Muchas de las reformas hechas contemplan el precio para mantener los derechos, pero eluden el debate de los costos.
Por: Miguel Gómez Martínez
La diferencia fundamental entre un populista y un estadista es que el primero habla siempre del precio y el segundo tiene en cuenta el costo. Hay miles de cosas que no tienen precio. Por lo general, son las más valiosas, como el amor de los hijos, la tranquilidad de conciencia o la paz. Pero que no tengan precio no quiere decir que no tengan costo.
En esta sociedad de la información en la que vivimos, hemos sido atrapados por el ‘buenismo’. Queremos que no haya hambre en el mundo, pero tampoco obesos, que los padres no castiguen a sus hijos, que desaparezca el plástico, pero que no suban los precios de los envases, que no haya corridas para que los toros de lidia mueran de vejez, que la salud sea gratuita, que todo el mundo se movilice en bicicleta, o que los niños puedan escoger su sexualidad. Algunas de estas propuestas suenan muy atractivas, pero son irracionales. El ‘buenismo’ consiste en razonar, en términos de precio, pero eludir el debate de los costos.
La nueva ley estatutaria de salud es un excelente ejemplo. Se garantizan todos los derechos, cuando se sabe, de antemano, que no es posible financiarlos. Se crean obligaciones que no pueden atenderse porque están por encima de la capacidad de pago del sistema. Todos los sistemas de salud del mundo están en graves aprietos presupuestales. El colombiano no es la excepción. El Fondo de Solidaridad y Garantía (Fosyga) ha sido el mecanismo utilizado por el Estado para compensar los mayores gastos de un sistema que ha aumentado sus costos de forma exponencial sin resolver el problema de los ingresos. La nueva ley le brinda mucha más autonomía a los médicos en la determinación de los procedimientos, lo que es bienvenido por todos. Pero el impacto de este principio puede hacer explotar los costos del sistema sin que medie, como antes, el mecanismo del Fosyga. El modelo puede colapsar y el ‘buenismo’ que lo inspira quedará en nada.
Lo mismo sucede con el sistema pensional, en el cual, como bien lo denuncia Asofondos, se destinan 38 billones de pesos cada año del presupuesto nacional para atender solo 2 millones de pensionados. Con el envejecimiento de la población, debido, en buena parte, a la mejor cobertura en salud, la cuenta fiscal será cada día más onerosa y se volverá insostenible. El sistema de prima media subsidia las mesadas a los que no lo necesitan, mientras más de la mitad de los colombianos nunca tendrán una pensión. La reforma de las pensiones es otro de los temas calientes que este gobierno irresponsable ha decidido evadir y que estallará en un futuro próximo.
El ‘buenismo’ es propio de las sociedades en las que la política ha perdido nivel y los temas se discuten con fines populistas. Prometer lo que no se puede cumplir es propio de los demagogos, que juegan con la ignorancia que la mayoría tiene sobre los temas complejos para los que no hay soluciones ideales.
Coletilla: hay que reconocerle al Ministerio de Agricultura el éxito en el programa Colombia Siembra, pues los cultivos de coca pasaron de 40.000 a 200.000 hectáreas. También al Ministerio de Comercio, ya que Colombia, con unas 1.200 toneladas de cocaína exportadas, recupera el primer lugar mundial en este renglón.