Cómo lograr un acuerdo nacional y no desfallecer en el quinto intento

Durante los últimos 12 años, la política colombiana ha sido testigo de una creciente polarización y agresividad. A pesar de varios intentos por alcanzar acuerdos nacionales, ninguno ha tenido éxito.

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Esta polarización, que algunos ven como un componente natural de toda sociedad democrática, donde el disenso y la libertad de opinión son esenciales, ha tomado un carácter nocivo en el país. Aunque la divergencia de opiniones es parte del escenario político, no se busca una política monoteísta ni una autocracia donde solo una voz, razón y poder prevalezcan. En cambio, lo que se ha visto es una gran ignorancia en el debate político, junto con mezquindad, hipocresía y doble rasero, que han afectado negativamente la salud de la política, el desempeño de los gobiernos y la función de los medios de comunicación, así como la manera en que se hacen las campañas y se gobierna.

En las últimas semanas, el presidente Gustavo Petro ha enfatizado la necesidad de un acuerdo nacional. Sin embargo, parece que este esfuerzo ha sido liderado principalmente por Laura Sarabia, quien, a pesar de su agenda ocupada, ha tendido puentes con los principales empresarios del país, incluido el Grupo Aval, irónicamente uno de los grupos más criticados por Petro durante su carrera política. Esta iniciativa es positiva, ya que los gobiernos deben dejar atrás la hostilidad de la campaña electoral y centrarse en gobernar como una nación unida, velando por los intereses de la mayoría de los colombianos.

Si el acuerdo nacional tiene como objetivo final simplemente crear un ambiente favorable en el Congreso para aprobar reformas, no será más que una triquiñuela, castigada por la opinión pública y otros sectores políticos. El presidente Petro debe liderar este acuerdo de manera equitativa, sin perder su pasión, pero abandonando la retórica violenta. Es crucial cesar la calumnia, infamia y blasfemia, así como los insultos y términos peyorativos que se utilizan para descalificar a los opositores.

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Por otro lado, la oposición también debe dejar de lado su postura primaria y reactiva, y en su lugar, enfocarse en argumentos sólidos, cifras y estadísticas. El debate debe llevarse con altura, respetando las formas y el ser humano. Tanto el gobierno como la oposición deberían liderar con el ejemplo, ya que son quienes están en el ojo público, influenciando a niños, jóvenes y adultos mayores a través de la televisión, internet y la radio.

Un acuerdo nacional debe basarse en principios sencillos, como que quien cometa un delito lo pague, desde robar un celular hasta extorsionar o asesinar. También debe haber respeto por la propiedad y por la libertad de mercado, manteniendo una economía abierta, competitiva y productiva. La seguridad ciudadana, tanto urbana como rural, es más necesaria que nunca, y el sistema de salud, actualmente en estado crítico, debe ser protegido. El sistema pensional, que depende de lo que decida la Corte Constitucional, también requiere medidas de largo aliento, y no simplemente soluciones temporales. Asimismo, la reforma laboral no debe generar más desempleo, y la reforma a la salud no debe desmantelar lo poco que queda del sistema.

Finalmente, la reforma tributaria, idealmente progresiva, justa y estructural, debería aumentar la base gravable, reducir el impuesto a las empresas, disminuir el gasto en clientelismo y burocracia, y reducir el IVA, gravando todos los bienes y servicios por igual. Además, se debe garantizar la seguridad jurídica, física y la confianza inversionista para todas las empresas. Estos son puntos esenciales para un acuerdo nacional que beneficie verdaderamente al país.

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