El costo de la incertidumbre

El presidente de la ANDI, Bruce Mac Master, expuso durante el CEC 2024 en Medellín cómo la incertidumbre afecta de manera considerable la actividad económica en Colombia.

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Podríamos remontarnos a textos históricos desde los más grandes imperios que ha visto el mundo y encontrar que la certidumbre es uno de los elementos clave no solo para el triunfo, sino también para la posibilidad de progreso y avance. De ahí que la sociedad haya emprendido una carrera vertiginosa en los últimos 70 años por la investigación, la documentación y el conocimiento, para entender de dónde vienen las cosas, sus posibilidades, sus vertientes, sus derivados; tener datos que permitan ser más precisos y fiables, y tomar mejores decisiones.

El ser humano, por su condición, siempre estará buscando seguridad, y esto, ahora más que nunca, cobra tal importancia para cualquier actividad social, económica, política, y en muchos otros aspectos que una persona, sociedad o empresa quiera emprender. Las personas quieren saber qué posibilidades de éxito tienen, qué riesgos existen, cuál es el camino que se va a recorrer, qué externalidades se pueden presentar y cómo pueden prepararse o anticiparse a sucesos que puedan perjudicarles. Todo eso, absolutamente todo, está bajo el paraguas de la incertidumbre.

Colombia ha sido un país que perdió hace aproximadamente 10 años su norte. No ha generado nuevos consensos ni tiene un objetivo común como país. Es una nación muy bendecida, que de golpe ha demostrado una grandísima resiliencia y una inmensa capacidad de luchar y trabajar, pero así suene irrisorio para muchos no todo el éxito se basa en trabajar, trabajar y trabajar. Muchas veces se puede montar en bicicleta, pero si esta es estática, por más esfuerzo que se haga, no se llegará a ningún lado.

Esa falta de visión, de comprender dónde está Colombia en este momento en el escenario global, con quiénes compite, qué están haciendo sus rivales y qué está haciendo Colombia para mejorar, es un asunto crucial. Es obligatorio evitar repetir el ciclo entre el año 1989 y 2002, cuando nuevamente la violencia, los secuestros, las tomas guerrilleras, la inseguridad y la polarización política dominaron la agenda. El país no está hablando, como debería, de negocios, tecnología, innovación, sostenibilidad, crecimiento económico, empleo formal, inteligencia artificial, ni de un camino real hacia el futuro como nación. Pareciera que existe un gran gusto adquirido por el caos y el colapso.

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Hoy, la incertidumbre reina en la mayoría de los principales debates, almuerzos y cenas del país, tanto en espacios informales como en las reuniones privadas y los pasillos del Congreso de la ANDI. La incertidumbre sobre el rumbo de Colombia, sobre si habrá elecciones transparentes en 2026, qué pasará con la reforma tributaria, qué ocurre con la seguridad jurídica y física, está en el centro de la conversación. Todos están pensando en cómo resolver el día a día, pero nadie está pensando en cómo, desde ya, construir un gran presente para alcanzar un futuro próspero, un futuro con mejor cara que este presente.

Es necesario que el país no espere que quienes ostentan el poder sean los que brinden todas las soluciones y la certidumbre. Le toca a la sociedad civil empezar a trabajar para encontrar esa seguridad, esa información, esos datos, esa capacidad de sobreponerse a dificultades que, seguramente, continuarán, pero que, como país, seguirán fortaleciéndolo. Sin duda, puede ser desgastante y frustrante en ocasiones, pero como nación es esencial empezar a forjar seguridad y no esperar a que otros nos la entreguen.

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