Por: Miguel Gómez Martínez
Muy acorde con la obsesión elitista de este gobierno, se anunció como gran logro para el país el ingreso de Colombia al club de ricos de la Ocde. Pocos son conscientes de los duros compromisos que se adquieren para estar en este selecto grupo de 36 naciones, en el que nuestro país es el más pobre de todos. Con 6.581 dólares de ingreso per cápita, Colombia tiene 47 por ciento menos de ingreso que México, el país que le sigue en el escalafón de la Organización. ¡El PIB por habitante de Luxemburgo, el más próspero de los países de este club, es 18.244 veces más alto que el de Colombia!
Ser el miembro más pobre de un club de ricos es problemático. Hay que comportarse como si uno tuviese los mismo ingresos y prácticas de los viejos ricachones. Sobre el cumplimiento de lo acordado, a Santos y su gobierno les tiene sin cuidado, pues será responsabilidad del próximo mandatario. Y Colombia, con una economía muy debilitada, no está para andar pretendiendo lo que no es. Muchas de las exigencias de la Ocde son válidas para naciones avanzadas que compiten con valor agregado y elevados niveles de productividad. Pero para un país como el nuestro, agobiado por problemas económicos estructurales, resulta inconveniente someterse a unos estándares y protocolos que nos penalizan. Los gremios, como era de esperarse, salieron a aplaudir al gobierno. Cuando sus afiliados tengan que asumir los mayores costos de las normas, los veremos lamentarse y chillar.
Porque Colombia se ubicó en la posición 58 entre 63 países en el ranking del Centro de Competitividad Mundial del International Institute for Management Development (IMD). El país retrocedió cuatro posiciones respecto a la ubicación que había logrado hace un año. Sobre esto, en el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo no hubo ningún pronunciamiento, pues estaban celebrando con champán nacional el ingreso a la Ocde.
Los mismos gremios que saludaban con entusiasmo la recepción de miembros del club, no produjeron ningún comentario. La realidad es que, uno tras otro, todos los indicadores internacionales han venido confirmando que en materia de competitividad vamos para atrás, como los cangrejos. Año tras año, se observan retrocesos en temas que son cruciales y que ratifican que en los últimos dos cuatrenios se ha perdido muchísimo tiempo y dinero en políticas fallidas y desarticuladas.
Ojalá el próximo gobierno entienda que hay que hacer reformas estructurales. Quiera Dios que superemos el complejo de nuevos ricos que caracterizó al área de comercio exterior, más preocupada por llevar delegaciones pomposas a frotarse con los ricos en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, que en solucionar el tema –ese si real– de la carretera de Cali a Buenaventura.
Se necesita que nos gobiernen personas que entiendan que es más importante recuperar la navegabilidad por el Magdalena, que hacer ferias artesanales y costumbristas en París. El próximo gobierno tiene que entender que Colciencias no es un fortín burocrático, sino un valioso instrumento de competitividad. Necesitamos un gobierno que se interese por las soluciones y no por las apariencias.
Nos estamos comportando como nuevos ricos, sin serlo. Pretender lo que uno no es, una de las más tristes condiciones del ser humano, pero también aplica para los países.