El desbarrancadero de Petro

El fin es destruirlo todo para que combatamos la inequidad sumiéndonos en la pobreza.

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Con tantos problemas de orden público que se están viviendo en Colombia, es imposible no asombrarse por la resiliencia que tiene el país, por la capacidad de aguante de los colombianos, por la fortaleza de muchas de nuestras instituciones. Es que no es normal que en un país tantas pasen cosas y tan graves como las del Catatumbo, el Chocó, o el corregimiento de El Plateado, en Argelia, Cauca, y todo siga como si nada.

La conmoción interior dictada por Petro para solucionar los problemas del Catatumbo no ha servido en lo más mínimo, y es obvio que su propuesta de comprar los cultivos de coca fracasará como siempre. Su idea de establecer allí una zona económica especial, en conjunto con la dictadura de Venezuela, suena a una especie de cesión de la soberanía. Sus proyectos de hacer carreteras para que los campesinos saquen sus cosechas, y hasta universidades en esas zonas rojas, no son más que delirios.

En el Chocó se sienten abandonados. Así se lo dijo a Petro, en su propia cara, la gobernadora de ese departamento hace pocos días. Fue enfática en señalar que jamás había visto que prácticamente todas las carreteras de su región estuvieran clausuradas con banderas de un grupo subversivo y sembradas con explosivos.

A su vez, la vicepresidenta Francia Márquez le expresó a Petro, en aquel espantoso Consejo de Ministros televisado el 4 de febrero, que no sabía qué decirles a sus tías cuando la llamaban espantadas por las balaceras que las obligaban a meterse debajo de sus camas en algún municipio del Cauca. Opinaban que estaban mejor antes que en este gobierno del cambio, en esta “potencia mundial de la vida”.

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En el corregimiento de El Plateado, allá en el Cauca, Petro mandó a instalar un hospital de campaña bajo unas carpas de uso militar y le quiso meter el cuento al país de que se trataba de un hospital de segundo nivel. Como fuere, las Farc lo han bombardeado usando drones. Fue en ese corregimiento donde la guerrilla instrumentalizó a los pobladores la semana anterior para que secuestraran a 29 policías y un militar para hacerlos salir de la región, donde hay un mar de coca que les reporta millonarios ingresos a los subversivos.

En aquel malhadado Consejo de Ministros, el inefable Iván Velásquez, quien estaba al frente de la cartera de Defensa, dijo que la recuperación de El Plateado estaba fracasando porque el Gobierno no había podido coordinarse para llevar allí toda la presencia institucional que se necesita, no solo la militar. Otra falta de la administración Petro reconocida por sus propios funcionario.

En Antioquia, un comando especial de la Policía dio de baja al paramilitar Oliverio Isaza, alias ‘Terror’. Los pobladores de Puerto Triunfo, a orillas del río Magdalena, le dieron un entierro de héroe, obligados o no, y toda la actividad económica se paralizó. Aún persiste el riesgo de que los policías sean blanco de venganza y se pongan en riesgo sus vidas en esa región. Pero para Petro, la solución de los problemas de orden público en Antioquia pasan por revivir el proyecto de dividirla creando el Departamento del Magdalena Medio, dejando a los antioqueños sin salida al río. Después querrá crear el Departamento del Urabá, dejándolos sin mar, convirtiendo un departamento próspero que no lo apoya, en nuevos focos de pobreza. Esa idea será secundada por los mismos congresistas vendepatrias que se prestaron para aprobar la reforma a la salud en la Cámara de Representantes mediante las mañas del ministro del Interior, Armando Benedetti.

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Por semejante desbarajuste nacional es que Petro le confesó al diario El País, de España, que siente que ha fracasado. Claro que para un anarquista cuyo objetivo es destruirlo todo con el fin de que combatamos la inequidad sumiéndonos en la miseria, el país lo que está es muy bien encaminado, rumbo al desbarrancadero. Por fortuna, vemos que aquí pasa de todo y el país no se acaba.

Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB

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