Candidatos huecos

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Me siento muy frustrado y ligeramente aburrido cuando escucho las distintas intervenciones de algunos precandidatos a la Presidencia de Colombia. No pasan de las mismas cinco palabras, repiten y repiten lugares comunes, son absolutos desconocedores en materia económica, agraria, de infraestructura y seguridad, pero como venden más los clics a eso se limita el debate en el que estamos. 


Por: Andrés Felipe Gaviria

Aunque uno quisiera que las cosas cambiaran, que el país tuviera un poco más de altura a la hora de dar un debate político en todas las esferas de la nación, no solamente en elecciones, sino en cualquier coyuntura que lo amerite; que haya algo de lógica, coherencia y consecuencia de lo que se dice. 

Creo firmemente que no se pueden dar debates rosa e innecesarios que hoy le pertenecen a una agenda de países nórdicos que ya tienen solucionados algunos aspectos de la vida elemental, mientras Colombia sigue pereciendo desde hace más de 20 años en temas estructurales relacionados con la justicia, la seguridad, la educación, el agro, la infraestructura y la economía. 

A veces, algunos candidatos y algunos sectores sociales pretenden que aquí hablemos primero de cómo combatir el cambio climático, desconociendo la cantidad de emisiones que tiene Colombia o sobre cómo logramos agendas ligadas a unos estándares internacionales que, para no ir muy lejos, es lo que nos ha sucedido con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde estamos con países que tienen buenas prácticas y con otros que son millonarios y Colombia parece colado en todos los compromisos porque sencillamente no tiene cómo cumplirlos. Uno no puede graduarse del grado once sin haber pasado primero por el quinto. Esto es lo que trato de decir, no que el cambio climático no sea importante – porque realmente lo es – sino que Colombia tiene que concentrarse en abordar problemas de nuestra naturaleza, que ya han añejado lo suficiente. 

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Entonces, uno escucha candidatos a los que les preguntan sobre economía, sobre cómo generar valor, cómo crear riqueza sostenible y revolucionar el agro – una deuda que Colombia tiene desde la época de Jorge Eliécer Gaitán -, cómo crecer en infraestructura, cómo reformar la justicia… y ellos se limitan a decir que aquí las personas están cansadas, que todo está mal, que todo va a cambiar, que todos somos unos berracos y que «pa’ lante porque pa’ palante es pa’ allá». 

Esa es la conclusión de muchos candidatos y como esos comentarios tienen eco en redes sociales, venden y generan clics, además de que venimos de una contienda electoral en la que a los candidatos que hablaban de propuestas reales les iba mal y a los que hacían el 8 con la cola, tocaban la guitarra y hacían el 21 con la cabeza les iba muy bien, todo ahora se limita a la superficialidad que estamos viendo. 

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De manera que, ilusamente, uno pretende que las personas en este momento, cuando estamos cerca de unas elecciones presidenciales, conscientemente hicieran una catarsis en la que se dijeran, por ejemplo, «me he quejado tanto tiempo de este presidente y de la situación de mi país, y ¿Qué es lo que yo he venido haciendo hace cuánto que me genera un mal resultado?». Como diría Albert Einstein, «solo un estúpido espera que las cosas cambien, haciendo las mismas cosas». 

Entonces la invitación que quisiera dejar es que está bien un candidato chévere, está bien un candidato que sea «bonito, amable, entrador, buena gente, el mejor de la rumba, el que organiza la parranda», pero es que no estamos eligiendo a Miss Simpatía ni al rey de un carnaval. Colombia necesita a una persona inteligente en todo el sentido de la palabra, íntegra, con experiencia probada, con credenciales. Colombia es un toro que te pide credenciales cuando sale al ruedo y tú no puedes llegar ahí a presentarte con mucha alegría, mucha risa y mucha camaradería, pero sin ningún tipo de conocimiento. 

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Obvio, no recae mi pensamiento y mi parecer sobre el candidato, recae sobre las personas, que son al fin y al cabo las que votan, las que tienen el poderío electoral de decidir quién gobierna. Analicen los candidatos, escúchenlos. ¿Ustedes escogerían a esa persona para una junta directiva, para que les cuide la casa? ¿Les dejarían un encargo tan grande a ellos? ¿Se sentirían confiados? 

De manera que démosle altura al debate, elijamos buenas personas, candidatos que estén probados, con propuestas estructuradas, serias y respaldadas; pero si el debate va a volver a caer en quién es el candidato que más likes tiene, que más risas produce y el que mejor se comporta con los niños, Colombia está condenada absolutamente a ser gobernada por influencers y personas carismáticas que no tienen ni idea de gobernar un país. 

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