Con la reciente aprobación de una ley en contra del ruido y paralelamente una nueva regulación para las fotomultas en la ciudad de Bogotá, es fácil deducir que en Colombia hay una gran resistencia hacia todo lo que quiera garantizar el correcto orden, una armonía y el respeto por las normas y las leyes.
Increíblemente, hay personas que se están oponiendo a la ley en contra del ruido porque dicen que el ruido no tiene nada de malo y que quienes no les gusta el ruido es porque son unos viejitos amargados de las cavernas sedentarios.
Lo cierto es que el ruido es un problema, no solamente en Colombia, sino en el mundo; nada más en ciudades como Medellín, el ruido que generan muchísimas motocicletas, camiones y volquetas excede cualquier estándar de ruido que se tenga a nivel mundial.
Colombia y, especialmente en algunas zonas del país, «todos saben cuáles zonas», el tener 30 bafles afuera en una calle, cada uno con música distinta, se volvió completamente normal y ni siquiera la policía o la ciudadanía pueden hacer algo para controlarlo.
Cabe recordar que precisamente el modelo de libertad y de respeto por el otro implica que mis derechos van hasta donde empiezan los derechos del otro.
Y en cuanto a las fotomultas, con el tremendo nivel de accidentes que tiene Colombia, con la dramática situación que tenemos por cuenta de los vehículos que no pagan el Soat, nos referimos a las motos que, ni habiéndole subsidiado el Soat, lo están pagando, la cantidad de muertos que tiene Colombia en sus vías, la cantidad de personas heridas por accidentes viales y aun así hay personas que se oponen a que haya fotomultas.
La concejal Diana Diago, del Centro Democrático, salió con una regulación que también hay en Medellín y creo que en la costa, y es que hay que ponerle más o menos un alumbrado navideño a las fotomultas y avisar desde 2 kilómetros, 1 kilómetro o 500 metros que hay fotomultas para que la gente,pues, se comporte bien ante la cámara y no la multen.
¿Quién se hubiese imaginado tamaño despropósito? O sea, la concejal, implícitamente, junto con todas las personas que defienden esta idea, están promoviendo la cultura de ser solapado: solamente cuando lo esté mirando la cámara, compórtase bien; ya después compórtase como le plazca. Eso no tiene ningún sentido; en ningún lugar civilizado del mundo existe ese modelo.
Las fotomultas deberían estar precisamente escondidas para sancionar a la cantidad de infractores que hay en Colombia, que no es poca, que se pasa los semáforos en rojo, que no pone direccionales, que no respetan los pares, que violan las intersecciones, que se para encima de los cruces peatonales, que va en contravía, que anda en pico y placa, que no paga el SOAT, que no paga la técnomecánica, que no paga el impuesto de rodamiento.
Claro que hay que hacerlo y claro que deberían estar escondidas las cámaras y tienen que multar a las personas. Todos los colombianos pueden ver cómo, cuando una moto pasa por una cámara, tapa la placa con total impunidad. Por eso es increíble que se haya aprobado esta proposición en el consejo de Bogotá y que eso ya esté operando en otras partes del país y nadie haga nada.
Los colombianos de la única forma que aprenden es cuando les meten la mano en el bolsillo y así sucedió con el uso del cinturón y con andar hablando por celular mientras manejaban; fue así como se mitigó un poco.
Porque de lo contrario, estas medidas solo auspician la cultura de ser solapado, ilegal, irresponsablemente e irrespetuoso con las autoridades.
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