Esta reducción se traduce en la creación de 597.000 nuevos puestos de trabajo en los últimos 12 meses, lo que llevó la tasa de ocupación al 58,2% y la tasa global de participación al 64%, según el más reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
Sin embargo, detrás de las cifras alentadoras se mantienen desafíos estructurales que limitan el entusiasmo. De los nuevos empleos creados, más de 200.000 fueron informales, lo que significa que cerca de un tercio de la expansión laboral se dio por fuera de los marcos legales que garantizan derechos básicos como acceso a salud, pensión y estabilidad laboral.
Cae el desempleo en Colombia: avance parcial marcado por informalidad y desigualdad
En efecto, la informalidad sigue siendo una de las grandes barreras del mercado laboral colombiano. El informe del DANE revela que el 55,9% de los trabajadores activos en mayo se encontraban en condiciones de informalidad, una cifra que prácticamente no ha cambiado en el último año.

Esta persistencia sugiere una estructura económica donde más de la mitad de los ocupados trabaja sin seguridad social ni protección jurídica, lo cual afecta directamente la calidad de vida y debilita el sistema de seguridad social.
Entre mayo de 2024 y mayo de 2025, se registraron 202.000 nuevos empleos informales, frente a 395.000 que sí cumplieron con los estándares de formalidad. Esta proporción evidencia que, aunque el empleo está creciendo, buena parte de esa expansión se sigue sosteniendo sobre una base precaria y vulnerable.
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Otro aspecto clave es el aumento significativo del trabajo por cuenta propia. Durante el último año, 612.000 personas más se sumaron a este tipo de ocupación, que ahora representa más del 41% del total de trabajadores en el país.
Aunque este tipo de empleo suele ser una válvula de escape en contextos de bajo crecimiento económico o escasas oportunidades formales, también se caracteriza por ingresos inestables, escasa protección social y alta vulnerabilidad frente a crisis.
En contraste, el número de empleadores se redujo en 123.000 y el empleo en el sector público cayó en 102.000. Estas cifras generan preocupación, pues podrían reflejar una menor capacidad del Estado y del sector empresarial para generar empleo de calidad y con estabilidad a largo plazo.
Por sectores, el mayor crecimiento del empleo se concentró en transporte y almacenamiento, que sumó 185.000 nuevos puestos; seguido de actividades profesionales y servicios administrativos, con 137.000, y comercio y reparación de vehículos, con 125.000. En conjunto, estas tres ramas explican más del 70% del total de empleos generados en el último año.
No obstante, actividades tradicionalmente formales y generadoras de empleo estable como la industria manufacturera y la construcción mostraron signos de retroceso. La primera perdió 122.000 empleos, mientras que la segunda se contrajo en 42.000. Este comportamiento puede interpretarse como un debilitamiento en sectores clave para la productividad y el crecimiento sostenido.
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En cuanto a las brechas estructurales, la desigualdad de género sigue siendo un reto pendiente. La tasa de desempleo femenina fue del 11,6%, frente al 7,1% en los hombres, generando una brecha de 4,5 puntos porcentuales en las principales ciudades y áreas metropolitanas.
Aunque se incorporaron 131.000 mujeres al mercado laboral, los hombres sumaron 466.000 nuevos puestos, lo que evidencia un avance desigual.
A esto se suma el dato preocupante de que más de 10 millones de mujeres continúan por fuera del mercado laboral, muchas de ellas dedicadas a labores del hogar sin remuneración. Además, la población femenina inactiva aumentó en 206.000, especialmente en mujeres mayores de 55 años.

Por último, el desempleo juvenil sigue siendo uno de los grandes retos. Entre los jóvenes de 15 a 28 años, la tasa de desocupación fue del 15,7% en el trimestre marzo–mayo, casi el doble del promedio nacional.
A esto se suma una pérdida neta de más de 119.000 empleos entre jóvenes de 15 a 24 años, lo que refleja una desconexión entre la oferta educativa y las necesidades reales del mercado.
Las ciudades intermedias, por su parte, cargan con buena parte del desempleo estructural, además de registrar niveles más altos de informalidad y menor presencia de programas activos de empleo o inversión empresarial.
Aunque las cifras generales muestran una recuperación del empleo, los desafíos de informalidad, desigualdad y calidad laboral siguen marcando el rumbo del mercado laboral colombiano.
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