A más de 3.000 metros de altura, en el corazón de la meseta del Tíbet, China levantó una de las obras más ambiciosas de su historia reciente, un océano de paneles solares que brilla bajo el cielo de Qinghai, una provincia árida y poco poblada del oeste de este país.
El Parque Solar Talatan, cómo se le conoce, ocupa 420 kilómetros cuadrados, una extensión equivalente a siete veces el tamaño de Manhattan, y se ha convertido en el complejo fotovoltaico más grande del mundo.
China consolida su liderazgo en energías renovables con el parque solar Talatan, una megainfraestructura ubicada en el Tíbet
Este proyecto, el cual genera 16.930 megavatios de energía solar, tiene la capacidad de alimentar todos los hogares de una ciudad como Chicago, Estados Unidos. Pero no se trata de una instalación aislada, a su alrededor operan 4.700 megavatios de energía eólica y 7.380 megavatios hidroeléctricos, que aprovechan el viento nocturno y los ríos glaciares de la región. Juntas, estas fuentes componen un sistema energético que fluye a lo largo de 1.600 kilómetros hasta llegar al corazón industrial del país, donde impulsa trenes de alta velocidad, vehículos eléctricos BYD y centros de datos de inteligencia artificial.
De acuerdo con un reportaje realizado por el New York Times, la electricidad generada en Qinghai cuesta 40 % menos que la producida por el carbón, lo que ha convertido a esta región en el laboratorio energético más ambicioso del planeta. Este modelo, que combina eficiencia económica y sostenibilidad, refleja el compromiso del presidente Xi Jinping, quien se ha propuesto multiplicar por seis la capacidad de energía renovable y así reducir de manera drástica las emisiones de carbono.
Actualmente, China cuenta con 48.000 kilómetros de trenes de alta velocidad, la red más extensa del mundo, alimentada en buena parte por energía limpias, paralelamente, los centros de datos que procesan inteligencia artificial y big data están migrando hacia Qinghai, atraídos por el bajo costo de la electricidad y el aire frío de la región, que reduce los gastos de enfriamiento hasta en un 40 %.
El vicegobernador Zhang Jingang explicó que el calor residual de los servidores se canaliza por tuberías subterráneas para calentar edificios en las frías ciudades de Yushu y Golong, reemplazando así a las antiguas calderas de carbón. Esta estrategia no solo optimiza recursos, sino que convierte al calor residual en una fuente de calefacción sostenible, un ejemplo de circularidad energética a gran escala.
El analista Esteban Actis, doctor en relaciones internacionales, advierte que este avance tiene implicaciones geopolíticas profundas, “cada kilómetro cuadrado de paneles solares que Estados Unidos instale aumenta, dada la actual cadena de suministro, su dependencia y vulnerabilidad con China. Trump ve la transición energética y la descarbonización en clave geoeconómica: es un camino donde gana el planeta, pero pierde Estados Unidos”.
Y el futuro promete más. En los próximos tres años, el parque Talatan multiplicará por 10 su expansión, alcanzando una superficie equivalente a 70 veces el tamaño de Manhattan. En este sentido, Qinghai planea quintuplicar su capacidad de centros de datos hacia 2030, aprovechando su clima frío y la disponibilidad de energías limpias. En las alturas de Yushu y Golog, el aire caliente de los servidores continuará reemplazando a las calderas de carbón, cerrando un ciclo energético casi perfecto.
Mientras tanto, países como Colombia siguen atascados en trámites, licencias ambientales y consultas previas que frenan el desarrollo de sus propios proyectos renovables, los cuales beneficiarían las país. China, en cambio, acelera sin pausa su renovación energética, posicionándose como el nuevo epicentro energético del planeta.
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