¡GRACIAS A DIOS! ¡GRACIAS COLOMBIA!
Con estas dos exclamaciones inicié mis palabras hace exactamente cuatro años. Y lo digo hoy nuevamente con toda la gratitud.
Aquel día terminé con una afirmación categórica: ¡LE LLEGÓ LA HORA A COLOMBIA!
Y ha sido así. Colombia transita HOY un camino de esperanza, un camino hacia la paz y la prosperidad social, un camino que la destaca entre las naciones del mundo.
ES NUESTRA HORA… ¡Y VAMOS A APROVECHARLA!
Nos cansamos de “pensar en pequeño”; de creer que estamos condenados a la violencia, a la desigualdad, al atraso, a la falta de oportunidades. ¡Porque NO es así!
Desde mi corazón creo que ha llegado la hora no solo de avanzar en las metas inmediatas sino de re-pensarnos como nación.
Ha llegado la hora de re-imaginar el contrato social que hemos heredado, y las instituciones y políticas que nos han regido.
Ha llegado la hora de subir la vara, de ser más ambiciosos con nuestros sueños.
¡Miren a James Rodríguez, que recibió esta mañana en España el Botín de Oro al máximo artillero del Mundial de Fútbol!
¡Miren a nuestra Selección o a Falcao! ¡Miren a Catherine Ibargüen, a Nairo Quintana, a Mariana Pajón!
¡Qué ejemplo! ¡Qué ejemplo el que nos dan!
Ellos compiten para ganar. Ellos quieren siempre más. Ellos trabajan por ser los mejores… ¡Y lo logran!
Estos jóvenes colombianos nos están dando un mensaje claro, nos están enseñando el camino de la grandeza y de la disciplina. ¡Y vamos a seguirlo!
Por eso hoy proclamo que ha llegado la hora de asegurar PARA SIEMPRE la prosperidad de las siguientes generaciones.
Colombia necesita un nuevo pacto social que tome lo mejor de lo que hemos conocido como la izquierda o la derecha para construir –en una Tercera Vía– un país próspero y con equidad.
Un país que cree en la propiedad privada y la protege; un país que fomenta la inversión y el crecimiento económico… pero que lo hace con corazón y con sentido social, para que los más vulnerables, los más pobres, superen su situación y NO se queden rezagados.
Estoy convencido de que Colombia debe unirse en torno a un GRAN PROPÓSITO NACIONAL.
Porque el periodo de gobierno que hoy inicia no es mío, ni de los partidos que me apoyaron, ni de los millones de colombianos que respaldaron mis propuestas en las urnas.
Es de todos… ¡Absolutamente TODOS los colombianos!
Yo sé que hay gente que me quiere… Yo sé que hay gente que no me quiere… Pero eso no es lo que importa… Porque TODOS QUEREMOS A COLOMBIA.
¡Por eso debemos trabajar juntos!
Bien dice un proverbio africano: “El que quiera viajar más rápido que camine solo. Pero el que quiera llegar más lejos… ¡que camine con los demás!”
Eso es lo que les propongo: Que caminemos JUNTOS, que trabajemos JUNTOS, por lo que NUNCA nos habíamos imaginado como país.
Creo firmemente que Colombia debe trazarse HOY una meta con la que todos nos podamos comprometer.
¿Y cuál es esa meta?
Ser, en el año 2025 –¡en una década!–…
• Un país en Paz TOTAL…
• Un país con EQUIDAD…
• y el más EDUCADO de América Latina.
Imagínenselo por un minuto… Un país en paz TOTAL… Un país con equidad… Y el más educado de toda la región.
Esta visión –COLOMBIA EN PAZ, CON EQUIDAD Y EDUCADA– es sencilla de recordar, ardua de lograr y profunda en su significado.
¿Y por qué estos tres pilares?
Porque, si los alcanzamos, seremos un país totalmente diferente para siempre. Imparable. Próspero. Admirado. Respetado. Líder.
Y porque DEPENDEN uno del otro y se refuerzan entre sí.
Una paz total no es posible si no hay equidad. Y la única forma de lograr equidad a largo plazo es tener una población bien educada. Además, un país educado es menos propenso a la violencia.
Cada uno de estos 3 pilares representan transformaciones de largo alcance y cada uno requiere un esfuerzo monumental, sacrificio, seriedad y sobre todo –sobre todo– ¡UNIDAD!
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Nuestro primer pilar será la PAZ.
Hace 4 años dije que la puerta del diálogo no estaba cerrada con llave.
Desde ese mismo momento nos dedicamos de manera paciente y metódica a construir un proceso de paz que fuera serio, digno, realista y eficaz.
Un proceso que aprendiera del pasado y pusiera fin –de una vez y para siempre– a nuestra historia de violencia.
Hemos tenido logros importantes.
Firmamos el Acuerdo General para la Terminación del Conflicto, que estableció la estructura y la agenda del proceso, y NO nos hemos desviado ni un solo minuto de esa hoja de ruta.
También llegamos a acuerdos sobre tres de los cinco puntos sustantivos –desarrollo agrario integral, participación política y la solución al problema de las drogas ilícitas–, y actualmente avanzamos en el cuarto: las víctimas.
Hace apenas un par de días, se acordó que en dos semanas se instalará la subcomisión que tratará los temas de cese al fuego y de hostilidades –bilateral y definitivo–, y de dejación de armas, que hacen parte del último punto sustantivo.
Estamos –entonces– ante un proceso responsable y sólido al que los colombianos dieron su apoyo el pasado 15 de junio.
Y hoy les digo: ¡Voy a emplear todas mis energías en cumplir con ese mandato de paz!
Pero más que celebrar nuestros logros, les recuerdo que entramos ya en la fase final de las conversaciones.
Y que –como todo final– esta será la etapa más difícil y más exigente.
Va a exigir sacrificios de todos nosotros. Y, sobre todo, va a exigir decisiones.
Antes que nada, decisiones sobre las víctimas.
¿Qué familia no tiene un padre o una madre, un hermano o una hermana, un primo o un amigo que no haya sido víctima del conflicto?
Con la ley de víctimas dimos un paso muy importante.
Pero el paso crucial es poner fin al conflicto para garantizar que NO HAYA MÁS VÍCTIMAS y que sus derechos puedan ser satisfechos de la mejor manera.
Hay que mostrar disposición real de contar la verdad; de esclarecer qué pasó y por qué; de participar en procesos de reparación, y de encontrar una fórmula de justicia que sea aceptable para las víctimas y para el pueblo colombiano.
Esa es la disposición que tendrán que demostrar las FARC y también el ELN, que esperamos que pronto dé el paso definitivo.
A diferencia de lo ocurrido en el pasado, en este proceso tiene que haber reparación y se debe esclarecer lo sucedido.
No será fácil que las comunidades acepten a los desmovilizados si estos no dan muestras de su disposición a reparar el daño que han hecho.
La justicia que resulte de este proceso no será una justicia perfecta. No. ¡Pero tendrá que ser una justicia honesta!
Una justicia que asegure un máximo de satisfacción de las víctimas; que dé garantías de no repetición, y que no pierda de vista a tantos colombianos que sufrieron el conflicto armado en sus veredas, en sus pueblos, y no se desplazaron.
Por ellos también tenemos que trabajar.
Ahora… una cosa es poner fin al conflicto y otra es la construcción de la paz, que es lo que tenemos que hacer en las regiones de Colombia.
Y la paz exige que todos pongan algo de su parte.
Las guerrillas tendrán que comenzar –sin rodeos– su proceso de dejación de armas y reincorporación a la vida civil.
Y el Gobierno tendrá que poner en marcha todos los mecanismos de acompañamiento y verificación que se acuerden, incluyendo la verificación internacional.
Y dará todas las garantías de seguridad necesarias: no sólo para el proceso de reincorporación, sino también para las comunidades en los territorios.
Porque la paz tiene que resultar en mayor seguridad para todos los colombianos.
Y así será, porque vamos a concentrar todos nuestros medios y recursos en la seguridad territorial y en la protección de las comunidades.
Y no sobra recordarlo: serán los colombianos los que refrendarán el acuerdo final que allí se alcancen.
¡Serán ustedes, los colombianos, quienes tengan la última palabra!
Y aquí quiero hacer una advertencia: los hechos de violencia de las últimas semanas son una contradicción inaceptable, y ponen en riesgo el mismo proceso.
¿Quién entiende que en La Habana estemos acordando la construcción de acueductos veredales mientras en Colombia las FARC destruyen esos mismos acueductos –como ocurrió en Granada– o afectan gravemente sus fuentes de agua –como ocurrió en el Putumayo–?
Nadie. Y mucho menos se entiende que sigan causando víctimas civiles, incluyendo niños, como ocurrió en Miranda.
La paciencia de los colombianos y de la comunidad internacional, no es infinita.
Señores de las FARC: ¡están advertidos!
La guerra sigue mientras no se llegue a un acuerdo –eso lo sabemos–, pero… ¡saquen a los niños, saquen a las mujeres, saquen a los civiles de sus acciones violentas!
¡No dinamiten las vías de los campesinos! ¡No más pueblos sin luz o sin agua! ¡No más petróleo contaminando nuestros ríos!
¡ACTOS DE PAZ!… Eso es lo que Colombia pide hoy.
Y debo ser claro: Colombia seguirá avanzando en una agenda de justicia social y de construcción de paz; seguirá avanzando en el desarrollo rural, en el fortalecimiento de la democracia, en la lucha contra el narcotráfico, en la reparación de las víctimas… ¡con o sin las FARC!
¡Nada detiene –nada va a detener– a una sociedad que ha renovado su fe en sí misma y ha encontrado el camino para progresar con equidad!
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Y esto nos lleva al segundo pilar de nuestra visión de país, que es la EQUIDAD.
Hace cuatro años dije que a los pobres no les fallaría. ¡Y NO LES FALLAMOS!
2 millones y medio de colombianos superaron la pobreza y 1 millón 300 mil salieron de la pobreza extrema.
En este cuatrienio tampoco les fallaremos y avanzaremos hacia nuestra gran meta de erradicar la pobreza extrema en una década.
Estamos cumpliendo con nuestra política de vivienda y con las 100 mil viviendas gratis para los más pobres de los pobres, y en este periodo vamos a entregar todavía más, ¡muchas de ellas gratis!
Seguiremos avanzando en la búsqueda de una mejor salud para los colombianos, como ya lo hicimos con la unificación y ampliación de los planes de beneficios, y el control de precios a los medicamentos.
Ahora vamos a crear un nuevo modelo de salud para las zonas rurales, para movilizar a los mejores hospitales hacia las regiones más necesitadas, incluso a través de la telemedicina.
Me comprometo a garantizar un mejor servicio de salud para todos los colombianos, y a mejorar la infraestructura y la atención de los hospitales públicos.
A los campesinos les seguiremos cumpliendo, para ponernos al día después de décadas –¡de siglos!– de rezago y abandono de nuestro campo.
Nuestros campesinos necesitan mejores servicios públicos, más escuelas, acueductos y alcantarillados rurales, distritos de riego, buenas vías para sacar sus productos.
Por eso vamos a dedicar al agro el presupuesto de inversión más grande que jamás se haya destinado a nuestro campo.
También nos enfocaremos en mejorar la calidad de vida en las zonas más deprimidas y pobres del país, como Quibdó, Tumaco, Guapi, Buenaventura….
Precisamente, la semana pasada lanzamos el Plan Pacífico, dirigido inicialmente a la recuperación integral de estos municipios.
Porque Colombia es un país de regiones, y estamos orgullosos de nuestra diversidad.
Pero también es un país desigual, y tenemos que cerrar la brecha entre los territorios.
Por eso reitero hoy mi compromiso con la descentralización y con lograr mayores recursos para los departamentos y municipios, como lo hicimos con la reforma a las regalías.
Vamos a terminar este año con todos –absolutamente todos– los municipios del país conectados a internet de banda ancha.
Y ya comenzamos a adjudicar las grandes concesiones de vías de cuarta generación, unas autopistas modernas con las mejores características, que en pocos años cambiarán la faz del país.
Colombia será otra –y no exagero– cuando se construyan estas vías y cuando terminemos la recuperación del Río Magdalena que está próxima a adjudicarse.
Bolívar soñaba con hacer del Magdalena la gran arteria de comunicación del país. ¡Y vamos a cumplir con ese sueño!
Y qué mayor equidad –finalmente– que la que se logra cuando todos los colombianos que quieren trabajar encuentran empleo digno y estable.
Hace cuatro años prometí bajar el índice de desempleo a un solo dígito, y crear 2 millones y medio de empleos.
¡Qué alegría poder decir hoy a mis compatriotas que SUPERAMOS LA META, y que vamos a crear –en el nuevo periodo– otros 2 millones y medio de puestos de trabajo!
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Y paso al tercer pilar –muy importante– de nuestra visión de futuro.
¿Qué significa la meta de ser el país más EDUCADO de América Latina en el 2025?
• Significa que todos los niños y niñas de Colombia en su primera infancia reciban la mejor atención; sin importar su condición económica.
• Significa que nuestros maestros sean “los héroes” de nuestra sociedad.
• Significa que nuestras mentes más brillantes estudien y se queden en el país, y que las mentes más brillantes del mundo compitan por estudiar, vivir y trabajar en Colombia.
• Significa que tengamos centros de formación técnica y tecnológica de tal calidad que las empresas se peleen por sus egresados.
• Significa que formemos científicos, ingenieros y empresarios bilingües que compitan entre los mejores del mundo.
• Significa una nueva cultura de amor y pasión por el conocimiento.
¿Y cómo vamos a hacerlo? ¿Cómo vamos a avanzar en este cuatrienio sobre lo que ya hemos hecho?
La primera decisión que tomé es que, a partir del año entrante, el presupuesto destinado a la educación sea el más grande de todos dentro del presupuesto nacional, por encima incluso del de Defensa y Seguridad.
¡Eso nunca había pasado! ¡Y así debe ser en adelante!
Segundo, vamos a asegurar cobertura universal de atención integral para todos los niños entre 0 y 5 años, con la estrategia De Cero a Siempre.
Tercero, vamos a trabajar por los maestros y con nuestros maestros porque son la columna vertebral de una buena educación.
Vamos a procurarles mejores ingresos y más capacitación, y vamos a incentivar a nuestros mejores bachilleres a que sean docentes y sigan el bello camino de la enseñanza.
Cuarto: ya aseguramos la educación totalmente gratis a todos los niños y jóvenes en los colegios y escuelas públicas.
Ahora vamos a mejorar la calidad e intensidad de su educación retornando gradualmente a la jornada completa, que ya tenemos en 200 municipios.
No hay derecho a que quienes tienen dinero estudien 8 horas o más al día, y que a los demás el Estado solo les proporcione 5 horas en primaria o 6 en secundaria.
¡Ahí comienza la desigualdad, y eso vamos a corregirlo!
Quinto, vamos a mejorar el acceso a la educación superior.
A pesar de los importantes avances, hoy solo 46 de cada 100 jóvenes estudian en educación superior.
Por eso tomé una decisión transformadora: vamos a entregar 400 MIL BECAS, 400 mil cupos gratis en educación superior a los mejores estudiantes del Sisbén 1 y 2.
Porque los recursos no pueden ser una barrera para el talento y los sueños de nuestros jóvenes.
Y sexto: mantendré y cuidaré al SENA –la institución más querida por los colombianos– como la joya de la corona.
Hoy comienza otro mandato, y voy a hacer todo, todo lo que esté a nuestro alcance para que transformemos a Colombia a través de la educación.
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La visión de COLOMBIA EN PAZ, CON EQUIDAD Y EDUCADA impulsa el crecimiento económico, con más trabajo y más bienestar para las familias colombianas.
Por eso hay que aprendérsela de memoria. Hay que grabársela en el corazón. Hay que contársela a nuestros hijos:
COLOMBIA EN PAZ, CON EQUIDAD Y EDUCADA ¡es la visión que nos cambiará para siempre!
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Para lograr todo esto –por supuesto– necesitamos seguridad y necesitamos paz, que es la verdadera seguridad.
A nuestras Fuerzas Armadas, como su comandante supremo, les digo que no podemos bajar la guardia.
Tenemos que seguir dando resultados. Nuestros compatriotas esperan aún más de nosotros.
Los colombianos necesitamos sentirnos más tranquilos y más protegidos, no solo de las bandas criminales o los grupos armados ilegales, sino también de los delincuentes callejeros que afectan nuestra vida diaria.
Por eso la seguridad ciudadana continuará siendo prioridad en nuestro gobierno.
Y por eso seguiremos fortaleciendo y modernizando a nuestra fuerza pública.
Hoy 7 de agosto –cuando celebramos los 195 años de la Batalla de Boyacá que selló nuestra Independencia– quiero que rindamos todos –que el país entero rinda– un homenaje sentido a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Militares y de la Policía Nacional.
Ellos han sido guardianes de nuestra democracia y nuestra libertad, y serán –Dios mediante– ¡guardianes de la PAZ!
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A la comunidad internacional –aquí representada por dignatarios de varios países amigos y organismos internacionales– le reitero mi determinación y la determinación de mi gobierno de mantener las mejores y más respetuosas relaciones con todos los países del mundo.
Hace cuatro años Colombia tenía dificultades que parecían insalvables con algunos vecinos.
Hoy podemos decir, con satisfacción, que –así subsistan profundas diferencias en algunos aspectos– prevalece el respeto, prevalece la amistad y prevalece el deseo de cooperación que debe existir entre pueblos hermanos.
Por supuesto, siempre protegiendo nuestros intereses y nuestra soberanía.
Colombia ha recuperado un papel preeminente ante el mundo.
Formamos la promisoria Alianza del Pacífico, y obramos con entusiasmo y disposición de contribuir en todos los grupos de integración o coordinación de que hacemos parte.
Hoy los colombianos mostramos con orgullo nuestro pasaporte en cualquier lugar del planeta y –felizmente– ese pasaporte cada vez requiere menos visas para ingresar a otros países.
Mientras el mundo se incendia en diversos escenarios de conflicto, Colombia –que busca la paz– puede y debe ser la buena noticia que tanto necesita la humanidad:
¡LA NOTICIA DE QUE LLEGA A SU FIN EL ÚLTIMO CONFLICTO ARMADO DEL HEMISFERIO OCCIDENTAL!
Gracias, muchas gracias, a la comunidad internacional por su apoyo y contribución a este anhelo de los colombianos.
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A mi familia –a María Clemencia y a mis hijos Martín, María Antonia y Esteban– quiero expresarle, ante todo el país, mi profundo amor y mi eterna gratitud por su apoyo permanente.
Al nuevo vicepresidente de Colombia, Germán Vargas Lleras: gracias por ser mi coequipero en este segundo tiempo.
Como usted sabe hacerlo… ¡manos a la obra!
A los partidos, a los ciudadanos, que acompañaron mi candidatura –porque compartieron mis propuestas o simplemente porque querían apoyar la paz– les doy las gracias por esta nueva oportunidad de servir a mi país.
Soy y seré el Presidente de TODOS los colombianos: de los que votaron por mí… y de los que no votaron por mí.
Lo seré con el corazón desarmado y el espíritu abierto.
Y pido a Dios que me ilumine y me guíe en esta tarea.
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Compatriotas:
El mañana no espera.
No queremos que nuestros hijos sufran la guerra y el atraso que nos tocó vivir a nosotros.
No debemos tenerle miedo al cambio.
Por eso hoy los invito a soñar.
Hoy los invito a trabajar unidos.
Hoy los invito a crear el futuro que merecemos…
Esa Colombia en paz, con equidad y educada que podemos ser.
¡No más el “cómo voy YO” en este país! ¡No más!
Ahora es… ¡CÓMO VAMOS TODOS!
Hoy le pido a cada colombiano que se ponga la mano en el corazón y se pregunte:
¡Qué capacidades… qué tiempo… qué energía estoy dispuesto a ofrecer para lograr esta visión, para que nuestros hijos puedan vivir en ese país!
El trabajo no es sólo de este presidente… ¡El trabajo es de todos!
¡Podemos hacerlo! ¡Lo vamos a hacer!
A COLOMBIA EN PAZ, CON EQUIDAD Y EDUCADA… ¡NO LA FRENA NADIE!