La decadencia total

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Lo que presenciamos el 20 de julio es una muestra fiel de qué tan bajo ha caído la política colombiana, no solamente por culpa de un pésimo electorado sino por la irresponsabilidad de quienes se presentan a tan altas dignidades sin las capacidades, méritos y conocimientos necesarios.


Por: Andrés Felipe Gaviria

Soy un convencido de que las formas y las maneras importan en la vida, no hay nada como tratar bien para ser bien tratado; siempre respetar al adversario en medio de las discrepancias naturales de la vida, escuchar al otro, comprender su posición y por qué no explorar sus antecedentes y el origen que les pueden llevar a pensar de una u otra manera.

Por más utópico y romántico que suene, creo que la gente cuando habla se entiende que ninguna diferencia nos puede llevar al odio, al rencor y a la persecución y que la única forma de que una sociedad avance es cuando nos ponemos de acuerdo en puntos fundamentales que van ligados a la coherencia y al sentido común -en Colombia parece ser el menor de los sentidos- y es en donde no hay ideologías, no hay colores, solo hay un propósito común: el bienestar de todos.

Me parece muy delicado que los cargos públicos estén perdiendo cada vez más, con mayor rapidez, su valor, su prestigio; que los requisitos, si bien no son oficiales para ocupar los cargos, se devalúen por cuenta de personas que no han sabido honrar dichas distinciones en determinados momentos de la vida. Vemos cómo el desespero y la necesidad urgente de un cambio y de caras nuevas llevó a millones de personas a votar por candidatos que ni sabían el número de departamentos que tiene Colombia, ni conocen una facultad de determinada ciencia, de personas que tienen grandes cuestionamientos y peor aún, personas que no tienen modales, ningún comportamiento mínimo de educación y respeto.

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Por más elemental que sea, en Colombia se ha perdido el respeto por el otro cuando habla. En Colombia la gente prefiere gritar y estar maquinando en la cabeza la respuesta a lo que está escuchando, por lo cual realmente ya no escucha; se está preparando para responder, para contradecir, para aplastar el pensamiento del otro y que un Congreso nuevo no le permita al presidente saliente pronunciar un discurso es la muestra del tipo de shows de circo que tendremos en esto cuatro años. 

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En su momento, rechacé cuando el Centro Democrático sacaba carteles contra el presidente Juan Manuel Santos. Ahora, rechazo que la izquierda saque carteles y abuchee al presidente Iván Duque. La oposición que siempre será necesaria en cualquier democracia y que por eso las autocracias son exitosas en la medida en que ya es un sistema que se adopta naturalmente en una sociedad pero no de forma soterrada, tratando de comprar voluntades y posiciones; si una autocracia parece democracia lo único que hace es feriar el presupuesto público.

La oposición tiene que ser respetuosa, apegada a la ley, a los argumentos, a debatir tesis constructivas, atacar los argumentos y no al hombre; esto no es de ir lanzando bulos, burlarse de la vestimenta, del físico, de la orientación sexual, del color del enemigo; esto es sobre lo que debate un animal político, que son las ideas y es lo que yo quisiera ver en una oposición y en estos cuatro años no va a pasar.

Para concluir. Ojalá la oposición que hoy es gobierno, que se quejó tanto durante más de diez años de que vivían en un narcoestado, en un régimen dictatorial, con persecuciones, respete a la nueva oposición, les dé garantías y sea el verdadero cambio que dijo ser en campaña; que sea realmente la representación de la política del amor y la tolerancia, que es lo que su líder y presidente electo Gustavo Petro ha esbozado durante toda su vida pública.

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Con respeto nos entendemos, dialogando avanzamos, entendiéndonos podemos construir. Y si queremos una paz total el único requisito que no podemos violar es el irrespetar el pensamiento del otro, hay que escucharlos.

@AndresGaviriaC

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