“Es la economía, estúpido”

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Por: Wilmar Vera Zapata

Esa famosa frase la acuñó –sin querer- James Carville, estratega político de la campaña de Bill Clinton a la presidencia de EEUU, en 1992. La idea fue expuesta en un papel con los elementos que consideraba relevantes para vencer al muy bien posicionado George Bush (padre). La nota decía: “1) Cambio vs más de lo mismo. 2) la economía, estúpido. 3) No olvidar el sistema de salud”. Con el tiempo esa frase se convirtió en eslogan y llevó el triunfo al Demócrata.

Hoy, cambia a economía por otras problemáticas y la frase sigue siendo contundente y provocadora: “es el cambio climático, estúpido”; “es la inequidad, estúpido”…

Sin duda ese es uno de los factores más importantes en una campaña política y en el desarrollo de un plan de Gobierno. La semana pasada, luego de mil marrullas, en Perú tomó posesión como mandatario el profesor Pedro Castillo Terrones. Su maratónica carrera al solio presidencial es una muestra más de la particular dinámica política del país inca, donde algunos que no tenían posibilidad logran remontar las encuestas y ganar la opinión y el voto. Recordemos al advenedizo ingeniero Alberto Fujimori, que con un discurso simple, contra el terrorismo de Sendero Luminoso y de ayuda a los más necesitados (¿cómo le dicen a eso ahora?, ah, sí, populismo) venció al muy aristócrata e intelectual Mario Vargas Llosa. Fujimori dejó como legado un país sumido en más pobreza, pacificado a la fuerza, con ínfulas de emperador oriental, pisoteando la Constitución y con claras señales de mesianismo, corrupción y violencia contra su propio pueblo, típico de los dictadores.

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Es lo que pasa con los caudillos: se creen incontrovertibles y el poder se les sube a la cabeza, confiados en que pueden actuar sin freno ni límite. Al menos Perú tiene un pueblo capaz de tumbar presidentes y llevarlos a la cárcel a pagar sus crímenes. Aquí esos políticos buscan el amparo del servicio de scorts en que se ha convertido la Fiscalía.

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Pero no hablemos de la penumbra de la casa del vecino si aquí estamos a oscuras.

En la pasada elecciones, la campaña del partido de la tercera y cuarta letra del alfabeto anunciaron menos impuestos y más salarios, eslogan que cumplieron a cabalidad, pero a lo Robin Hood como señala el profesor Gilberto Tobón. Como un favor a los grandes capitales y empresas que dieron a la campaña, dejaron de cobrarles decenas de billones de pesos en exenciones tributarias, lo que llevó al caos que tenemos ahora. Las siguientes propuestas de reformas intentaron hallar en los bolsillos de la clase media y baja los pesos que dejaron bien guardados las clases pudientes en sus bóvedas y cuentas en paraísos fiscales. Con el cuento de que a menos impuestos los empresarios generarían más puestos de trabajo, se ha premiado a los grandes capitales, terratenientes y empresas en detrimento de la pequeña y la mediana industria y comerciantes.

Y mejores salarios para una tropa burocrática, con oficios repetidos y sueldos millonarios. El solo listado de favores pagados con el servicio diplomático, por ejemplo, demuestra que se ha prostituido para bien de amigotes del jefe del partido. Da vergüenza ajena tanto sinvergüenza.

El crecimiento del aparato burocrático, los gastos suntuosos e innecesarios del Gobierno de Uribe/Duque y el olvido a las clases bajas y medias que no recibieron sino migajas durante la pandemia, demostraron que Colombia no es un país capitalista, que aquí la plata la tienen unos cuántos y que el sistema político lo tienen para su complacencia, para su beneficio. No en vano, desde el presidente hasta el concejal, los grandes grupos cooperan con sumas irrisorias que luego se verán recompensadas con leyes y normas a su beneficio.

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“Es la economía, estúpido”. Es hora de un gobierno que sí sepa las dificultades del colombiano que (mal) vive con $990.000 pesos, de los ancianos que deben mal existen con $180.000 bimensuales, que nota el enojo de un profesional que gana en un año lo que senadores reciben en un mes. O que usted, que si paga un peso en su declaración de renta ya supera lo que contribuye el jefe del presidente o toda su bancada junta.

“Es la economía, estúpido” de 49`996.000 de colombianos que les importa que a los 4.000 más ricos de Colombia les cobren impuestos acorde con sus ganancias, que es lo justo, que dejen de pensar en sus réditos y retribuyan un poco a los que les han ayudado a alcanzar sus beneficios. Como decía Jorge Eliécer Gaitán, “que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres”. ¿Es muy horrible pedir eso?

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