Con contadas excepciones y en distintos momentos, la declaratoria de confinamiento de la población ha sido una decisión tomada por los gobiernos de manera general. So pena de ralentizar la economía y generar un descalabro social, se privilegió la salud física y la vida de las personas sobre los intereses personales o institucionales.
Por: Felipe Jaramillo Vélez
Ninguna decisión que se tome en este momento será la correcta.
Ya son más de 40 días desde que se decretó el aislamiento en Colombia como medida preventiva para controlar la propagación de un virus que, tras haber sido detectado por primera vez en China, pasó rápidamente a Italia, España y, muy pronto, a todo el mundo, configurándose así como la primera pandemia mundial de este siglo.
Con contadas excepciones y en distintos momentos, la declaratoria de confinamiento de la población ha sido una decisión tomada por los gobiernos de manera general.
So pena de ralentizar la economía y generar un descalabro social, se privilegió la salud física y la vida de las personas sobre los intereses personales o institucionales.
Asunto que, como siempre, da para que unos aplaudan y otros, simplemente, despotriquen de lo que se hace o se deja de hacer.
No obstante y aunque es difícil hacer juicios de valor sobre las acciones emprendidas, lo que sí queda claro es que limitar la movilidad de los ciudadanos fue un consenso general con algunos matices en ciertas regiones.
Sin embargo, hoy, con el pasar de los días, esa unanimidad empieza a dar ciertos giros.
La imposibilidad de tener una vacuna en el corto plazo ―pues según Bill Gates, que está poniendo todo su empeño y sus recursos para obtenerla, su gestación podía demorar no menos de 16 meses―.
Esto ha puesto sobre la mesa la necesidad de seguir adelante con cierto grado de normalidad, una alternativa que sería inconveniente ya que como sociedad no tenemos la educación suficiente en el autocuidado y salir a las calles significaría un aumento de los contagiados y, por ende, de la cantidad de muertes.
Sin embargo, obligar al encierro por un período indeterminado tampoco pareciera ser conveniente porque cada día que pasa se convierte en un lastre para la estabilidad social que traerá ingentes problemas de salud tanto física como mental y que desbordará, al igual que el virus, los servicios de salud de todo el mundo.
Una gran disyuntiva nos pone de frente la vida: al día de hoy no existe ningún camino que resulte ser expedito ni que conduzca a medidas consensuadas con agilidad.
En los siguientes días, cada país y cada ciudad tomará sus propias decisiones, lo que provocará una diáspora de escenarios dispares tanto en el manejo de la pandemia como en las formas de enfrentar la inevitable recesión de tipo económico y social que enfrentará el mundo.
Un costo político muy grande sufrirán los tomadores de decisiones de turno, ni con cara ni con sello se obtendrán réditos electorales futuros, ni con a, ni con b se logrará la victoria en esta lucha.
Sin embargo, tendremos que seguir caminando, así en este momento no se vean con claridad los senderos para recorrer.
Tendremos que volver a inventarnos a la vieja usanza, pues es solo a través del ensayo y el error que se podrá escribir lo que será en adelante una nueva historia para la humanidad.