Defender la democracia

Durante años, la democracia permitió a Petro llegar al poder. Hoy se le exige el mismo compromiso con esas garantías, sin distinción entre aliados y opositores.

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Se lo decimos sin estridencias, sin agravios, sin ataques personales, pero con la firmeza que exige el momento. Presidente Petro, usted ha sido uno de los principales beneficiarios de las garantías que brinda la democracia colombiana. A pesar de sus cuestionamientos constantes al sistema, fue precisamente ese sistema el que le permitió ser concejal, congresista, alcalde, varias veces candidato presidencial y, finalmente, presidente de la República.

Desde hace tres años, usted tiene en sus manos no solo el poder, sino la responsabilidad de garantizar esas mismas condiciones democráticas a todos los actores políticos del país, sin distinción entre aliados y opositores. Por eso resulta profundamente grave lo sucedido recientemente con el senador Miguel Uribe. Afortunadamente, usted nunca enfrentó mayores amenazas contra su seguridad en su trayectoria pública. Siempre se le brindó protección, apoyo logístico, financiación legal para su actividad política, y se le permitió recorrer el país sin restricciones.

Resulta inadmisible que hoy, como jefe de Estado, no sea capaz de garantizar la seguridad de un senador de la oposición, un precandidato presidencial del Centro Democrático. Imagine, Presidente, si una situación similar se hubiera presentado durante un gobierno en el que usted fuese oposición, y su vida estuviera en peligro real. Seguramente el país habría estallado en protestas, disturbios y caos, pero, afortunadamente, eso nunca ocurrió.

Porque si algo hemos aprendido de la dolorosa historia política de Colombia, con sus ciclos de violencia, muerte, lágrimas, viudas y niños huérfanos, es que la violencia política debía ser erradicada, tanto en el discurso como en la acción. Creímos haber superado esa etapa. Sin embargo, hoy volvemos a tener razones para dudar de que las elecciones presidenciales de 2026, y las parlamentarias, cuenten con plenas garantías, sean transparentes o, incluso, que lleguen a realizarse.

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Ojalá jamás se llegue a ese escenario, pero si así fuera, sería porque el país ha sido entregado, sin resistencia, a fuerzas criminales: a grupos armados, carteles, estructuras delincuenciales que hoy patrullan regiones enteras como si fueran de su propiedad.

Es cierto que la seguridad venía deteriorándose desde gobiernos anteriores, nadie lo niega. Pero usted, Presidente, que construyó su discurso en torno a la paz y tiene un pasado subversivo, era, por experiencia y legitimidad, quien más autoridad tenía para liderar procesos de paz verdaderos. Hoy, sin embargo, no hay un solo proceso en marcha que muestre señales concretas de avance. Todo lo contrario.

Y además de la crisis de seguridad, se suman preocupaciones institucionales graves: la registraduría, el papel de Thomas Greg & Sons, los contratos de pasaportes, los recursos para garantizar las elecciones. ¿Por qué hay tantos obstáculos? ¿Por qué el interés del gobierno en intervenir en una entidad autónoma como la Registraduría Nacional del Estado Civil, que, nos guste o no, ha funcionado históricamente y permitió que usted mismo llegara a ser el primer mandatario de la nación?

Usted, Presidente, debe explicarle al país con claridad el sentido de sus recientes declaraciones, esas frases ambiguas que generan más dudas que certezas. El país merece una explicación, necesita escucharla. Es un mínimo acto de transparencia, de respeto y de dignidad hacia el pueblo colombiano.

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