( “la depresión te roba la esperanza y sin esperanza no podemos vivir”…)
Por: Misael Cadavid MD
No es un secreto que la vida del artista es caótica, apasionada y extrema: problemas de drogadicción, alcoholismo, depresión y amores desaforados son causas que han traído como consecuencia grandes creaciones artísticas en todos los campos. Cuando el cuerpo y la mente no pueden con el alma
Y es que desde siempre me llamo la atención, la descripción de los poetas suicidas como seres que sufrieron más pérdidas familiares y traumas infantiles, carecían de pareja, hijos, trabajo, prosperidad económica, red social y creencias religiosas, gozaban de menor reconocimiento profesional, pertenecían a movimientos centrados en “lo existencial ”, habían realizado más intentos autolíticos, consumían sustancias psicotrópicas y padecían trastornos mentales en mayor medida.
Y es que los versos al teñirse de sensualidad y melancolía que recordaba el sufrimiento de aquellos románticos frustrados por el mundo en que vivían, afirman que es el ser humano individual quien crea el significado de su propia vida, lo que puede derivar al absurdo de vivir y al suicidio como solución.
Acorde con estos principios, existe un tradicional romance que enlaza poesía y suicidio, romance que parece verse confirmado por diversas investigaciones, que encuentran una mayor frecuencia de intentos de suicidio y de suicidio consumado entre los poetas, que en la población general.
Y traigo a colación este ejemplo de la mayor prevalencia de suicidio entre poetas y bohemios, por ser referentes filosóficos y románticos de nuestra existencia, pero que sin lugar a dudas el desenlace trágico de sus vidas posiblemente estuvo enmarcado por un cuadro de depresión no diagnosticado a tiempo, es por ello que debemos visibilizar este problema de salud pública que desde hace varios lustros aporta aproximadamente 1 millón de suicidios en el mundo cada año. Esto si que es una pandemia sin los reflectores de los medios de comunicación.
Los síntomas de depresión son tan variopintos como particulares en cada persona. Sin embargo, todos confluyen en una misma y oscura realidad: un pesimismo crónico y la incapacidad de moverse con la vida. Estamos ante una enfermedad tan compleja como invalidante, esa que no hace distinción de edad, de sexo o posición social, rodeada aún de ciertos estigmas.
Dicen que ponerle palabras al dolor es el primer paso para la curación. Decir dónde te duele es visibilizar una lesión, es poder diagnosticar un trauma, una disfunción interna que se evidencia con una sintomatología particular. Ahora bien, cuando hablamos de depresión, algo que resulta tremendamente complejo para un paciente explicar de forma concreta dónde le duele, aunque duelan el alma y el cuerpo.
¿La razón? Tanto si estamos ante una distimia, un trastorno estacional, una depresión mayor o incluso un trastorno bipolar, lo que duele es “todo”. Pesa el cuerpo, pesan los pensamientos y pesa la vida. Nada importa y todo agota.
Quizá por ello se suele fallar tanto a la hora de dar diagnósticos.
A menudo, los médicos nos limitamos en tratar determinadas afecciones sin intuir que tras ese síntoma en concreto, hay una depresión. Aún más, también es común que muchas personas (en especial hombres) sean reacios a pedir ayuda. Se encorazan en esa apatía creyendo que es simple estrés, una mala época y nada más.
Una detección temprana de la depresión facilita el enfoque terapéutico. Es por tanto esencial que aprendamos a reconocer los síntomas de depresión, tanto en nosotros mismos como en nuestras personas más cercanas.
La depresión se presenta de muchas formas. Hay muchos tipos de trastornos depresivos y a su vez, pueden estar asociados a otras realidades psicológicas que son necesarias diagnosticar. Asimismo, cada persona vive esta enfermedad de un modo, lo cual implica a su vez la necesidad de personalizar cada tratamiento, cada enfoque terapéutico.
Estamos a su vez ante una condición que alcanza casi cualquier aspecto de nuestro organismo: sistema inmunitario, sistema digestivo, metabolismo, procesos cognitivos… Además ,es menester recordar una vez más que esta enfermedad, no es síntoma de debilidad. No es algo que uno elija o provoque, no es una fractura repentina en un hueso que uno pueda curarse con un yeso y antiinflamatorios.
Del mismo autor: Delta, no nos quites la ilusión
Es una realidad muy compleja y delicada que se evidencia con la siguiente sintomatología:
- Las actividades que antes nos eran agradables y nos ofrecían motivación, ahora ya no nos son interesantes.
- Dificultad para llevar a cabo las responsabilidades laborales.
- Las tareas que antes realizábamos en poco tiempo ahora nos cuestan más. Incluso el mero hecho de pensar en ellas nos agota.
- Desinterés por socializar.
- Hipoactividad.
- Malhumor.
- Sensación constante de frustración.
- Falta de confianza.
- Pensamientos catastróficos y falta de esperanza en el futuro.
- Sentimientos de decepción.
- Sensación de que nadie nos entiende.
- Tristeza permanente.
- Irritación, enfados constantes…llorar sin motivo.
- Problemas de concentración.
- Pérdidas de memoria.
- Pensamiento errático.
- Cefaleas.
- Dolores musculares y calambres.
- Problemas intestinales.
- Aumento o bajada de peso.
- Pérdida del cabello.
- Problemas para dormir.
- Agotamiento.
- Problemas dermatológicos.
- Sistema inmunitario debilitado.
- Disminución en la libido.
- Pensamientos suicidas: Son ideas al principio esporádicas, pero que en algunos casos, pueden tornarse permanentes hasta transformarse en una primera tentativa de suicidio. Hay manifestaciones verbales como: “Si desapareciera ahora no pasaría nada” ; “Ojalá me acostara a dormir y ya no me levantara”; “Todos estarían mejor sin mí”; “Nadie notaría si ahora desapareciera”.
Para concluir, los síntomas de depresión aunque variados son una espiral agotadora caracterizada por el pesimismo y la falta de energía.
Hay que cambiar el enfoque e ir más allá. Aunque sintamos que esta enfermedad es casi como ir avanzando con palos de ciego, cabe decir que puede tratarse y que poco a poco, uno puede tener pleno dominio sobre ella para debilitarla y dejarla atrás. Solo hay que dar un paso, el más valiente de todos: pedir ayuda y comprometerse con uno mismo.
Evitemos el suicidio diagnosticando y tratando a tiempo la depresión.
La vida es ya y ahora… No la dejemos escapar!