Por: Abelardo de la Espriella
No incurriré en la equivocación de aseverar aquí que la podredumbre que carcome al departamento de Córdoba se debe de manera exclusiva a los innumerables actos de corrupción del exgobernador Alejandro Lyons y de su séquito de cleptómanos. Antes de ese oscuro individuo, ejercieron el poder otros clanes políticos, que hicieron fiesta con la plata pública también. De ello no podemos olvidarnos los cordobeses: el robo de los contratos estatales y del erario ha sido una constante de la clase dirigente local, con honrosas excepciones, por supuesto. Es más: actualmente el saqueo continúa, sinuosamente, en manos de otros no menos bandidos que “el Terrible”.
La infausta manía del régimen de Juan Manuel Santos de corromper a todo el mundo, para comprar apoyos a la falsa paz, ha exacerbado la codicia de los políticos, llevándolos a extremos delirantes que rebasan, con sus actuaciones, las fronteras mismas de la cárcel, como consecuencia de la violación sistemática del Código Penal en todos sus apartes. Poco o nada importan a esos líderes de barro las consecuencias de sus actos, pues saben que irán presos tarde que temprano, pero quedarán con las alforjas llenas para vivir tranquilos el resto de la vida. Es justo en la parte económica en donde debe concentrarse la acción punitiva del Estado: no hay nada que le duela más a un político corrupto que el bolsillo. Por tanto, a quien incurra en esa infame práctica es menester quitarle hasta los calzoncillos.
La corrupción en Córdoba es directamente proporcional a la “mermelada” repartida por el régimen a los políticos de ese departamento. El Gobierno los utiliza en sus propósitos antipatrióticos, les patrocina el robispicio y, luego de usarlos, los desecha, no sin antes entregarlos a los lobos mediáticos, que habrán de devorarlos hasta el tuétano.
Se repite la historia una y otra vez, y los eunucos mentales que tenemos como representantes del pueblo no salen de ese círculo vicioso histórico. La avaricia desmedida puede más que la racionalidad y el instinto de supervivencia. Solo hay algo peor que la imbecilidad rampante y la deshonestidad desplegada por estos sujetos, y es la tragedia que dejan a su paso: niños pobres sin salud y educación y otros tantos, incluso muertos por falta de la atención debida.
Urge una solución de fondo: esos grupos políticos que han manejado a sus anchas el departamento de Córdoba, como si de una finca se tratara, deben dar un paso al costado. ¡Ya está bueno de tanto abuso! Propongo desde esta trinchera la creación de un comité cívico integrado por distintos sectores y gremios de la sociedad que promueva candidaturas renovadoras y alejadas de las prácticas siniestras que tanto daño le han causado a nuestra ultrajada democracia.
No se trata de un movimiento político ni mucho menos de una aspiración personal del suscrito: lo he dicho y lo reafirmo: no tengo ningún interés burocrático o político. Tengo, eso sí, la obligación moral de ayudar como pueda a la tierra que me vio nacer. Así los mezquinos de siempre no puedan entenderlo, todavía hay personas que se preocupan por el bienestar de los menos favorecidos.
Ya lo saben, politiqueros corruptos de Córdoba, ustedes tienen dos opciones: o se salen del “juego” por las buenas y dejan de robar, o van a terminar tras las rejas y sin un mugre peso, y con el estigma eterno para los suyos, por tener como familia a monstruos que se enriquecieron a costillas del dolor ajeno. Cojan escarmiento con el caso Lyons. Están advertidos.