De los ODM a los ODS

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Por: Amylkar Acosta

Estamos a pocos días del 25 de este mes, fecha esta en la que se darán cita los estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para adoptar oficialmente la Agenda 2030 con el fin de alcanzar los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). Recordemos que esta iniciativa fue propuesta por el Presidente de la República Juan Manuel Santos en la Cumbre Rio + 20 en 2012 y acogida unánimemente por los países participantes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible.

Se trata de darle solución de continuidad a los esfuerzos realizados por parte de la comunidad internacional tendientes a alcanzar los 8 Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM), con sus 40 indicadores, que en el caso particular de Colombia no se alcanzaron todos, ya que según Fabrizio Hochschild, Coordinador residente de la ONU, avanzó en la dirección correcta “pero no a la velocidad necesaria”. Luego del cierre del 2015 y del balance del cumplimiento de las metas planteadas en los ODM, el primero de enero del próximo año servirá de grilla de partida para alcanzar los 17 objetivos planteados y sus 169 metas hacia el 2030.

Desde luego los ODS son mucho más ambiciosos que los ODM y de más amplio espectro, se propone construir un mundo con menos precariedades, buscan también reducir las brechas entre países, regiones y localidades, que prime la equidad, contribuyendo a una mayor movilidad social ascendente corrigiendo la desigualdad de trayectorias. Los ODM tuvieron el mérito de poner en el centro de gravedad y de la atención de los gobiernos el desarrollo humano mediante la reducción de la pobreza extrema, en lugar de las frías cifras del crecimiento del PIB. Esta vez los ODS se centran en la promoción de una estrategia de desarrollo económico y social incluyente y sostenible, que le asegure un mejorestar a las actuales y futuras generaciones.

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Como lo afirma la Secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, “la diferencia entre ambas agendas es relevante para América Latina y el Caribe: la nueva hoja de ruta aborda varias dimensiones de la desigualdad, el principal problema de nuestra región”. Y lo es aún más para Colombia dado que, según el más reciente informe del PNUD, con un coeficiente Gini de 0.53, ocupa el 14º lugar con mayor desigualdad entre 134 países observados. Ello obedece, en gran medida, a que, como lo afirma la experta Consuelo Corredor, “en este país se han hecho esfuerzos para enfrentar la pobreza, pero poco y nada en desigualdad”.

Indudablemente la inclusión social y la reducción de la desigualdad pasan por la promoción del empleo digno y de calidad, esta es la clave. Pero, para generar más y mejores empleos, así como para superar los alarmantes índices de informalidad que acusa la realidad colombiana es absolutamente necesario replantear el modelo de desarrollo. La crisis actual, provocada por la destorcida de los precios de los productos básicos han puesto al desnudo sus vulnerabilidades. Hagamos de esta crisis la oportunidad para impulsar la industria, la agricultura y la ganadería, único camino para diversificar nuestra oferta exportadora. No obstante, ello no se va a dar por generación espontánea, se requiere de políticas públicas de fomento y promoción de tales actividades, sin que estas se confundan con el trasnochado proteccionismo a ultranza.

Como bien lo afirma Alicia Bárcena, “el desarrollo sostenible exige una considerable acción colectiva” y afortunadamente, acota ella, hoy se dispone en la región de “nuevas y mejores herramientas y de una sólida institucionalidad para llevar a cabo un proceso transformador y superar el rasgo más acusado de nuestra región: la desigualdad”. Y, para rematar, “tal y como lo resalta la nueva Agenda, nuestra obligación es no dejar a nadie atrás”. Nada más, pero tampoco nada menos!

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