domingo, mayo 28, 2023
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    El ejemplo como movilizador de la empatía

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    La empatía no excluye la diferencia, ni las diversidades de pensamiento, exige esfuerzos para entender los diferentes contextos sin haberlos vivido en carne propia, es un ejercicio de carácter social, investigativo y casi antropológico.


    Por: Valeria Molina

    Quiero comenzar contando una historia sobre el impacto que tiene los líderes y como las palabras, los actos, y los legados dejan huellas en sus habitantes que nunca se borran.  En el 2018 tuve la oportunidad de ir a Sudáfrica a compartir una experiencia de prevención de acoso callejero “Ciudades seguras para las mujeres y las niñas” que implementamos con ONU Mujeres cuando fui Secretaria de Mujeres de Medellín en la administración de Federico Gutiérrez. Cuando uno llega a Johannesburgo siente siempre la presencia de Nelson Mandela, desde que uno se baja del avión, en aeropuerto, hotel, calles, espacios públicos, escuelas, restaurantes, en todas partes hay personas apropiadas de su legado, obras de arte que expresan la conexión entre las diversidades y la riqueza cultural, frases con mensajes de no violencia y de unidad. Tengo todavía guardado en mi corazón la sensación de esperanza, cuando llegué por casualidad a “Nelson Mandela Square” donde había una estatua de él y al alrededor de la plaza estaba llena de fotos de Mandela con frases por las cuales es recordado. La frase que más me impacto ese día fue: “A veces le toca a una generación ser grande. Puedes ser esa generación. Deja que tu grandeza florezca” Ese día sentí con todo mi corazón que yo era parte del cambio, y si tenía la oportunidad de influir en otros siempre debía hacerlo desde la empatía, la responsabilidad y la no violencia.

    Cuando empezaron las protestas muchos líderes sociales, políticos, artísticos, deportivos, influenciadores de redes anunciaron sus posiciones de una manera vehemente y muchas veces violenta, lo que seguía incitando a la polarización, estos mensajes promovieron, entre sociedad civil e instituciones, a seguir la división y ser agresivos con el que pensaba diferente. Esto trajo consecuencias nefastas para el país, pérdidas humanas y materiales que ya dejaron una herida que debemos detener y no dejar seguir creciendo, en un país ya remendado con las hebras de sangre de todas nuestras víctimas.

    Este primer momento del paro, creo que nos demostró el gran poder de los liderazgos, sin importar de la esquina que vinieran, ni del carácter que fueran. Los líderes mesuraron sus reflexiones y muchos empezaron a hablar de unidad, de dialogo, de negociación y lo más importante, a encontrarnos sin violencia en las diferencias. Comenzamos a hablar de acuerdos fundamentales, a llamar a mesas de diálogos, a conectar con el dolor que deja la pérdida de seres queridos sin importar su “ideología”. Conectamos con la diversidad como riqueza para encontrar soluciones, en plural, porque existen tantas soluciones como ideas políticas, orígenes étnicos, inclinaciones o identificaciones sexual o de género, condiciones económicas, sociales o educativas, rurales o urbanas. ¿Qué tanto comprendemos las diversidades en Colombia? ¿Qué tanto entendemos las problemáticas rurales de este país? ¿Que tanto nos hemos preocupado por investigar, entender y conectar con las exclusiones sistemáticas de las mujeres, las minorías étnicas, la población discapacitada y LGTBIQ? ¿Qué tanto hemos reconocido y entendido las brechas sociales y hemos en algún momento de nuestras vidas tomado acción para buscar soluciones?

    La empatía no excluye la diferencia, ni las diversidades de pensamiento, exige esfuerzos para entender los diferentes contextos sin haberlos vivido en carne propia, es un ejercicio de carácter social, investigativo y casi antropológico. Para hacerlo se necesita información, datos, análisis, no tragar entero, conversaciones con personas que piensan radicalmente diferente a uno, de reflexiones que incomodan el statu quo y los privilegios. Quisiera pensar que la empatía es el punto de partida para construir un nuevo país y llegar a consensos, el discurso de transformación de las nuevas generaciones que quieren abrir espacios para que las otras voces puedan ser constructoras de diálogos, visiones diferentes y respetuosas, un canal para conectarse con la realidad de este país, donde el  propósito fundamental, sea entender que acá todos tenemos que ceder, incomodarnos, aportar con ideas, hacer esfuerzos de toda índole para llegar a esa equidad que tanto nos soñamos.

    Por último, debemos tener consciencia de la importancia del liderazgo, no subestimemos la capacidad que todos los individuos tenemos en incidir en otros, todos tenemos alguien que nos admira, compañeros de trabajo, amigos, familiares, hijos, sobrinos o algún seguidor de alguna red social, no minimicemos el poder de nuestras palabras y nuestros actos, con ellos podemos construir o destruir un proyecto de país. ¿Queremos un país en paz? Empecemos por ser amorosos y no difundir odio con nuestras palabras, en los videos que compartimos, las publicaciones de nuestras redes sociales, en nuestros círculos cercanos, ¿Queremos un país incluyente? Entendamos las diversidades, cuestionémonos nuestros sesgos, conversemos con persona que piensen diferente a nosotros, entendamos sus puntos de vista y hagamos ejercicio para llegar acuerdos así no pensemos igual.  ¿Queremos un país que resuelva las dificultades de los más vulnerables y de oportunidades? conectemos con nuestras capacidades, sobre todo si somos privilegiados, para resolver problemas sociales, propongamos soluciones en nuestro circulo primario, llevemos propuestas a espacios de liderazgo, cuando tengamos acceso a ellos.  Como dijo Mandela “Cuando dejamos que nuestra luz brille, subconscientemente damos permiso a los otros para que hagan lo mismo” demos, a través del ejemplo, la posibilidad de que los otros brillen desde la empatía, de esa manera avanzamos juntos, avanza Colombia.

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    La empatía no excluye la diferencia, ni las diversidades de pensamiento, exige esfuerzos para entender los diferentes contextos sin haberlos vivido en carne propia, es un ejercicio de carácter social, investigativo y casi antropológico.


    Por: Valeria Molina

    Quiero comenzar contando una historia sobre el impacto que tiene los líderes y como las palabras, los actos, y los legados dejan huellas en sus habitantes que nunca se borran.  En el 2018 tuve la oportunidad de ir a Sudáfrica a compartir una experiencia de prevención de acoso callejero “Ciudades seguras para las mujeres y las niñas” que implementamos con ONU Mujeres cuando fui Secretaria de Mujeres de Medellín en la administración de Federico Gutiérrez. Cuando uno llega a Johannesburgo siente siempre la presencia de Nelson Mandela, desde que uno se baja del avión, en aeropuerto, hotel, calles, espacios públicos, escuelas, restaurantes, en todas partes hay personas apropiadas de su legado, obras de arte que expresan la conexión entre las diversidades y la riqueza cultural, frases con mensajes de no violencia y de unidad. Tengo todavía guardado en mi corazón la sensación de esperanza, cuando llegué por casualidad a “Nelson Mandela Square” donde había una estatua de él y al alrededor de la plaza estaba llena de fotos de Mandela con frases por las cuales es recordado. La frase que más me impacto ese día fue: “A veces le toca a una generación ser grande. Puedes ser esa generación. Deja que tu grandeza florezca” Ese día sentí con todo mi corazón que yo era parte del cambio, y si tenía la oportunidad de influir en otros siempre debía hacerlo desde la empatía, la responsabilidad y la no violencia.

    Cuando empezaron las protestas muchos líderes sociales, políticos, artísticos, deportivos, influenciadores de redes anunciaron sus posiciones de una manera vehemente y muchas veces violenta, lo que seguía incitando a la polarización, estos mensajes promovieron, entre sociedad civil e instituciones, a seguir la división y ser agresivos con el que pensaba diferente. Esto trajo consecuencias nefastas para el país, pérdidas humanas y materiales que ya dejaron una herida que debemos detener y no dejar seguir creciendo, en un país ya remendado con las hebras de sangre de todas nuestras víctimas.

    Este primer momento del paro, creo que nos demostró el gran poder de los liderazgos, sin importar de la esquina que vinieran, ni del carácter que fueran. Los líderes mesuraron sus reflexiones y muchos empezaron a hablar de unidad, de dialogo, de negociación y lo más importante, a encontrarnos sin violencia en las diferencias. Comenzamos a hablar de acuerdos fundamentales, a llamar a mesas de diálogos, a conectar con el dolor que deja la pérdida de seres queridos sin importar su “ideología”. Conectamos con la diversidad como riqueza para encontrar soluciones, en plural, porque existen tantas soluciones como ideas políticas, orígenes étnicos, inclinaciones o identificaciones sexual o de género, condiciones económicas, sociales o educativas, rurales o urbanas. ¿Qué tanto comprendemos las diversidades en Colombia? ¿Qué tanto entendemos las problemáticas rurales de este país? ¿Que tanto nos hemos preocupado por investigar, entender y conectar con las exclusiones sistemáticas de las mujeres, las minorías étnicas, la población discapacitada y LGTBIQ? ¿Qué tanto hemos reconocido y entendido las brechas sociales y hemos en algún momento de nuestras vidas tomado acción para buscar soluciones?

    La empatía no excluye la diferencia, ni las diversidades de pensamiento, exige esfuerzos para entender los diferentes contextos sin haberlos vivido en carne propia, es un ejercicio de carácter social, investigativo y casi antropológico. Para hacerlo se necesita información, datos, análisis, no tragar entero, conversaciones con personas que piensan radicalmente diferente a uno, de reflexiones que incomodan el statu quo y los privilegios. Quisiera pensar que la empatía es el punto de partida para construir un nuevo país y llegar a consensos, el discurso de transformación de las nuevas generaciones que quieren abrir espacios para que las otras voces puedan ser constructoras de diálogos, visiones diferentes y respetuosas, un canal para conectarse con la realidad de este país, donde el  propósito fundamental, sea entender que acá todos tenemos que ceder, incomodarnos, aportar con ideas, hacer esfuerzos de toda índole para llegar a esa equidad que tanto nos soñamos.

    Por último, debemos tener consciencia de la importancia del liderazgo, no subestimemos la capacidad que todos los individuos tenemos en incidir en otros, todos tenemos alguien que nos admira, compañeros de trabajo, amigos, familiares, hijos, sobrinos o algún seguidor de alguna red social, no minimicemos el poder de nuestras palabras y nuestros actos, con ellos podemos construir o destruir un proyecto de país. ¿Queremos un país en paz? Empecemos por ser amorosos y no difundir odio con nuestras palabras, en los videos que compartimos, las publicaciones de nuestras redes sociales, en nuestros círculos cercanos, ¿Queremos un país incluyente? Entendamos las diversidades, cuestionémonos nuestros sesgos, conversemos con persona que piensen diferente a nosotros, entendamos sus puntos de vista y hagamos ejercicio para llegar acuerdos así no pensemos igual.  ¿Queremos un país que resuelva las dificultades de los más vulnerables y de oportunidades? conectemos con nuestras capacidades, sobre todo si somos privilegiados, para resolver problemas sociales, propongamos soluciones en nuestro circulo primario, llevemos propuestas a espacios de liderazgo, cuando tengamos acceso a ellos.  Como dijo Mandela “Cuando dejamos que nuestra luz brille, subconscientemente damos permiso a los otros para que hagan lo mismo” demos, a través del ejemplo, la posibilidad de que los otros brillen desde la empatía, de esa manera avanzamos juntos, avanza Colombia.

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