Aunque fue muy valeroso el médico que la semana pasada dio de baja a 3 delincuentes que intentaron secuestrarlo y robarlo, actualmente hay muchas personas que lastimosamente cuestionan ese actuar, y al parecer, preferirían estar muertos o secuestrados y que los ladrones hubieran cumplido con su cometido…
Por: Andrés Felipe Gaviria
En Colombia siempre suscitará este debate cada vez que ocurra un hecho como el acontecido en Bogotá, en el que la semana pasada un médico que transitaba por un puente peatonal se defendió de un robo, que al parecer, iría más allá y se trataría de un intento de secuestro.
El médico por fortuna portaba un arma con salvoconducto, pudo defenderse y dar de baja a los delincuentes, pero como todo en la vida, hay dos miradas sobre este asunto: unos defienden, con sus convicciones y sus gustos, que los ciudadanos no estén armados, que se dejen robar, herir, e incluso, matar…
Esta es una posición respetable, pero en lo personal me aparto de ese punto y me inclino por la segunda opción, que es que cualquier ciudadano que esté en la legalidad, trabaje honradamente y sea un colombiano de bien, no tenga que verse expuesto a ningún tipo de delito.
Aunque en teoría no tendría por qué estar armado, al no poderse garantizar su seguridad al 100%, pues todo ciudadano a nivel universal le asiste el legítimo derecho de la defensa personal.
No se trata de armar una película de vaqueros, de volverse un sheriff del barrio o de la ley del más fuerte, las cuales son las mismas frases de cajón que sacan a relucir, además de esa sentencia ya tan gastada, absurda y poco lógica, de que si matan todos los ladrones solo quedan los asesinos…
Hay que reflexionar y aunque la vida sea sagrada, la vida de las personas que desde la legalidad a diario se esfuerzan por salir adelante, debe pesar más que la vida de una persona que tiene claro que debe matar si no le dan un celular, una cadena o un bolso.
Desde todo punto de vista considero que esas vidas no valen lo mismo, porque los delincuentes son personas que están decidiendo sobre la vida de los demás y si partimos de lo básico, si a uno lo agreden o lo intentan robar, están transgrediendo mis derechos básicos que tengo como persona, y por lo tanto, no sería yo el que viola la ley, sino el victimario al ser el que inicia la agresión y pone en riesgo la vida misma.
De manera que, así como me aparto de medir la criminalidad de una ciudad por el número de muertos, también me aparto del discurso, insisto muy respetable, de que toda vida es sagrada.
Hay ejemplos contundentes a nivel mundial, como por ejemplo Singapur, país que ha demostrado que hay personas que no merecen estar en la tierra y que han venido a este mundo solo a hacer caos, causar desórdenes, asesinar, robar y hacer la vida de los demás más difícil.
Asimismo, tampoco acepto que me justifiquen esos actos criminales por la falta de oportunidades, de empleo o educación. Creo que son miles los ejemplos que podríamos citar de personas que no la han tenido fácil en la vida y no por eso han tenido que salir a apuñalar. Eso es una teoría más que rebuscada.
Es muy importante que los colombianos que presenten distintas pruebas establecidas por el Gobierno, tanto psiquiátricas como de habilidades con armas, psicológicas o emocionales, puedan portar armas con salvoconducto, puedan defenderse de cualquier agresión y puedan, incluso, lograr un trabajo articulado con la Policía Nacional.
Que también a las personas se les permita defenderse, por ejemplo, con sus vehículos; o sea, que una persona que se sienta en la capacidad de arroyar a un delincuente pueda hacerlo sin temor a que vaya a la cárcel o tenga que indemnizar a quien intentó robarlo y acabar con su vida.
Hay que pasar a la lógica cotidiana y a la vida misma; salir de la comodidad de algunos escritorios y carros blindados, que es lo que más me llama la atención. Veo a cientos de políticos y periodistas decir que es el colmo que una persona mate a un delincuente, que estas no pueden portar armas y que deberían entregar todo.
Sin embargo, omiten el pequeño detalle de contar que ellos tienen camionetas blindadas asignadas por el Gobierno y que en muchas ocasiones tienen además de conductores, escoltas armados, ¡Eso es burlarse de la ley moral de la ética y de la vida!
Está claro que las cifras indican que el mayor número de muertos en Colombia se debe a armas de fuego ilegales, es decir, que no tienen un salvoconducto.
La mortalidad de armas de fuego a nivel mundial siempre estará siendo cuestionada, pero por ejemplo, que entre 2016 y 2018 cerca de 33.000 personas hayan perdido la vida en actos ilícitos sí que es grave.
Además, hay otras noticias muy preocupantes, como las personas que mueren a causa de balas perdidas de combos delincuenciales durante sus peleas clandestinas.
Hoy en Colombia hay cerca de 700.000 armas con salvoconductos. Recientemente se han entregado cerca de 7.000 permisos y se ha demostrado que desde que se ha flexibilizado los permisos para portarlas, no existen casos significativos de excesos o mal usos de esas armas.
Ojalá el Gobierno Nacional insista en una reforma a la justicia, en crear una verdadera central de inteligencia, en la construcción de cárceles y más herramientas a la policía, para que los ciudadanos no tengan que actuar.