Durante las últimas dos décadas, el mapa de los cultivos de coca en Colombia ha cambiado tanto como las políticas antidrogas. Desde 2002 hasta 2025, las cifras oficiales del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI), la UNODC y el Ministerio de Justicia muestran una tendencia sostenida al alza: el país pasó de poco más de 100.000 hectáreas a más de 253.000, la mayor extensión registrada en su historia reciente.
El análisis de los últimos cinco gobiernos revela cómo las estrategias, las zonas productivas y los precios de la cocaína han mutado con el tiempo, reflejando tanto las dinámicas del conflicto interno como las presiones de los mercados internacionales.
Álvaro Uribe Vélez (2002–2010): la era de la fumigación y la reducción inicial
Durante el primer ciclo de la llamada “seguridad democrática”, Colombia logró reducir los cultivos de coca de 102.000 hectáreas en 2002 a cerca de 57.000 en 2010, según las cifras oficiales del SIMCI. Las operaciones de aspersión aérea con glifosato y las campañas de erradicación forzada marcaron el rumbo de la política antidrogas en ese periodo.
Las zonas más afectadas fueron Putumayo, Guaviare y Caquetá, tres departamentos que concentraron los mayores esfuerzos militares y sociales.
En esa época, el kilo de cocaína en el país se cotizaba entre 1.000 y 1.500 dólares, mientras en Estados Unidos alcanzaba precios de 15.000 a 20.000 dólares, y en Europa se movía entre 25.000 y 30.000 dólares.
Aunque los números parecían alentadores, distintos informes de Naciones Unidas advertían que la reducción en superficie cultivada no implicaba necesariamente una disminución en la producción total: las plantaciones eran más eficientes, y los laboratorios más sofisticados.
Juan Manuel Santos (2010–2018): el auge tras la suspensión del glifosato
El segundo gran ciclo comenzó con una fuerte expansión. Durante los dos periodos de gobierno de Juan Manuel Santos, los cultivos pasaron de 57.000 a 171.000 hectáreas, con un incremento sostenido a partir de 2015, año en que se suspendió la aspersión aérea con glifosato tras las advertencias de la OMS sobre sus efectos en la salud.
Las nuevas zonas dominantes fueron Nariño, Norte de Santander y Cauca, con enclaves productivos que mezclaban economías ilegales, minería informal y corredores de exportación hacia Ecuador y Venezuela.
Los precios también repuntaron: el kilo de cocaína en Colombia se ubicó entre 1.500 y 2.000 dólares, mientras en Estados Unidos subía hasta los 30.000, y en Europa alcanzaba los 40.000 dólares.
A pesar de los esfuerzos de sustitución voluntaria y los programas enmarcados en el Acuerdo de Paz de 2016, el auge cocalero evidenció una paradoja: el fin del conflicto con las FARC liberó vastas zonas del control armado, pero también abrió espacio a nuevos grupos criminales y redes del narcotráfico.
Iván Duque Márquez (2018–2022): la estabilización en niveles altos
Durante el gobierno de Iván Duque, los cultivos se estabilizaron en cifras elevadas, pasando de 171.000 hectáreas en 2018 a 204.000 en 2022. La política oficial combinó erradicación forzada, intervención militar y programas de desarrollo alternativo con resultados dispares.
Los departamentos con mayor densidad fueron Catatumbo, Tumaco y Putumayo, tres zonas con fuerte presencia de grupos armados residuales y rutas activas hacia el Pacífico y la frontera venezolana.
El precio del kilo de cocaína en Colombia osciló entre 1.800 y 2.500 dólares, mientras en Estados Unidos se pagaba entre 30.000 y 40.000 dólares y en Europa llegaba a 50.000 dólares.
Durante este periodo, los informes internacionales señalaron un crecimiento paralelo en la producción de cocaína pura, pese a que el área sembrada no aumentaba al mismo ritmo. El mercado global se expandía, impulsado por nuevas rutas marítimas y una demanda creciente en Europa y Oceanía.
Gustavo Petro (2022–2026): récord histórico y un nuevo discurso
Con la llegada del presidente Gustavo Petro, la estrategia antidrogas dio un giro discursivo. Se abandonó la lógica de la guerra contra las drogas y se impulsó la idea de un enfoque “humanitario” que prioriza la sustitución voluntaria, la formalización rural y la intervención integral en territorios cocaleros.
Sin embargo, los datos del SIMCI y el Ministerio de Justicia muestran un crecimiento continuo: de 230.000 hectáreas en 2022 a 253.000 en 2023, cifra que se mantiene para la proyección 2025.
Las principales zonas de cultivo son Nariño, Putumayo y Norte de Santander, además de enclaves consolidados en Catatumbo.
En el mercado interno, el kilo de cocaína se cotiza actualmente entre 1.800 y 2.000 dólares, mientras en Estados Unidos puede llegar a 48.000–50.000 dólares, y en Europa se paga entre 55.000 y 65.000 dólares.
Aunque la política oficial busca reducir la dependencia económica de la coca, los precios internacionales —muy superiores a los nacionales— mantienen el incentivo para su producción.
De Uribe a Petro: así cambió la cantidad de Cultivos de coca en el país
Los informes de Naciones Unidas y el Ministerio de Justicia advierten un fenómeno crítico: el 48 % de los cultivos de coca en Colombia se ubican hoy en zonas de conservación y manejo especial, como parques naturales y reservas forestales. Los principales enclaves están en Nariño, Putumayo, Cauca, Meta, Bolívar, Chocó y Guaviare, departamentos que albergan más del 60 % de la producción nacional.
El desplazamiento hacia áreas ambientalmente protegidas responde a varios factores: el control territorial de grupos armados, la presión estatal sobre las zonas tradicionales y la búsqueda de suelos más fértiles y aislados. Esto ha derivado en un conflicto entre la protección ecológica y la supervivencia de miles de familias campesinas sin alternativas económicas reales.
El comportamiento de los precios muestra una brecha abismal entre los puntos de producción y consumo. Mientras en Colombia el valor del kilo de cocaína se mantiene por debajo de los 2.000 dólares, en Estados Unidos y Europa las cifras superan los 40.000 y 60.000 dólares respectivamente, con casos documentados en los que un kilo puede alcanzar hasta 200 millones de pesos colombianos en el mercado final.
Los analistas del Observatorio de Drogas de Colombia, la Policía Nacional y la UNODC coinciden en que la sobreoferta interna ha reducido el valor del producto en el país —de ahí expresiones populares como “la coca a precio de huevo”—, mientras que en el exterior, las ganancias siguen siendo astronómicas debido al riesgo y los costos logísticos de exportación.

Según los reportes más recientes, la proyección para 2025 mantiene el nivel en 253.000 hectáreas, con epicentros en Nariño, Putumayo y Catatumbo. Los precios proyectados oscilan entre 1.800 y 2.000 dólares en el país, 48.000–50.000 dólares en Estados Unidos y hasta 65.000 dólares en Europa.
Los informes internacionales destacan que Colombia sigue siendo el primer productor mundial de hoja de coca y cocaína, concentrando más del 60 % del suministro global, pese a las variaciones anuales y los esfuerzos de control regional.