porque más allá de tomar unas decisiones, deben existir las herramientas y las fuerzas de ley necesarias para hacer cumplir ciertas normas o disposiciones.

Por ejemplo, ningún vehículo en Colombia que supere los 20 años deberías estar circulando por las calles de nuestra ciudad, pero la realidad es que hoy esto es lo que realmente sucede. Asimismo, en las ciudades capitales, como Medellín, Cali o Bogotá, lo ideal sería que los vehículos que rueden por allí no superen los 15 años de vida útil.

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Por otro lado, a los vehículos que funcionan con motores diésel les deberían limitar su vida hasta 2024, máximo hasta 2025, donde esa sea la fecha límite para que puedan circular y dejen de andar libremente, contaminando a diestra y siniestra, mientras empeora la calidad de aire que respiramos.

Caso aparte merecen las motos, tan defendidas por algunos populistas, pero que a la hora de la verdad no pagan peaje, impuesto de rodamiento e IVA y son protagonistas del mayor número de accidentes en Colombia que hoy tienen en situaciones dificilísimas al soat, además de ser una de las fuentes móviles más contaminantes en Medellín en Bogotá, siguen vendiéndose como arroz y sin control alguno.

Lo peor es que todos se esmeran por defender el uso de la moto por cuenta de que sería atacar a las clases menos favorecidas, ¡Yo a eso le llamo condenarnos a que padezcamos enfermedades respiratorias! Es increíble que prefieran llenar las vías de más motos, antes que construir más y mejores sistemas de transporte público.

Seguramente esta columna quedará como una más para la historia y será una reflexión que se leerá en años y dirán: «Se advirtió, tenía razón y no se hizo nada». Ojalá no sea así y los gobernantes tomen conciencia, se tomen decisiones contundentes y que este año sea un punto de inflexión para decirle, ¡No más a los motores diésel, ¡No más a la contaminación!

Debemos unirnos y decir, ¡Sí a una movilidad eléctrica!, ¡Sí a una movilidad más sostenible!, ¡Sí al uso responsable del vehículo particular!, ¡Sí a combustibles mucho más limpios como los que nos está entregando Ecopetrol! y ¡Sí a la renovación de camiones, buses y volquetas!

Hoy tenemos que luchar por la vida más que nunca y tenemos que luchar por el futuro de nuestro aire.

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