Los tenistas de élite ya no dependen solo de la raqueta: el creciente fondo de premios y el apetito de las marcas les permiten ingresar decenas de millones cada temporada. Carlos Alcaraz y Taylor Fritz ilustran cómo el dinero fluye tanto dentro como fuera de la pista, y marcan el pulso de una industria que mueve miles de millones al año.
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El auge económico del circuito
El fondo de premios de Roland Garros 2025 alcanzó los 56,35 millones de euros (63,8 millones de dólares), un 5 % más que en 2024, reflejo de la inflación positiva que vive el tenis profesional.
Solo el campeón masculino recibió 2,9 millones de dólares, cifra inédita para la arcilla parisina. Wimbledon y el US Open pagan incluso más, superando los 3,5 millones al ganador, lo que sitúa a los grandes torneos como principal fuente directa de ingresos para los tenistas de la cumbre.
Paralelamente, los patrocinios se disparan. Forbes calculó que las diez raquetas mejor pagadas de 2024 ganaron en conjunto más de 260 millones de dólares, y que dos tercios provinieron de acuerdos comerciales
La audiencia global, el auge del streaming y la entrada de nuevas marcas de lujo explican esta euforia financiera que beneficia a los tenistas mejor posicionados en redes y rankings.
Carlos Alcaraz: ingresos de campeón a los 22 años
El murciano ya acumula 45,27 millones de dólares en premios oficiales, séptimo en la lista histórica de la ATP. Solo en 2025 lleva ganados más de 7,4 millones gracias a títulos como el reciente Roland Garros.
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Además, su victoria en París añadió casi 3 millones a su cuenta, ampliando la brecha con sus rivales generacionales.
Fuera de las pistas, Alcaraz firmó en 2024 una extensión de diez años con Nike valorada entre 15 y 20 millones anuales, con logo propio incluido.
El acuerdo lo coloca junto a leyendas como Federer y Nadal, los únicos tenistas con insignia personal en la multinacional. Otras alianzas con Rolex, BMW y Babolat añaden cerca de 32 millones, de modo que Forbes le atribuye 42,3 millones totales en 2024, tope del circuito.
El caso Alcaraz demuestra cómo la mezcla de juventud, títulos precoces y carisma en redes genera un retorno casi inmediato, acelerando la curva de ingresos que antes solo alcanzaban los jugadores veteranos.
Taylor Fritz: la apuesta estadounidense
El actual número uno de EE. UU. ha superado los 24 millones de dólares en premios a lo largo de su carrera, según la ATP. La temporada 2024 fue su mejor año económico, con 8,25 millones en la bolsa gracias a semifinales en Grand Slams y el ATP Finals.
Aunque su cifra es menor que la de Alcaraz, Fritz capitaliza el enorme mercado doméstico: marcas como Rolex, Boss, Head y Chipotle lo eligieron como embajador global.
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El acuerdo con Hugo Boss, sellado tras romper con Nike, refuerza su perfil de moda y se estima en varios millones anuales. Además, patrocinios con Asics y Motorola diversifican sus ingresos, demostrando que los tenistas estadounidenses mantienen un atractivo especial para las marcas tecnológicas y de estilo de vida.
Para calibrar la dimensión de estas cifras basta comparar con Novak Djokovic, líder histórico de premios con 187,8 millones de dólares. Le siguen Rafael Nadal (134,9 millones) y Roger Federer (130,6 millones), símbolos de una generación que elevó el listón.
Sin embargo, la inflación de premios facilita que talentos más jóvenes se acerquen rápido: Jannik Sinner facturó 19,7 millones solo en 2024, segundo mejor registro anual jamás visto.
Estas cifras reflejan una industria más global y digital. Los contratos de streaming y las audiencias en Asia y América Latina impulsan el pool de efectivo, mientras nuevos patrocinadores —desde fintech hasta bebidas funcionales— buscan visibilidad.
Los tenistas con presencia en TikTok o Twitch amplían su base de fans y monetizan contenidos más allá del tour, creando un modelo híbrido deporte-entretenimiento.
El negocio no muestra señales de frenarse. Si la tendencia persiste, veremos a los futuros campeones romper la barrera de los 200 millones en premios antes de cumplir 30 años, algo impensable hace una década.
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