¿Qué nos dejan las marchas?¿Es tan difícil tender puentes y construir entre todos?

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Siempre hemos considerado, que la manifestación ciudadana es un activo valioso, inquebrantable en cualquier sociedad, siempre y cuando cumpla con las normas, las leyes y que no perjudiquen ni la propiedad privada, ni la vida de las personas. Bienvenidas las marchas siempre y cuando, sean en paz y sin bloqueos. ¿Qué tiene de especial esta marcha, la última? 

Editorial 

Seguramente, buena parte del país estará de acuerdo, plenamente convencida, en que parece imposible, que los colombianos se pongan de acuerdo, en el modelo de país que quieren, en las ideas que quieren perseguir, en los proyectos que consideran convenientes para sacar adelante a Colombia.

Estamos, al parecer, encaminados a ir de esquina, en esquina, en un péndulo entre la mediocridad y los extremos, buscando siempre reaccionar, no prevenir, quejándonos de las consecuencias, sin mirar las causas y lo peor de todo, es que nuestros políticos han sido lo suficientemente miopes, ególatras e irresponsables como para entender, que lo que necesita toda sociedad es avanzar.

Avanzar bajo unas premisas de entendimiento colectivo, en los frentes de salud, de economía, de trabajo, de infraestructura, de justicia, de seguridad; que es el punto en donde todas las orientaciones políticas, deberían converger por el mero hecho, que hacen parte del sentido común, de lo que toda sociedad aspira. La divergencia están en las formas y en las maneras, seguramente, en los métodos, pero no en el objetivo final.

Las marchas que ocurrieron en Colombia, el pasado martes, luego de un día festivo, fueron multitudinarias y negarlas; en primer lugar es un error infantil que solo demuestra que efectivamente sí tuvieron un efecto nocivo para quienes estaban siendo cuestionados y criticados en las calles, de las principales ciudades de Colombia.

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Las marchas por fortuna no tuvieron víctimas que lamentar, no hubo destrozos, no hubo buses quemados, tampoco policías heridos; hay una forma de marchar bastante diferente en el último año, respecto a lo que el país venía viendo. Quizás fue el tipo de marchantes que cambió, no tenemos duda de eso. Quizá, nos están demostrando que si se puede marchar en paz, sin destruir, pero ¿qué pide la gente?.

La gente está pidiendo el gobierno de Petro respeto por las autoridades, por la independencia de poderes, por el respeto a la libertad de prensa, que se cuide la economía, que no se deteriore la inversión, que no se acabe, no se mire la confianza del empresariado y que se proteja la integridad de los ciudadanos.

Por qué es innegable que la inseguridad viene incrementando en todos los rincones del país y el gobierno parece desatender esta cuestión, tan importante. Este gobierno, como cualquier otro gobierno, debería tener inexorablemente la voluntad y la intención de escuchar, no de oír; oír, oye cualquiera, escuchar pocos.

El clamor de los colombianos, porque es cierto ganaron las elecciones, pero ganaron con una cifra marginal; el gobierno tiene que entender que hay una mitad del país que no aprobó su proyecto y eso conlleva a la necesidad de un entendimiento amplio, consensuado, crítico, pero constructivo y eso al parecer hoy, no está pasando.

Como conclusión, quisiéramos dejar un mensaje, uno de los otros que hemos dejado en el pasado, pero claramente quedan convocados a la bandera y eso a los ciudadanos, a las empresas, al gobierno regionales y nacionales, la comunicación, escuchar, la concertación, dialogar, construir sobre lo construido. Estamos cansados de decirlo, ese es el camino, las ciudades, los departamentos y los países no se resetean cada 4 años, no tienen un botón de encendido y apagado. Esa política del todo antes de mí era tinieblas, es una idea trasnochada.

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En ese sentido, es importante sería que el gobierno de Gustavo Petro, su gabinete, en un acto de grandeza diga “vamos a crear realmente un acuerdo nacional, no un acuerdo burocrático, un acuerdo nacional; en el que planteemos opciones a las actuales problemáticas del país y nadie estará en contra de eso.

Pero el gobierno no puede pretender imponer reformas, que salgan como entren, sin el mismo espacio a la discusión, al disenso, a la discrepancia, por Colombia todavía es una democracia por más ánimos autócratas, que nos visiten estos días.

Creemos que lo podemos lograr el tiempo se le acaba el gobierno, debe ser inteligente, si no quiere repetir lo mismo sucedió en la Alcaldía de Bogotá encabezada también por Gustavo Petro.

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