Lastimosamente la variante de resentimiento se ha mezclado en discusiones políticas, económicas, e incluso, ambientales. Qué mal se les hacen a los sanos debates o a las deliberaciones profundas y argumentadas con este ingrediente perverso y venenoso que solo cosecha odio en las personas.
Por: Andrés Felipe Gaviria
Hace poco leía una fuerte y feroz crítica de una directora de un noticiero, bastante amarillista en Colombia, hacia la hija de la exprófuga y ahora capturada Aida Merlano, porque durante una entrevista que la cadena radial le había hecho días atrás, Merlano hija tenía un bolso de marca Louis Vuitton
Cuando la atacó, la periodista puso en duda si el bolso era original o no, y siguiente a esto afirmó que si el bolso era original costaba por lo menos USD $1.200. Ante la crítica, Merlano le respondió que esta era vacía e injustificada y que si su madre tenía un salario de 25 millones de pesos, ¿Por qué su mamá no podía haberle regalado un bolso caro?
Dejando atrás el tema de Merlano y lo rosa del asunto, la crítica mordaz que la periodista le hace a la señorita deja ver lo que muchas personas sufren en Colombia, quienes se escudan en posiciones políticas o diferencias de criterios sobre algún tema para sacar a relucir esa rabia interior con la que cargan, es decir, un resentimiento gigante por no tener lo que tiene el otro.
He leído afortunadamente mucho sobre temas económicos, de superación de la pobreza, equidad y desarrollo en el mundo, y si algo he aprendido es que más allá de la frase de cajón, de que la pobreza siempre va a existir, es que siempre en la vida habrá distintos niveles sociales económicos.
La sociedad es una especie de pirámide, unos estarán en la base, algunas en la mitad y otros en la parte superior, pero por lo que un país debe velar es que quienes estén en la base de esa pirámide tengan no solamente unas necesidades básicas satisfechas, sino un nivel de dignidad adecuado y que puedan ser personas felices.
Pero cuando entramos a esculcar en lo que sucede en Colombia y en buena parte de Latinoamérica, nos encontramos con críticas a lo material, a las personas adineradas, a las marcas de sus vehículos, a sus celulares, de por qué este tiene o no un avión privado, y hasta de la marca de ropa que usan.
Esto demuestra un nivel gigantesco de descomposición por parte muchas personas en nuestro país, no solamente intelectual, sino argumentativo; básicamente porque no podemos decir que hay muchos pobres a razón de que hay muchos ricos.
La pobreza no se erradica acabando la riqueza y los ricos no son los culpables de los niveles de desigualdad en el mundo. Todos los logros que estas personan han tenido ha sido por su esfuerzo y dedicación a través de actividades, en su mayoría legales.
Algunos herederos han tenido la fortuna de recibir todo en bandeja de plata, pero más allá de eso, detrás de eso hay un arduo trabajo de muchos años y de muchas familias; de personas que han encontrado suerte en algún negocio o por alguna oportunidad que han tenido en su vida para crecer económicamente, lo que no los hace malos, ni malas personas.
Me preocupa seguir viendo ejemplos, como el de la directora de un noticiero, que se siguen replicando en el país. En los actos de protesta que se llevan a cabo desde noviembre en distintas ciudades, he visto en algunos casos como las personas salen a decir que les quiten las riquezas a tal persona, que expropien esto, que vuelvan público aquello…
Asimismo, que todo tiene que ser gratis, que le pongan más dificultades a quienes tienen un carro, en fin, una serie de impresiones que solo demuestran que se trata de un ataque al patrimonio de las personas y que honestamente los hace ver como miserables.
Ojalá fueran así de incisivos con las riquezas ilegales de la cantidad de narcotraficantes que se pavonean en nuestro país, pero claro, como ellos posan de Robin Hood, les organiza una marranada en diciembre o les regalan uno que otro billete, ahí sí no aplica nivel de resentimiento.
El resentimiento no lleva a nada bueno, condena a las sociedades y a las personas a dolores estomacales y enfermedades malignas. El resentimiento solo demuestra una incapacidad de trabajo y unas aspiraciones demasiado pobres que lo único en lo que desencadenará será en lucha de clases.
Precisamente por esto nunca me alinearé políticamente con Gustavo Petro, porque es lo más absurdo e incoherente de este mundo promover una lucha de clases mientras se vive como un burgués capitalista.
De manera que ojalá todos podamos ser conscientes de esta situación tan triste, pero sobre todo, que en nuestras familias enseñemos a que ser resentidos es una mala decisión y es de malas personas.