Un país como Colombia, que se precia de estar en la OCDE y de ser la cuarta economía de Latinoamérica no puede tener esta situación, si no se le mete plata al campo nunca vamos a poder aprovechar las riquezas que decimos tener.
Por: José Miguel Santamaría Uribe
Uno de los problemas más graves de esta pandemia ha sido que nos hemos olvidado de la gran cantidad de retos y problemáticas que tenemos como país.
Todo pasó a segundo plano y cuando salgamos de esto, nos vamos a encontrar con una realidad aumentada por no haber hecho nada al respecto.
El campo colombiano está en una crisis terrible por muchísimas razones, como la violencia generada por grupos ilegales, la falta de infraestructura, de inversión en educación y salud, pero sobre todo, por no tener una política clara de hacia dónde queremos direccionar nuestro campo.
Mientras económicamente es importante la industrialización, los grandes proyectos para ser eficientes y poder competir en exportaciones, vemos corrientes ideológicas que buscan que el campo se convierta en pequeñas parcelas de pan coger, en donde claramente se hace complicado ser competitivo.
A lo largo de nuestra historia ha habido un sin número de proyectos agrícolas exitosos, empezando por el café; después vimos todo el ejercicio de la floricultura, la palma, el caucho, y por último hemos sido testigos del crecimiento de producción de aguacate hass.
Para ser rentable se necesitan de grandes extensiones y tener unos muy buenos estándares de calidad para vender a buen precio.
Por cuenta de la pandemia he estado las últimas dos semanas por fuera de Bogotá y me he puesto en la tarea de ayudar a los más necesitados.
Con un grupo de amigos hicimos una ‘vaca’ y estamos regalando mercados en diferentes municipios de Cundinamarca y me he encontrado con una realidad muy dura, en el campo hay cada vez menos jóvenes.
Con la explosión de nuevas tecnologías, el internet, el celular, y por supuesto las redes sociales, hacen totalmente imposible que los jóvenes se queden en el campo.
Allí no tienen conectividad, y cuando la tienen, se dan cuenta de lo que están dejando pasar y de hacer.
Si existe una gran diferencia de calidad de vida entre Bogotá y municipios aledaños pequeños, es peor la diferencia en cómo se vive en estos municipios y en sus veredas.
Además de lo comentado acerca de la edad, me encontré con muchas casas de bareque, en condiciones muy malas y en la mayoría de los casos sin baños.
Un país como Colombia, que se precia de estar en la OCDE y de ser la cuarta economía de Latinoamérica no puede tener esta situación, si no se le mete plata al campo nunca vamos a poder aprovechar las riquezas que decimos tener.
Me encontré adicionalmente con otra realidad, estamos en cosecha de mandarina y aunque en todas estas veredas pululan los árboles repletos de este fruto, la mayoría no tienen cómo vender la cosecha.
Esto significa que estos productos se están pudriendo y dañando porque no tienen cómo comercializarlo y las vías están en muy malas condiciones.
Lo más complejo es que las administraciones de estos municipios en poco o nada ayudan a las veredas, en parte por no tener suficientes recursos, pero también porque en esos lugares no están los votos con los que necesitan mantener el poder local y regional,
Como ven, tenemos que cambiar muchas cosas para ayudarle a nuestro campo, lo principal, políticas públicas coherentes para su desarrollo.